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Políticos versus tecnócratas
Signos vitales Por: Alberto Aguirre M.
Para festejar su cumpleaños y el término de su periodo como comisionada ciudadana del InfoDF, María Elena Pérez-Jaén Zermeño, convocó a sus amigos a una cena, a la que acudieron no pocos perredistas.
Allí estaban el subsecretario del GDF, Juan José García Ochoa; el ombudsman capitalino, Emilio Álvarez-Icaza, y el presidente consejero del IFE, Leonardo Valdés Zurita. En otra órbita, aunque con la coincidencia de practicar un ideario progresista, promotor del respeto y el diálogo por encima la cerrazón y el inmovilismo, también estaba el senador Arturo Núñez Jiménez.
Incontrovertible arquitecto del aparato electoral, el tabasqueño se ha convertido en un legislador juicioso. Muy pocas veces, sin embargo, exhibe públicamente su verdadera pasión, que es la administración pública. Una de esas raras ocasiones la propició Jorge Chávez Presa, con quien tuvo un intercambio afectuoso -pero no menos intenso- la noche de ese jueves, cuando apenas se conocían algunos detalles de la propuesta calderonista de Presupuesto para el 2010, pero las señales existentes apuntan a un incremento impositivo, ya sea en el IVA, el ISR o los IEPS.
Pesos completos , economistas puros, a Núñez le falta ser gobernador de Tabasco y a Chávez Presa ser titular de la Secretaría de Hacienda. En su diagnóstico de la situación nacional tienen más en común de lo que reconocen públicamente. Meticuloso, el Senador tabasqueño se remontaba a la era lopezportillista, cuando se instauró el IVA y recordó que fueron los tecnócratas quienes mantuvieron -en la bonanza petrolera- la tasa cero en el consumo. Y trajo a la memoria de los presentes a Guillermo Prieto Fortún, fiscalista extraordinario, marginado por por los gobiernos neoliberales.
La perspectiva de que suban los impuestos, definió Arturo Núñez, se agrava por la amenaza de un estallido social. Pero si hubiera protestas callejeras, serían ante el Palacio Nacional, no en la casa de Carlos Slim o Roberto Hernández.
La gente culpa a los políticos del empeoramiento de la situación económica , remarcó, pero en realidad, estamos como estamos por culpa de los tecnócratas, que llevan dos décadas de errores y omisiones .
Chávez Presa se puso el saco y rechazó el comentario. Aquí no sabremos si convenció a Núñez o al revés. Esta anécdota, en cambio, sirve para ilustrar el estado de ánimo imperante, justo cuando el sexenio de Felipe Calderón llega a la mitad de su sexenio. En los extremos están las expectativas cifradas en la Legislatura entrante y la desconfianza imperante, respecto de las capacidades del Ejecutivo federal, concentrado en crear enemigos, repartir culpas y demonizar a sus adversarios, más que en hacer eficientemente su trabajo.
Felipe Calderón tiene que presentar su Tercer Informe pero antes exige que no se le critique, porque entonces se critica a México. Chovinismo puro, con el mismo propósito e intensidad que el practicado hace tres años, cuando se indujo la polarización electoral instigando a quien se calificó como un peligro para México .
Nada ha cambiado en el estilo definido los calderonistas. Aunque muchos de sus antiguos aliados y apoyadores han brincado al bando de los criticadores. Claudio X. González y Armando Paredes se encargaron de verbalizar el sentir de la clase empresarial, aterrada por la amenaza de un estallido social, que definió muy bien la decada de los diputados, Ifigenia Martínez, maestra de muchos de los tecnócratas que llegaron al poder.
La disputa entre políticos y tecnócratas se vive con mayor intensidad al interior del PRI. Al día siguiente de la cena de Pérez-Jaen, la plenaria del grupo parlamentario en la Cámara de Diputados pospuso la aprobación de su agenda legislativa .
La propuesta, incubada por un grupo de trabajo encabezado por el mismísimo Francisco Rojas desde la Fundación Colosio, fue juzgado como incompleto por la mayoría de los diputados. De nada valió el voto de confianza pedido por Sebastián Lerdo de Tejada - la opinión pública dirá que no trabajamos -, argumentaba al documento. Primera gran derrota de los paredistas en San Lázaro. Lo paradójico es que el énfasis de la agenda priísta está en lo económico.
Como hace seis años, pareciera que el Presidente panista tendrá el respaldo de los líderes de la bancada priísta. Y, como ocurrió aquella vez con la reforma estructural promovida por los foxistas, al interior de la fracción se perfila un bloque negado a pagar el costo político de golpear, con más impuestos, a la población.
Para ellos no vale la pena hacer el trabajo que no ha podido desarrollar el gobierno federal, demasiado preocupado por el acuerdo popular, que raya en la hipocresía con su esfuerzo por cancelar los dispendios de la alta burocracia.
Si, en cambio, toman en cuenta los escandalosos niveles de pobreza en los que vive la mayoría nacional y el riesgo de un inminente estallido social no sólo se darán cuenta de que vale la pena, sino de que el camino para que regresen a Los Pinos quedaría pavimentado.