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Rojo como la sangre de los héroes
El afán coleccionista de Monsiváis da para decenas de exposiciones, inclusive para una tan sangrienta y violenta.
Cuando uno recorre Una crónica de la nota roja en México, debe tomarse un minuto para respirar. No porque el esfuerzo sea aeróbico, sino porque es emocional, mental. Tantas víctimas. Y una cámara ahí, (in)oportuna, siempre lista para retratarlas.
La nota roja tiene una larga tradición. Ya en la Edad Media los juglares contaban las desgracias sucedidas en los alrededores.
De todas las prensas, la nota roja suele ser la más conservadora. Es una especie de advertencia: Pórtate bien, si no... . Pero también, y no sólo por el nombre, es la más colorida. El gran acierto de la exposición Una crónica de la nota roja en México, que está en el Museo del Estanquillo, es que rescata su lenguaje más allá del violóla, matóla . ¿Alguna vez, en el taxi, en el bolero, han hojeado La Prensa? Ese es el lenguaje: el hoy occiso , ultimó sus días .
Una crónica de la nota roja en México parte de la colección de Carlos Monsiváis al respecto. El afán coleccionador de Monsiváis le ha dado al Estanquillo para armar varias exposiciones, inclusive para esta, tan colorida y a la vez violenta.
El recorrido va desde los días tremendos de la Decena Trágica (1913), aunque incluye el ?Libro Rojo decimonónico de Manuel Payno y Vicente Riva Palacio, compilación de los hechos violentos en México desde la caída del imperio azteca hasta 1870.
La exposición es dura, pero no le faltan momentos de humor. El Tigre de Santa Julia, agarrado en pleno acto de hacer del cuerpo, raterillos que dejan rastros claros de su paradero.
Está la foto estatuesca del cadáver de la actriz Miroslava, muerta por propia mano .
Metinides, ?el pintor de la cámara
Y luego está mi sección favorita de la exposición: la que muestra el trabajo de Enrique Metinides.
Metinides es una joya y es una fortuna que todavía lo tengamos por aquí. Comenzó de niño sí, en serio a tomar fotos para La Prensa. Era el reporterito estrella del diario porque sus fotos eran distintas a las de sus compañeros y porque sabía, casi con un sexto sentido, llegar al lugar de los hechos antes que sus colegas.
Como alguna vez me dijo la escritora Fernanda Melchor: las fotos de Metinides quieren ser paradigmáticas; son casuales; por su ángulo y enfoque, parecen obras de arte, frescos renacentistas, tragedias en una sola pincelada.
Las fotos de Metinides dan otra dimensión a Una crónica de la nota roja en México. Sí, son cadáveres, desgracias, pero permiten detener el juicio en un estilo muy estoico y recrearse en esas imágenes extraordinarias.
La exposición continúa con notas más actuales, el pan de cada día (cada frase que pongo entre comillas es parte del lenguaje de la nota roja, por cierto): descabezados, torturados por el gobierno y por el crimen organizado, secuestros, etcétera. Un retrato del México de hoy.
Si van a visitar la exposición recomiendo paciencia, no sólo porque es muy concurrida, sino porque el contenido no es fácil de ver.
Una crónica de la nota roja en México podría derivar en una exposición más amplia que compare nuestra nota roja con la del mundo. La inglesa es especialmente interesante: como que nunca superó a Jack el Destripador y leerla es como viajar al siglo XIX. También tuve esa sensación en la exposición del Estanquillo, un viaje a otro tiempo que parece menos pudoroso en cuanto a sus muertos, menos políticamente correcto.
Cuando se llega a la sección contemporánea no se puede dejar de pensar en que un fotorreportero se la jugó para tomar esa placa.
También eso tiene Una crónica de la nota roja en México: la sensación de que algo vital está en juego.