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Arte e Ideas

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Mujeres soñaron caballos, una épica cotidiana

El texto del argentino Daniel Veronese cobra una dimensión poderosa en la versión de Jorge Vargas, que crea un efecto en el que los diálogos parecen no provenir del texto.

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Lo dice una persona frágil e indefensa, una mujer con botitas de lluvia, como esas chicas guapas que se pasean por la colonia Condesa. Sin embargo, ella parece esconder algo, mira hacia ningún lado, ensimismada. Mientras, a su alrededor, su familia se pelea. Dispara hacia arriba una pistola y todos los que están en la habitación reaccionan con temor, aterrorizados. La velada parecía haber comenzado cordial, pero bastó el cruce de unas cuantas anécdotas o recuerdos para derribarlo todo.

Con pistola en mano, ella se justifica: Hay un nuevo tipo de violencia en el aire . Por eso, una persona que no debería haber sido violenta, una persona de la que jamás te esperarías que pudiera amenazarte, de pronto, te pone en la lona. Éste es el punto álgido y la revelación más contundente de la obra de teatro Mujeres soñaron caballos, que en esta nueva etapa en el Foro Shakespeare es una alternativa fundamental para reencaminar aquello que entendemos por violencia, aquello que entendemos por familia.

El texto de Daniel Veronese cobra una dimensión poderosa en la versión de Jorge Vargas, que crea un efecto en el que los diálogos parecen no provenir del texto, sino de la conciencia, como el susurro de un fantasma que fuimos nosotros, como el relinche de un caballo en una pesadilla. La escena nos introduce en el interior de la casa de una familia de clase media. Un departamento que se cae a pedazos, que alberga por una noche a tres hermanos y sus respectivas parejas. Parece una reunión de fin de semana, cualquiera, una reunión en principio amena, dominguera como se dice, intrascendente.

La manera de encender un cigarro, la manera de esquivar una mirada, el tono de una u otra palabra, la violencia teñida bajo el barniz del juego, descarapelan poco a poco aquello que ya había sido corroído desde hace quién sabe cuánto, quizá desde que les ocurrió ser familia. Lucera nos guía por esta caverna de enconos para resolver con un sonido estruendoso y con el suspenso de una promesa, la promesa de la vida que lleva en sus entrañas, la pregunta decisiva: ¿vale la pena darle continuidad a este circo de simulaciones, vale la pena engendrar una criatura en esta catástrofe de desolación? La respuesta es un sonido, cuyo eco se extiende al espectador en una interferencia perfecta.

  • Mujeres soñaron caballos
  • Foro Shakespeare
  • Dirección: Zamora No. 7 Col. Condesa
  • Funciones: L y M 8:30 pm
  • Hasta el 19 de julio
  • Entrada: $250

aflores@eleconomista.mx

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