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Del Internet de las cosas al Internet de los sentidos

Leo una nota acerca de la existencia de una aplicación que ha logrado eliminar el ruido que generan las botanas que suelen comer los gammers mientras conversan y juegan. Por ocioso que parezca, su realización está respaldada por una encuesta que señala que cuatro de cada diez personas encuentran molesto el sonido que produce la gente que tiene como hábito comer mientras habla y juega. Esto fue posible mediante la contratación de un ingeniero e implementación de Inteligencia Artificial, por parte de la marca de botanas Doritos, que cuenta así con el primer programa de cancelación de ruido para su popular producto. Es curioso ver cómo, en lugar de entender una regla básica de comportamiento humano, acudimos a la ingeniería para hacerlo imperceptible. Entiendo que los gamings y las botanas son un maridaje poderoso como economía de nicho, lo que me resisto a entender es que haya que enjarrar los malos hábitos con Inteligencia Artificial. Ya podrían hacer algo para bloquear el insoportable olor a jalapeño y demás frituras en las salas de cine que propaga el gentusismo que hace de estas auténticas fondas de metro.
Pero la empresa tiene otras prioridades, y es por eso que no dudó en resolver el problema a través de un equipo de especialistas que entrenó por meses una IA con más de cinco mil sonidos de Doritos masticados de distintas maneras, para que la aplicación pudiera distinguir el ruido de la voz humana. De tal forma que, cuando el filtro de voz está activo, elimina el sonido casi por completo, mejorando la experiencia de los jugadores que no gustan del Autonomous Sensory Meridian Rosponse.
Ahora bien, esta inversión tiene algo más positivo en el marco de la domiciliación del trabajo, la escuela, el entretenimiento, el ejercicio y la comida. Su utilización en plataformas como Zoom, Teams o Meet para llevar a cabo dichas actividades.
La nota me trajo a la mente un proyecto en el que un grupo de especialistas trabaja desde hace años para hacer posible el olor de aromas a través de las pantallas. Algo que el cineasta Grace Boyle tiene pensado como una incorporación sensorial en la realización de determinadas escenas. Dice que el aroma se podría emplear de formas sutiles en las producciones. Pongamos por caso el perfume del asesino que indique al espectador su ingreso en la habitación del protagonista, en una escena en la que este no se ha percatado de su presencia. ¡Pum! Aquí hay todo un modelo de negocio a través del product placement. Para el cineasta esto sería el equivalente olfativo de la música que genera tensión en determinadas escena. Los entusiastas de este tipo de tendencias tecnológicas predicen que nuestras pantallas olerán a tomate en un futuro cercano e incluso al cuerpo de nuestras parejas. Le llaman el Internet de los sentidos, involucra texturas y otros tipos de experiencias sensoriales que podremos experimentar en poco menos de diez años.
Aquí lo que intentan borrar no es un sonido, como en el caso de los Doritos, sino la frontera entre el mundo físico y el virtual. Pienso en esto como un peldaño más del márketing olfativo. El aire fresco de la climatización directo en la cara al momento de entrar a un establecimiento de manera virtual, o bien, olores que detonan improntas mentales. Vamos, imagino hasta la nostalgia decretada de la que habla Douglas Coupland. Y es que nos dicen que se podrá sentir el ingreso a una sección de ropa o calzado, palpar texturas y diseños. Todo de forma domiciliada. Pasaremos del márketing olfativo al márketing multisensorial a través de gafas de realidad virtual, tipo Apple Vision Pro, así como de la mano de la tecnología háptica, una tecnología que permite sentir texturas al tocar una determinada superficie. El director de Conectividad Inteligente del Mobile World Capital Barcelona, Eduard Martí, señala que fueron ellos quienes ofrecieron un viaje sensorial por Barcelona a los asistentes al Mobile World Congress 2023 sin moverse del evento. A través de gafas de realidad virtual y la recreación de los olores de la ciudad que se activaban en función de la ubicación de cada avatar. Diversas empresas han creado ya chamarras y guantes hápticos que imitan diferentes tipos de sensaciones. La mayoría centradas en el diseño de ropa para gammers, quienes siguen siendo los conejillos de la industria debido a la cantidad de tráfico que generan de forma constante.
Esta tecnología también también tiene su lado socialmente útil. Es empleada en tratamiento de fobias, por ejemplo, a los animales, a las multitudes, a las alturas… mediante sensores colocados sobre la piel y el acompañamiento de imágenes que simulan situaciones controladas. Quienes hayan tenido la experiencia de ingresar al parque temático Xenses en la ciudad de cancún, saben de lo que hablo. Es un espacio que pone a prueba todos los sentidos. En estos momentos, la tecnología es capaz de recrear cientos de olores mediante una prótesis externa en la cabeza y un cartucho con aromas primarios combinables, de activarlos de forma autónoma por ubicación georreferenciada en un metaverso. Pone a nuestro alcance olores digitales para recordar a personas queridas con solo ver sus fotografías. Asimismo, aplicaciones capaces de reproducir sabores y hasta sentir abrazos. Me parece que el Internet de los sentidos, el desarrollo de la realidad mixta y la administración digital del mundo que vivimos, nos están preparando para hacer más llevadera una próxima pandemia.