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Kandinsky siempre evolutivo, en Bellas Artes
La exposición que a partir de hoy abre al público muestra las distintas exploraciones del artista, desde el impresionismo hasta la abstracción absoluta.

“Durante años y años traté de lograr que los espectadores pasearan en mi cuadro, quería obligarlos a olvidarse, incluso a desaparecer allá adentro”. La anterior es una consigna escrita por Wassily Kandinsky en el libro De lo espiritual en el arte, publicado en 1911, apenas unos 15 años después de abdicar la abogacía y decantarse definitivamente por la plástica a los 30 años de edad.
Una ejemplar de ese libro ha sido puesto dentro de una urna de cristal, en la Sala de exposiciones temporales del Museo del Palacio de Bellas Artes, como parte de la exposición Kandinsky. Pequeños mundos, que a partir de este miércoles abre para el público con una selección de 27 pinturas, cuatro acuarelas, dos dibujos y una treintena de grabados, de entre los que destaca la docena Pequeños mundos, que da nombre a este acercamiento al público mexicano de varias de las joyas pictóricas fundamentales de uno de los artistas más importantes del siglo XX.
Artista en movimiento
Una valor agregado de la exposición en Bellas Artes es que muestra a un Kandinsky, si no inédito, distinto a lo más conocido de su inconografía, con varios de sus primeros trabajos todavía ajenos a la etapa geométrica y de biomorfismo que le hicieron famoso. Fue un artista que, con sus viajes y su interés por las vanguardias europeas, permaneció en constante evolución a lo largo de sus cuatro décadas de producción.
Poco es sabido de Wassily Kandinsky tenía la peculiaridad sensorial de la sinestesia; es decir que, producto de una interconexión cerebral atípica, podía percibir distintos tipos de colores según los estímulos musicales a los que se exponía. Eso mismo estimuló su apetito y pericia por el arte sonoro y lo conectó de manera creativa con compositores como el alemán Richard Wagner y el vienés Arnold Schönberg, pero también condicionó, cada vez más, sus proceso creativos.
Son cinco los títulos en los que se divide la muestra y que abordan las distintas etapas del artista: Raíces rusas, La inundación del color, Sinfonías de Moscú, Abstracción geométrica y Microcosmos.
Las joyas presentes
La Sala de exposiciones temporales ha sido estabilizada a una temperatura de 21 grados centígrados. En cada uno de las secciones hay un termómetro y un dispositivo para mantener el ambiente estable. El cuidado de las piezas y de los ejemplares bibliográficos (además de De lo espiritual en el arte hay un ejemplar de El jinete azul) es escrupuloso.
La primera sección de la exposición es breve. Presenta algunas xilografías y linograbados ejecutados entre 1900 y 1907. Las composiciones escénicas de esa época son evocativas de lo medieval. Para un neófito de Kandinsky, incluso para alguien con nociones de su obra, resultaría inverosímil que esas obras son de su autoría si no es por sus fichas técnicas. Ahí están Dame (Dama, ca. 1900), una pequeña ilustración de una mujer con una atuendo tradicional, o el linograbado Noche de luna (1907), uno de los préstamos de la Tretyakov, que retrata a un mitológico dragón que se asoma por entre las olas bañadas en amarillo por la luz de la luna, y de fondo, las cúpulas de una ciudad medieval construida sobre un escarpado.
Pero también hay composiciones más complejas y tempranas que desmuestran el potencial cerebral de Kandinsky para abstraer la materia, como Lied (Canción o El canto del Volga) (1908), una pintura al temple sobre cartón, traída desde el Centre Georges Pompidou, que perpetúa, abundante en colores, una típica escena de embarcaciones típicas rusas y sus tripulaciones, todas reflejadas sobre las ondas del agua como si esta fuera invadida por decenas de lirios multicolores, totalmente fauvista.
Así como la anterior, las referencias de embarcaciones y, más tarde de jinetes, fueron el leitmotiv del artista ruso. El óleo Odessa port (El puerto de Odessa) (1890), totalmente diferente al anterior, es la obra más impresionista de todas, con colores dorados como del ángelus y una técnica que emparenta más con la de artistas del tipo deWilliam Turner.
Principio de abstracción
Hay pasajes portentosos, más que por su tamaño por su técnica, como el que se retrata en München. Schwabing (1901), una perspectiva de la ciudad en la que Kandinsky tuvo una estadía y que, desde la distancia adecuada, es posible percibir por su relieve que la obra difícilmente pudo haber sido pintada con pincel sino con la aplicación directa de pintura con una espátula.
De pronto aparece Improvisación 7 (tormenta), un óleo de 1910 que es una pintura automática propia del expresionismo abstracto en el que predominan los tonos verdes, que ya no presenta figura definida y que, por su compleja abstracción y la ausencia de una explicación por parte del artista, ha sido tema de discusión por más de 100 años sobre el tema que aborda.
Más adelante, un San Jorge (Rider. St. George, 1914-1915) enfrenta a un dragón para rescatar a la hija del Zar en una preciosa composición de colores con toques del pincel que rara vez se arrastra y que van coloreando la escena como pequeñas manchas.
Otra de las joyas de la muestra, de las muchas en las que Kandinsky renunció a la gravedad, es Overcast (Nublado, 1917), una completa abstracción con líneas más marcadas que propone la descomposición de la materia a partir de una gran ola que todo lo destruye: una analogía de los tiempos convulsos que dejó la Revolución bolchevique.
Más adelante, después de recorrer las acuarelas Pájaro de fuego (1916) y Pájaros exóticos (1915), totalmente abstractas, coloridas y faltas de gravedad, el espectador podrá conocer la etapa de Kandinsky como maestro de la Bauhaus, donde decidió incorporar la geometría, los colores más sólidos, las líneas entrecruzadas que trabajó durante su estancia en la escuela alemana entre 1922 y 1933, como la coyuntural serie Pequeños mundos (1922).
Por último, la exposición muestra la incorporación de casi todos los elementos anteriores en composiciones que tuvieron como protagonista al biomorfismo, compuesto por figuras orgánicas, abundantes en colores y totalmente abstractas, como Autour du cerde (Alrededor del círculo, 1940), un óleo y esmalte sobre tela traído del Guggenheim, con un fondo predominantemente verdoso y figuras en colores pastel que interactúan entre sí, se entrecruzan y se modifican, en una composición tan caótica como armónica.
Kandinsky. Pequeños mundos además ofrecerá un rico programa de charlas, sesiones didácticas e infantiles en torno a la obra, las varias corrientes adoptadas y la figura del célebre pintor ruso. Permanecerá en el máximo recinto para las artes hasta el 27 de enero de 2019.