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París era una fiesta
Edén cuenta las noches incendiarias del París de los 90.
Los 90 fueron como unos?nuevos 70. La música?bailable invadía todo: la radio, los coches, las fiestas. Todo era house, jungle, techno. Hasta los que éramos niños bailábamos ese son: The funk phenomena, I got the power, Dont want no short dick man.
La revolución del baile comenzó en Inglaterra, en Manchester, donde estaba el famoso club The Hacienda. Michael Winterbottom narró esa historia en su cinta 24 Hour Party People. Tony Wilson, interpretado en la película por el comediante Steve Coogan, era un periodista y un visionario de la música pop. Era el dueño de The Hacienda y fue el primero que puso un DJ como atracción principal.
En la película lo explica así: Fue la primera vez que la gente no le aplaudía al artista, sino al medio , es decir que la parte principal del show era la tornamesa y los discos. Aquél que pinchaba sólo era parte del instrumental.
No estoy de acuerdo con la interpretación del falso Tony Wilson. Importa el DJ, importa el talento que tenga para elevar la fiesta hacia el incendio.
Hay una nueva película que explica mejor el fenómeno de los DJ y la música electrónica. Se llama Edén y no hay que perderla de vista. Está en pocas salas pero definitivamente vale la pena buscarla.
Las noches de París noventero eran ese incendio. Paul (Félix de Givry) es un adolescente en medio en de esas noches. Él y sus amigos experimentan drogas, sexo y, sobre todo, con la música. Todo es como un juego en el que las consecuencias sólo pueden ser la gloria.
Pronto él y un amigo forman un dúo, Cheers, que tocan música electrónica de la variedad garage, nacida en un club nocturno llamado Paradis Garage, legendario por cuenta propia. En esa misma escena tocan un par de muchachos que formaron otro grupo con nombre y ropa extraña: los tales Daft Punk. Sí, es muy divertido ver a Daft Punk, los dueños actuales de la escena electrónica, como personajes secundarios del drama de Paul y sus amigos.
Edén repara la década completa. Cuando Cheers surge son adorados por el mundo del rave, a pesar de que el garage electrónico es considerado música demasiado suave para las furiosas fiestas alimentadas por éxtasis.
Paul vive de cocaína y música, el único modo que tiene para ganar dinero es organizando fiestas; fiestas, desde luego, que le salen carísimas y de las que no suele recuperar suficiente dinero para vivir. Abandona sus estudios de literatura para dedicarse por entero a ser DJ. Le pide dinero a su mamá. Ve crecer a los Daft Punk mientras él se estanca. Tiene que lidiar con el fracaso y volverse a construir desde los restos que la noche le dejaron.
Lo interesante de la cinta dirigida por Mia Hansen-Love (quien ha hecho carrera con historias sobre jóvenes y adolescentes) es que se toma su tiempo para ahondar tanto en la escena electrónica como en el drama de su protagonista. Podría haber hecho un película-videoclip, llena de secuencias musicales, y afortunadamente no lo hace, sino que logra un sosegado estudio del personaje y de la época.
Hay una buena razón para que la cinta se sienta tan personal. El guión está basado en la vida del hermano de la directora, Sven Hansen-Love, también un DJ. Sven es coescritor de Edén y se nota la mano conocedora.
La actuación de Félix de Givry es fenomenal, lo vemos pasar de un adolescente anhelante a un adulto con cero pesos a su nombre. Algo tienen sus ojos que van de la inocencia a la experiencia a lo largo de la historia.
Como dice el crítico de cine Travis Hopson, lo fácil habría sido contar la vida de un DJ que va de ser nada a ser el dueño de la noche, pero esa sería la historia de Daft Punk. Edén es la historia realista de alguien con un sueño que quizá sí, quizá no, se cumpla. La diferencia no sólo es esfuerzo y dinero, también fortuna para cabalgar en la ola del momento.
París, mientras, es una fiesta sin fin.