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Xochimilco: 60% de las chinampas en abandono; jóvenes las rescatan con agroecología

En medio del abandono de las chinampas de Xochimilco, la Escuela Campesina impulsa a nuevas generaciones a recuperar la tierra y sembrar el futuro gastronómico de la Ciudad de México.
En medio del caos de una de las ciudades más grandes del mundo, existe un territorio que, aunque constituye el 59% de su superficie, a menudo permanece invisible: la zona de conservación de la Ciudad de México. Dentro de ella, Xochimilco, un lugar que alberga el 2% de la biodiversidad mundial y es reconocido como patrimonio de la humanidad y sitio Ramsar, enfrenta una silenciosa amenaza: el abandono.
"Se habla que el 60% de la zona chinampera está en situación de abandono", explica Iliana López Vega, coordinadora de la Escuela Campesina (parte de la Iniciativa Agroecológica Xochimilco (IAX)), "y cuando hablamos de una situación de abandono no es otra cosa más que las parcelas o las chinampas que no están siendo productivas en su naturaleza agrícola".
Es en este contexto que nace la Escuela Campesina, un proyecto de IAX que busca mucho más que solo sembrar hortalizas. Su misión es cultivar una nueva generación de agricultores para cerrar la brecha generacional donde la media de edad de los trabajadores del campo ronda entre los 45 y 60 años.
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Devolverle las manos a la tierra
El trabajo de la Escuela Campesina es una inmersión profunda en la realidad del campo. Javier Ibarra Mesa, exalumno de la primera generación y ahora coordinador, lo describe como un proceso de aprendizaje que va de "campesino a campesino".

Escuela campesina
Su generación, la piloto, tuvo una formación eminentemente práctica, aprendiendo directamente de los productores nativos. "Nos adaptamos a su forma de vida, a su forma de trabajo y eso fue lo que básicamente nos dio esa fuerza, esa resistencia, para nosotros poder traer ese modelo a replicarlo en la Escuela Campesina".
La filosofía se aleja de la agricultura convencional y se adentra en la agroecología y, de manera crucial, en la agricultura sintrópica. "Buscamos un modelo que sea lo más cercano posible a la naturaleza y más específicamente a un bosque", detalla Javier. Esto se traduce en un rechazo a los monocultivos y una apuesta por los consorcios de plantas, líneas de árboles y un respeto absoluto por los ciclos naturales.
El método es tan importante como el resultado. La restauración de los suelos es "meramente manual", utilizando herramientas ancestrales y evitando la maquinaria pesada. Un elemento central es el ahuejote, árbol endémico fundamental para la estructura de las chinampas. Se utiliza no solo para agregar materia orgánica mediante la poda, sino también para generar una "especie de alerta hormonal" que acelera el crecimiento de las plantas a su alrededor.

Ahuejote en Escuela Campesina
El agua de los canales, un recurso delicado, no se usa directamente; en su lugar, se emplean biofiltros para asegurar la calidad del riego.
Nuevas profesiones para el campo
Si la primera generación sentó las bases técnicas, las siguientes han expandido la visión de lo que significa ser campesino hoy. Ileana, egresada de la segunda generación y actual coordinadora de la escuela, relata que su grupo era multidisciplinario. "Había muchos ingenieros agrónomos, bailarinas, administración industrial".
La escuela les demostró que sus profesiones podían tener un enfoque agrario.

Espacios en la chinampa del Sol de Arca Tierra
"El campo no es solamente sembrar y cosechar", reflexiona Iliana, "sino que el campo puede ser mucho más que eso, el campo también puede ser arte, el campo también puede ser diseño, también es administración, puede ser fotografía, puede ser muchas cosas".
Un dato revelador de su generación es que, de los 25 estudiantes que iniciaron, se graduaron únicamente ocho mujeres. Para Iliana, esto tiene un profundo significado histórico. "La agricultura fue perfeccionada gracias a las mujeres", afirma, "el hecho de que hayamos sido mujeres las que nos graduamos en su totalidad, representa que la mujer sigue ocupando espacios y que está regresando a espacios que en algún punto le fueron arrebatados".
Su generación se enfocó en la recuperación de un espacio para plantas medicinales, bajo la premisa de que "las plantas medicinales no sólo curan la tierra, sino también nos curan a nosotros".
Enamorarse de las raíces
El impacto más profundo de la escuela es, quizás, el personal. Gonzalo Contreras, a quien le gusta que le digan "Zalo", es estudiante de la generación actual. Llegó al campo por la memoria de su abuelo campesino, una figura que le contaba con alegría sus días en la siembra. Para Zalo, el trabajo en la chinampa es una forma de mantenerlo presente. "De esa forma yo siento que él sigue conmigo, sigue vivo aquí".

Miembros de la última generación de la Escuela Campesina
Él personifica la misión de la escuela de reconectar a los jóvenes con su propio territorio. "Personalmente no me gustaba estar aquí en Xochimilco, por varias cuestiones muy tontas de mi parte, y desconocer de la historia y la importancia de mi tierra", confiesa. Su paso por la escuela transformó esa percepción por completo. "Estar aquí en las Chinampas cambió mi visión por completo, y ahora estoy enamorado de Xochimilco".
Zalo, quien además quiere ser director de cine, ahora sueña con combinar sus dos pasiones: dedicar una parte de su vida a la agricultura y otra a la cinematografía para contar las historias de las chinampas. Su testimonio encapsula el espíritu del proyecto: "Si no amas lo que haces, vas a ser infeliz... y creo que yo sí me terminé enamorando de este lugar, y de mis raíces, y de todo lo que representa Xochimilco".
La Escuela Campesina es, en esencia, un acto de resistencia y esperanza. Es la prueba de que el futuro de la alimentación en la ciudad no depende de grandes tecnologías, sino de jóvenes que, como Javier, Iliana y Zalo, están dispuestos a "ensuciarse las manos" para "redignificar la labor campesina".



