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Inversiones directas fortalecen a Latinoamérica
La región ha reequilibrado sus fuentes de financiación, distanciándose de flujos de cartera y de créditos bancarios y moviéndose hacia los flujos de IED y remesas.
Una de las razones que encuentra el Banco Mundial para estar cautelosamente optimista sobre la resistencia de América Latina a los choques externos se debe a que, en claro contraste con el pasado, la región ha reequilibrado sus fuentes de financiación, distanciándose de flujos de cartera y de créditos bancarios y moviéndose hacia los flujos de inversión extranjera directa (IED) y las remesas.
Este cambio, que se inició a mediados de los años 90 y se consolidó en los 2000, consiste en una importante recomposición de los activos y pasivos de LAC frente al resto del mundo, desde la deuda hacia las acciones.
Efectivamente, LAC se ha convertido en una región acreedora neta frente al resto del mundo (en gran medida debido a la acumulación de reservas internacionales) y en receptora de IED.
Este cambio reduce la vulnerabilidad de la región a los riesgos de refinanciación y de tipo de interés, a la vez que la combinación de flexibilidad cambiaria y los altos niveles de reservas internacionales sirven para disuadir ataques especulativos sobre las monedas. Es importante, además, subrayar que las propiedades cíclicas de la IED y las remesas son muy distintas a los flujos que no son IED (es decir los flujos de carteras y créditos bancarios).
Los primeros son más estables, menos reversibles y menos procíclicos que los últimos, siendo las remesas contracíclicas. Estas nuevas características de la integración de LAC en los mercados internacionales le han otorgado a la región una inusitada holgura para hacer frente a las turbulencias del presente.
A pesar de las propiedades cíclicas benignas, tanto de la IED como de las remesas, ambos flujos presentan retos importantes dado su tendencia a deteriorar la cuenta corriente, si bien es cierto a través de canales distintos. En el caso de la IED, los flujos sirven en gran medida para financiar la importación de bienes intermedios y de equipos, financiamiento que eventualmente tiene que pagarse en forma de dividendos que actúan como contrapeso a la balanza comercial y empujan la cuenta corriente a territorio negativo.
REMESAS
En el caso de las remesas, la mayor parte de estos recursos son utilizados para sostener el consumo de las familias, incluyendo productos importados, empeorando así la balanza comercial. Independientemente de estos canales, la IED y las remesas pueden generar además apreciaciones reales excesivas ( Dutch Disease ) que lleven a mermar la competitividad externa del país y, consecuentemente, su potencial de crecimiento.
No obstante, hay una diferencia fundamental entre los dos flujos. La IED tiene la capacidad intrínseca de compensar las pérdidas de competitividad antes mencionadas mediante aumentos de productividad generados por la transferencia de tecnología y conocimiento extranjero.
Las remesas, por otro lado, no suelen brindar esa capacidad y, por ello, pueden convertirse en un freno sistemático al crecimiento a pesar de todas sus virtudes como herramienta de alivio de la pobreza.
Desde luego, los flujos de IED por sí solos no son la solución y hay casos en que estos no producen los anhelados aumentos de productividad que en principio pueden generar. Por ejemplo, en la región se encuentran países donde coexisten niveles altos de IED con bajo crecimiento persistente. El caso más evidente ocurre en el Caribe, donde los países sufren de niveles bajos de crecimiento a pesar de ser los mayores receptores (en relación a su PIB) de IED en la región.
Por lo tanto, al analizar los retos planteados por el modelo de crecimiento de LAC, con sus características de bajo ahorro y el ímpetu de la demanda interna, es esencial hacer algo que los economistas típicamente no han hecho: examinar la IED y las remesas conjuntamente. Desde este punto de vista, queda claro que los mismos factores institucionales y del ambiente de negocios que atraen la IED pueden disminuir las remesas. Si este es el caso, un buen entorno institucional (en términos de la calidad del capital humano y físico, la fiabilidad y claridad de los derechos contractuales, los estándares de información y la credibilidad de las reglas del juego) puede atraer flujos de IED que empleen a la fuerza laboral local, mientras que deficiencias en el entorno institucional pueden terminar empujando a los trabajadores a migrar al extranjero en búsqueda de oportunidades, a pesar de los costes personales y familiares de migrar.
En el algún sentido, la IED y las remesas son sustitutos. Todos los países de LAC necesitan mejorar sus políticas nacionales y el entorno institucional, así como la calidad del capital local, tanto humano como físico, especialmente aquellos países que dependen más de las remesas. Los países de la región que ya han conseguido atraer la IED deben intentar capitalizar las externalidades potenciales positivas intrínsecas a estos flujos.
Si maximizan las oportunidades de aprendizaje y de difusión de tecnología, la IED ayudará a elevar la productividad y compensaría en cierta medida la baja competitividad asociada con el patrón de crecimiento basado en la demanda doméstica que caracteriza a LAC.
Los países de la región que son muy dependientes de las remesas, se enfrentan a retos aún mayores. Para empezar, deben centrarse en introducir políticas innovadoras que incentiven a las familias a destinar al menos parte de los ingresos de las remesas a la acumulación de activos particularmente inversiones en salud, educación y vivienda. Más aún estos países deben enfatizar la ardua tarea de mejorar continuamente su entorno institucional, para atraer tanto a su propia fuerza laboral como a la IED, y una vez logrado este objetivo, buscar potenciar la eficiente interacción de ambos en pos de una mayor productividad.