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Garage Picasso: El método Potter de crítica de arte
Conviene ser Hufflepuff para dedicarse al arte... llegué a tan sesuda solución mientras recorría Zona Maco
Sea cosa de virtud o de desgracia, he llegado a la conclusión de que para ser artista más convendría haber nacido Hufflepuff que Gryffindor o Ravenclaw. Tal vez se podría tolerar un poco de Slytherin, pero sería una concesión moral imposible para un hufflepuffiano.
Estoy hablando en jerga de las novelas de Harry Potter, y antes de que el señor lector corra a la recámara de sus hijos por los libros o de plano deje de leer, me explico: en el universo Potter hay cuatro casas en la escuela de magia en la que estudia el protagonista; cuatro tipos de carácter. Los Gryffindor (Harry Potter y sus amigos) se distinguen por su valor, los Slytherin (los antagonistas), por su ambición. A los Ravenclaw les atraen los acertijos y las pruebas de inteligencia, son brillantes.
Los Hufflepuff son otra cosa. No los rige el hambre de gloria y poder y tampoco es que sean muy buenos de las entendederas. Nacer bajo el sino de los Hufflepuff significa haber nacido bueno, noble y, esencialmente, trabajador. Esos perseverantes Hufflepuff no le temen al trabajo pesado , canta cierto sombrero célebre.
Decía entonces que llegué a la conclusión de que conviene ser Hufflepuff para dedicarse al arte. Llegué a tan sesuda solución mientras recorría Zona Maco, la feria de arte contemporáneo que cada año se celebra en el DF (y en Monterrey en unos meses).
Zona Maco 2010 se distinguió de las anteriores por gozar de cierto aire de madurez. Antes la feria se decantaba por exhibir piezas de arte efectista: maniquíes con tripas de látex saliéndole por la cabeza. Mucha irreverencia, mucho desencanto, cierto ingenio, provocación por todas partes.
Eso era todo. Valor, ambición y hasta inteligencia: presentes, sí, creando arte fallido.
¿Cuál es el arte fallido? El que se olvida.
Sí, sé que lo anterior es asunto de discusión. A lo que me refiero es que ningún artista debería permitirse el lujo de crear piezas con urgencia, desechables, que desprecian la memoria. Hasta los seguidores del arte efímero (quizá especialmente ellos) valoran la perdurabilidad de la pieza en la mente y los ánimos de quien la mira y la vive.
Zona Maco me sorprendió por estar habitado este año por arte Hufflepuff: arte perseverante, obstinado, disciplinado. Piezas que no son fáciles de olvidar ni de entender, que exigen la atención sostenida del espectador y seguramente fueron producto de alguien que no le teme al trabajo pesado.
Y no me refiero a que sean de manufactura necesariamente compleja, sino que delatan lo más pesado del trabajo creativo: estar dispuesto a tomarse cierto tiempo y cierta distancia para capturar algo importante.
It takes a Hufflepuff, mboy , diría cierto director de escuela de hechicería.