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Opinión

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8M: Luchar por nosotras, por ellos, por todos

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Dra. Carmen Amezcua

No es fácil ser madre, hija, hermana y, al mismo tiempo, médica. Sostener todas esas identidades y responder a lo que la sociedad espera de cada una es un desafío constante. Ser una buena madre exige presencia, amor, paciencia y educación. Ser una buena hija implica cuidar, atender, no fallar a quienes nos dieron la vida. Ser hermana es ser apoyo, confidente, una red inquebrantable. Y ser médica, en un sistema de salud aún regido por el patriarcado, significa demostrar a cada paso que el conocimiento y la capacidad no tienen género. Pero para muchas, el 8M es un recordatorio de que esa demostración no debería ser necesaria.

Llevo años atendiendo tanto a mujeres como a hombres y he visto de cerca el impacto del mundo en su salud mental. Pero hay algo innegable: la carga emocional y mental de las mujeres sigue siendo más pesada. No solo porque se nos exige más, sino porque esa exigencia se asume como un deber natural, casi biológico. Nos convertimos en cuidadoras por defecto, responsables del bienestar ajeno antes que del propio. Y sí, es cansado. Es agotador. Por eso, este 8 de marzo marcharé vestida de morado: para recordar que nuestra lucha ha dado frutos, que el mundo ha cambiado y que solo seguirá cambiando si seguimos alzando la voz.

El peso de la historia y la salud mental de las mujeres

Cada 8M es un día de memoria, lucha y esperanza. Pero no es un evento aislado, sino el eco de una historia marcada por la exclusión, la violencia y la invisibilización. Un eco que sigue resonando en la salud mental de las mujeres.

Las mujeres sufren tasas más altas de ansiedad, depresión y estrés postraumático que los hombres. Y no es casualidad. Históricamente, se nos ha enseñado a callar, a aguantar, a dudar de nuestras propias emociones. Si estamos tristes, somos “histéricas”. Si estamos enojadas, “problemáticas”. Si estamos agotadas, “exageradas”. Incluso la psiquiatría, dominada por hombres durante siglos, ha patologizado como trastornos muchas de nuestras respuestas naturales a un mundo que insiste en minimizarnos.

La psicóloga feminista Jill Astbury ha documentado cómo la violencia de género y las desigualdades estructurales son factores de riesgo directos para las enfermedades mentales en las mujeres. Elaine Showalter, en The Female Malady, expone cómo la “locura” ha sido feminizada a lo largo de la historia, más como un mecanismo de control social que como una realidad clínica. La depresión, la ansiedad y los trastornos somáticos son mucho más frecuentes en las mujeres porque vivimos en un sistema donde ser mujer es, en sí mismo, un factor de vulnerabilidad.

A las mujeres se nos investiga menos, nuestros síntomas se subestiman y los tratamientos se diseñan para cuerpos masculinos. Durante décadas, fuimos excluidas de los estudios clínicos con el argumento de que “las hormonas complican los resultados”. ¿La consecuencia? Medicamentos que no funcionan igual en nosotras, enfermedades mal diagnosticadas y una brecha en el acceso a tratamientos eficaces.

El sistema sigue regido por una estructura masculina que decide qué enfermedades importan, qué tratamientos reciben más inversión y cómo se define la salud mental. Y esto no solo es injusto, es peligroso.

Las batallas ganadas y las que aún faltan

El 8M no es solo una protesta, es la conmemoración de batallas ganadas. Del derecho al voto al acceso a la educación, del derecho a trabajar al de decidir sobre nuestros cuerpos. Pero aún falta.

Falta erradicar la violencia de género, que sigue cobrando la vida de miles de mujeres cada año. Falta cerrar la brecha salarial, que nos paga menos por el mismo trabajo. Falta equidad en los espacios de decisión: en la ciencia, la medicina, la política. Falta reconocer el trabajo no remunerado que sostiene a millones de mujeres en todo el mundo.

¿Y el papel de los hombres?

Esta lucha no es solo de las mujeres; es una batalla por un mundo más justo para todos. Podemos seguir organizándonos, apoyándonos y exigiendo cambios, pero los hombres también tienen un papel fundamental:

  • Cuestionar sus propios privilegios.
  • No perpetuar comportamientos machistas en el día a día.
  • Escuchar y creer a las mujeres cuando hablan de sus experiencias.
  • Asumir su responsabilidad en la crianza de los hijos y en las tareas del hogar.
  • Educarse en perspectiva de género.

No se trata de que las mujeres avancen a costa de los hombres, sino de avanzar juntos hacia un mundo donde el género no dicte nuestras oportunidades ni nuestra carga mental.

Cuidar la salud mental en la lucha: una mirada desde la psiquiatría integrativa

Luchar cansa. Cargar con el peso de la historia cansa. Pero rendirse no es una opción.

Desde la psiquiatría integrativa, sabemos que la salud mental no puede separarse del contexto en el que vivimos. Por eso, el autocuidado también es resistencia. Algunas prácticas clave para fortalecer nuestra salud mental en este camino son:

  • Cuidar nuestra energía emocional. No podemos estar en la lucha todo el tiempo sin descanso. Priorizar el sueño, el placer y las relaciones saludables no es un lujo, es una necesidad.
  • Conectar con otras mujeres. La sororidad no es simplemente una palabra; es un sostén real. Hablar, compartir y escuchar nos fortalece.
  • Reconocer y poner límites. No tenemos que cargar con todo ni cumplir con todas las expectativas. Aprender a decir “no” también es una forma de sanar.
  • Practicar la introspección. La meditación, la escritura terapéutica o cualquier espacio de conexión interna nos ayuda a no perdernos en la vorágine del activismo y la vida cotidiana.
  • Tomarnos en serio nuestra salud. Si la carga es demasiado pesada, buscar apoyo profesional es fundamental. Pedir ayuda no nos hace débiles, nos hace humanas.

¡Nos vemos en la marcha!

Este 8M estaré ahí, vestida de morado, caminando junto a quienes creen en un mundo más justo. No porque sea una feminista radical. No porque odie a los hombres. Sino porque creo en el derecho de cada persona a vivir con dignidad, sin miedo, con libertad.

Marchamos porque sabemos que el cambio es posible. Porque entendemos que luchar por las mujeres es luchar por un mundo mejor para todos.

Este 8M es por todas: por las mujeres racializadas, indígenas, afrodescendientes, con discapacidad, trabajadoras, migrantes. La equidad no puede ser a medias ni para unas cuantas; tenemos que reconocer que no todas vivimos las mismas injusticias y que hay quienes cargan con más de una. No se trata solo de avanzar, sino de asegurarnos de que nadie se quede atrás. Por eso seguimos aquí, sin soltar la lucha. Porque el feminismo, si no es interseccional, se queda corto. Y porque un mundo justo no es un privilegio, es un derecho.

Me encantaría conocer tus dudas o experiencias relacionadas con este tema. Sigamos dialogando; puedes escribirme a dra.carmen.amezcua@gmail.com o contactarme en Instagram en @dra.carmenamezcua. ¡Hasta la próxima!

Dra. Carmen Amezcua

Carmen Amezcua es consultora, conferencista y experta en psiquiatría integrativa. Tiene más de 17 años de experiencia dentro de la industria farmacéutica y de la salud.

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