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El rezago educativo no es un número, es una tragedia
El rezago educativo afecta a 24.2 millones de mexicanos, limita la movilidad social y perpetúa la pobreza; sin educación de calidad, el país seguirá perdiendo talento y oportunidades de desarrollo económico y humano.
Antonio Domínguez Sagols | Columna invitada
En una gira de trabajo en el estado de Chiapas conocí a Don Manuel, un hombre de 54 años que trabaja como jornalero. Mientras conversábamos, me confesó con cierta pena que no sabía leer bien. “Aprendí a firmar, pero me cuesta mucho leer un recibo”, me dijo. En su voz no había queja, sino resignación, y pensé en lo injusto que resulta que millones de mexicanos carguen con esa misma condena silenciosa: no haber tenido acceso a educación de calidad.
Acaban de publicarse los resultados de la pobreza, y esta vez no fue Coneval quien los presentó, sino el INEGI, por primera vez en la historia. Y aunque los números pueden dar la impresión de avances, detrás de cada cifra hay historias como la de Don Manuel.
Pues sí, porque la educación de calidad y pertinente es el principal motor de la movilidad social. Es lo que impulsa los aumentos de productividad y el crecimiento económico; no hay política pública más poderosa que garantizar que las niñas, niños y jóvenes puedan acceder a mejores oportunidades a través del conocimiento.
Pero los datos nos muestran que seguimos estancados. En 2024, a nivel nacional, 24.2 millones de personas presentaron rezago educativo. El rezago educativo es una condición de atraso en el sistema educativo, donde una persona no ha alcanzado el nivel que debería tener, ya sea por no asistir a la escuela, abandonar los estudios o estar varios años por debajo del grado que le corresponde. Entre 2022 y 2024, el porcentaje de la población con esta carencia pasó apenas de 19.4% a 18.6%. La reducción es mínima si pensamos en el tamaño del desafío y en las generaciones que siguen perdiendo años valiosísimos de preparación.
Lo más preocupante es que seis estados incrementaron este indicador, encabezados por Chiapas (de 31.1 a 34.0%), Oaxaca (de 29.1 a 30.5%) y Veracruz (de 25.5 a 26.3%). Mientras tanto, Tabasco se mantuvo sin cambios, con 17.9%, lo que equivale a una parálisis que tampoco debería normalizarse. Cifras publicadas por el INEGI.
El rezago educativo no es una cifra fría para reportes técnicos. Es una tragedia que condena a millones de personas a seguir atrapadas en la pobreza, sin poder aspirar a un mejor empleo, sin poder innovar, sin poder competir en un mundo que exige cada vez más preparación. Y, peor aún, es una deuda acumulada que se hereda de padres a hijos, rompiendo de tajo la posibilidad de movilidad social.
Cada punto porcentual que sube o que no baja lo suficiente significa miles de historias truncas: jóvenes que abandonaron la escuela para trabajar, niñas que nunca tuvieron acceso a secundaria, adultos que enfrentan un mercado laboral que los margina por no tener un certificado. Es la pérdida de talento, de creatividad y de desarrollo humano que México necesita con urgencia.
No puedo dejar de sorprenderme cuando escucho a las autoridades decir que “vamos bien”. La pregunta que deberíamos hacernos es: ¿qué pasará con esos 24 millones de mexicanos que hoy están al margen del conocimiento? Porque en esa respuesta se juega no solo el futuro de ellos, sino el del país entero.
Mientras no entendamos que la educación no es un gasto, sino la mejor inversión social y económica, seguiremos condenados a administrar la pobreza en lugar de superarla. Si todo el gasto social fuera para educación, atenderíamos el problema de fondo.