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Opinión

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¿De quién es la culpa?

¿Es culpa de nosotros, ciudadanos abrumados? La enésima campaña publicitaria sobre el agua que hoy padecemos en los medios de comunicación lo afirma.

Encarnada en vándalos grafiteros (improbablemente ungidos como custodios del agua) pretende inculcarnos que la protejamos, ya que es como de la familia . Caray, la infinita imaginación de creativos, es ahora puesta al servicio de la banalidad en el mejor de los casos, y del ocultamiento y elusión de responsabilidades en el peor.

En cualquiera, es un desperdicio, como el agua no contabilizada que se pierde en los sistemas de distribución en las ciudades de México.

¿Es culpa de nosotros que la diferencia entre el agua producida o ingresada a las redes de distribución y el agua facturada -eficiencia física- sea en promedio de 50% en el país? ¿Somos responsables los ciudadanos del Distrito Federal de que 44% del líquido que penosamente viene del Lerma y Cutzamala, y de los acuíferos sobreexplotados del Valle de México, constituya un volumen perdido y no contabilizado? ¿Tenemos la culpa de que no se traten y reutilicen en usos productivos las aguas residuales? ¿Verdad que no, señores creativos? Entonces, ¿cuál es el objetivo de su nueva campaña?

Dado el contexto, pareciera querer exonerar a los verdaderos causantes de este drama y hacer difusas responsabilidades que están claramente radicadas en los gobiernos locales. ¿Qué sentido tiene imponerle al ciudadano responsabilidad sobre una evidente falla institucional y de gobierno sobre infraestructura, bienes y servicios públicos?

La sinrazón de esta campaña se perfila mucho mejor si reconocemos que aún en México existen ciudades que observan un desempeño casi impecable en materia de agua, en términos de cobertura, eficiencia física, eficiencia comercial y tratamiento de aguas residuales. Ahí están León, Tijuana, Monterrey, Cancún, Saltillo, Aguascalientes y Mexicali, sin engañosas campañas publicitarias.

En contraste, ninguna campaña que culpe y responsabilice a los consumidores podrá hacer que los gobiernos del DF, Ecatepec, Acapulco y Morelia (ciudades con el peor desempeño) emprendan los cambios institucionales necesarios: crear organismos operadores autónomos y profesionalizados con autosuficiencia financiera a partir de tarifas realistas y sistemas eficaces de micromedición, facturación y cobro.

Por ejemplo, en el DF hay 2 millones de tomas de agua y sólo 1.2 millones de medidores, de los cuales menos de la mitad funcionan adecuadamente; el agua se fuga por el pésimo estado de la red; no se cobra o se cobra a cuotas fijas irrisorias o con tarifas subsidiadas, y el sistema recupera menos de 40% de sus costos de operación. ¿De quién es la culpa señores publicistas? Dirijan sus campañas a los gobiernos locales.

gquadri@eleconomista.com.mx

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