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Antes de que Internet arruinara todo

La novela anterior de Jarett Kobek, I Hate the Internet (Odio al Internet), escrito en 2016, fue una diatriba absolutamente divertida y auto vivencial contra la cultura tecnológica del área de la Bahía.

La novela anterior de Jarett Kobek, I Hate the Internet (Odio al Internet), escrito en el 2016, fue una diatriba absolutamente divertida y auto vivencial contra la cultura tecnológica del área de la Bahía. Especialmente la novela describe la forma en que la cultura ha cambiado tanto a San Francisco como a sus habitantes. Inteligente y acerba, Kobek contorneó la línea entre una novela convencional y un ensayo en forma de libro cuando interpuso la historia de Adeline, una artista de cómics. Kobek logró un golpe de efecto al ojo del lector a través de sucesos expresados por alteraciones tecnológicas.

Grandes especialistas de estudios culturales como Greil Marcus y Chris Kraus aplaudieron la obra de Kobek. El novelista Jonathan Lethem se preguntó si Kobek podría ser el Houellebecq americano , en referencia al gran Michel Houellebecq, el polémico autor francés cuya obra mezcla la trama con la polémica.

Ahora, con la publicación de The Future won’t be long (El futuro no será largo) una especie de precuela de I hate the Internet vemos a Adeline dos décadas antes viviendo en Nueva York. La retrospectiva es un medio para continuar la historia de un personaje mirando hacia atrás.

¿Usted ha estado buscando cuentos que retraten el libertinaje de la gran ciudad abastecida de drogas, situada en la era predigital, cuando MTV era rey, la gente todavía usaba líneas telefónicas fijas y los ligues se orquestaban en las pistas de baile en lugar de aplicaciones para citas? No busque más. A Adeline, como le sucede a Gatsby, le gusta decir cuando alguien le dice que no puede repetirse el pasado: ¿No se puede repetir el pasado? Por supuesto que se puede .

El humor de El futuro no será largo es mordaz, pero no lacerante. Su crítica de la cultura amoral de los clubes de los años 80 no puede resonar de la misma manera que la caída de nuestra cultura por el efecto digital. Curiosamente, por toda la miseria y degradación que representa, esta novela no puede dejar de provocar la nostalgia de un tiempo en el que nuestras vidas sociales no fueron mediadas enteramente por pequeñas pantallas; cuando Nueva York se sintió como el centro del mundo; y cuando la perspectiva de convertirse en un escritor parecía más fresca que convertirse en un desarrollador de software.

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