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Arte e Ideas

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“La Academia no fue un espacio neutral”: Francesca Ferrando

La filósofa italiana visitó México, invitada por el Tec de Monterrey y la Cátedra Alfonso Reyes, a propósito de la publicación de la traducción al español de su reciente libro El arte de ser posthumano.

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La filósofa italiana Francesca Ferrando, profesora de Filosofía en la Universidad de Nueva York (NYU) y conocida por sus aportaciones a la teoría del posthumanismo, ha estado de visita en México durante esta semana, invitada por el Tecnológico de Monterrey campus Estado de México y por la Cátedra Alfonso Reyes para presentar una conferencia magistral en dicho plantel, esto en ocasión del anuncio de la próxima publicación traducida al español de su más reciente libro El arte de ser posthumano.

El Economista conversa con la doctora en Filosofía por la Universidad de Roma Tre, quien se reconoce como pupila de pensadores como la teórica feminista italiana Rosi Braidotti, quien, entre otros trabajos, es coautora del ensayo Posthuman Glossary (Glosario posthumano), y del filósofo, también italiano, Achille C. Varzi, dedicado a la lógica filosófica, profesor de la Universidad de Columbia y actual editor de The Journal of Philosophy.

¿Qué es el posthumanismo?

De acuerdo con sus pensadores, lo que el pensamiento posthumanista plantea grosso modo es la deconstrucción del sujeto humano. Cuestiona el antropocentrismo contemporáneo, es decir, deriva de la teoría crítica desde la perspectiva filosófica enfocada en el análisis y el cuestionamiento de las relaciones de poder en la sociedad global y cómo esta visión tiende a alienar cualquier pensamiento político, social o filosófico.

Por ejemplo, el posthumanismo invita a expandir la noción de subjetividad más allá de la especie humana e incluir en esta concepción a otros seres biológicos que contribuyen de alguna u otra manera a la dinámica social y resultan fundamentales para la definición de nuestra especie.

Para abundar en la explicación, Francesca Ferrando propone que no hay una realidad separada del relato, “que la realidad siempre está siendo creada por la propia narración. Las palabras nos transforman”. De este razonamiento deriva su reflexión sobre el concepto de posthumanismo:

“Está claro que todas las personas, desde que tenemos uso de razón, o al menos desde los primeros años, nos asimilamos como humanos. Pero, cuando alguien les refiere la palabra ‘posthumano’, le resta a esa persona una categoría que había dado por cerrada, asimilada. Para empezar, nos permite cuestionar que incluso la categoría de humano no es neutral y más bien es jerárquica”.

La palabra “antropos”, del griego, por sí misma tampoco fue neutral. “Con ella se solía separar a las personas racionales de las que se consideraban bárbaras. En la Antigua Grecia, se consideraba como bárbaro a cualquiera que no fuera griego. Y, por origen, esta categorización, la noción de barbarismo, la encontramos en todas las narrativas de guerra. Y esta visión todavía se usa en el mundo contemporáneo”.

Después de todo, señala la entrevistada, actividades humanas como el colonialismo, la guerra y el extractivismo “son producto de la reducción de la realidad, son una ilusión y también son un suicidio colectivo”. En otras palabras, expresa: “la noción de posthumanismo, a nivel político, social y filosófico, es una manera de entender que el antropocentrismo ya no nos sirve”.

La Academia se debe transformar

La filósofa ejemplifica que la propia ciencia, y con ella la Academia, todavía en el siglo XX emitían una escala jerárquica de supuestas funciones racionales de las personas según prejuicios racistas y de género, entre otros criterios discriminatorios.

“No había pudor en decir que unas personas podían ser menos humanas que otras. Por ejemplo, se decía que las personas negras o las mujeres no eran tan racionales como otras personas (dígase hombres blancos). Y esa información nos llegaba de la Academia reconocida como conocimiento. Entonces, así como con la categoría de humano, tampoco sería prudente decir que un espacio como la Academia fue neutral. Sin embargo, como con todas las cosas, la Academia debe transformarse constantemente. Y eso la sostiene como un sitio de mucho potencial si se habla de un lugar donde se germina el conocimiento”, señala.

Ferrando propone, en función de su pensamiento posthumanista, siempre cuestionar la tarea de los grupos de pensamiento como la Academia en cada país y el mundo y su responsabilidad en la sociedad contemporánea.

“Tengo mucho amor por la Academia, pero ejercer desde ella, para mí, es solamente como el 25% del camino andado para alguien que ejerce la filosofía, porque si te quedas solamente con la teoría y nunca la pones en práctica no te va a servir de nada. Esto me quedó muy claro con la pandemia. Después de todo, la pandemia fue un momento de crisis, social y también de la filosofía”.

Y agrega: “Recuerdo que tenía colegas, incluso de Posthumanismo, que no asimilaban la filosofía más allá de la teoría y durante la pandemia se encontraron en una crisis severa, porque la filosofía por sí misma no les permitió entender el fenómeno. En mi caso, fui muy severa con mi postura. Era claro que el virus no era el enemigo, sino que era el resultado del Antropoceno y los desequilibrios que derivaron de él”, señala.

Y sentencia finalmente que la Academia debe asimilarse como un espacio desde donde se generen más preguntas que respuestas. “Debe ser principalmente de libertad en el que no hay un maestro sino en el que se abre un debate, que estamos escuchándonos e incluso donde se asimila que no hay una forma de ser posthumanista”.

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