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Arte e Ideas

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Frente al Covadonga

Soy una asidua del restaurante Covadonga. No sé por qué a los de mi generación les dio por convertirlo en un centro de reunión hípster-fresa-intelectural, pero así es.

Soy una asidua del restaurante Covadonga. No sé por qué a los de mi generación les dio por convertirlo en un centro de reunión hípster-fresa-intelectural, pero así es. Pedir una paella y una tortilla es acto que amerita una beca del Fonca. En las noches, veinteañeros y treintañeros llenan las mesas que en las tardes pertenecen a los remisos del exilio español y a familias de la colonia Roma.

Yo no soy hípster ni fresa (es la verdad), así que yo voy por la tarde, normalmente acompañada por mis papás y hasta el reviente comemos el menú de 5 tiempos que la casa ofrece. Yo pido una tortilla no muy cocida, la yema se riega cuando pasa por el cuchillo y se transforma en una especie de salsa que mezclada con mostaza: ambrosía de los dioses.

La comida del Covadonga no es la gran cosa, pero el lugar en el que está ubicado es uno de los más bonitos de la Roma. Justo enfrente del Covadonga hay un iglesia regia, con una gran torre, que parece estar ahí desde siempre. En realidad fue construida en 1910, cuando nació la colonia. Es jesuita, ahí reposa el Padre Pro. Es el templo de la Sagrada Familia. No soy católica, así que no sabría decir qué tan cómodo es como sitio de adoración, pero a mí verla me reconforta. Me ubica en una ciudad en la que amo vivir.

concepcion.moreno@eleconomista.mx

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