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Opinión

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El adiós de Messi, una pesadilla que ningún culé quería imaginar

En un mundo (club Barcelona) que parece de ficción porque se vive como un sueño, pero que en realidad sucede, Messi es una leyenda viva para el barcelonismo porque, como dijo algún día Luis Enrique, es tan “decisivo incluso cuando está en casa cenando”.

En Cataluña, y sobre todo en tiempos del proceso independentista, todo se politiza. Las diferencias entre Messi y el presidente del club Josep María Bartomeu han sido llevadas al extremo con sucesos de una guerra civil. Bajo el canon de la ortodoxia no se le puede llamar por teléfono al mejor amigo de Messi y triunfador inobjetable en el club, Luis Suárez, para pedirle que abandone su casa en pocas horas porque no volverá a portar la camiseta culé. Tampoco se puede dejar ir a Neymar (2017) a la Torre Eiffel en el momento de plena sincronización con Messi. Desde ese día Messi incluyó la claúsula atómica a su contrato: me voy cuando yo quiera.

Con Messi no se puede jugar con los adjetivos. Pep Guardiola lo dijo: “A Messi no se le pueden poner adjetivos. Yo no tengo más, se me han terminado”. El determinismo maldito hizo coincidir al mejor jugador de la historia del Barcelona con el peor presidente del club.

En el barcelonismo existe la sensación de que hay que guardar tres días de luto después de la bomba que dejó caer Messi la tarde de ayer 25 de agosto. Se va del club, pero se queda la mejor época del Barcelona en más de 100 años de historia: 10 ligas, 4 Champions, 6 copas del Rey, 3 mundiales de clubes, 3 supercopas de Europa, 8 supercopas de España. Son 34 títulos para el club. Anotó 634 goles en 731partidos.

El diferendo entre Messi y Bartomeu revela que la política es el destructor más eficiente de la fantasía. España vivió sus mejores momentos futbolísticos en la historia cuando Messi y Cristiano Ronaldo se enfrentaban en las canchas bajo los planteamientos técnicos de Guardiola y Mourinho. Jordi Puntí, autor del libro Todo Messi recuerda el pensamiento de John Carlin sobre ambas figuras: “Cristiano es un delantero centro por naturaleza, “el mejor nueve del mundo”, y lo demuestra en esta última fase de su carrera, pero también decía que le iría bien aprender a reírse de sí mismo, “porque es un nueve que nunca llegará al diez”. El primer territorio”.

Jordi Puntí también escribe sobre el momento fatídico del adiós provocado por berrinches de la biología o por Bartomeu: “Tenemos detrás una generación de futbolistas irrepetibles que se ha impuesto a nuestra imaginación. Nos la ha educado (...) pero por suerte sin limitarla: también hay lugar para las fantasías de Messi, para los remates imposibles de Suárez. La suerte y la desgracia de este estilo es que, cuando un jugador se va, o se retira, su presencia tarda más en esfumarse”.

La primera firma de Messi en el Barcelona ocurrió el mediodía del 14 de diciembre del año 2000. Tenía 13 años. Se trataba del precontrato y lo hizo en una servilleta. El escenario fue en el restaurante del club de tenis Pompeia, al pie de Montjuic. Se encontraban dos representantes de jugadores llamados Horacio Gaggioli, Josep M. Minguella y Carles Rexach, entonces secretario técnico del Barcelona.

Lo que ocurrió ayer 25 de agosto, recuerda el pasaje de la servilleta. Messi se despide de una manera indolente frente al barcelonismo, pero cargada de furia contra Bartomeu. Como si el burofax tuviera la forma de una servilleta. La salida de Messi del Barcelona es la peor pesadilla que los culés se imaginan. La fecha se precipitó, tal vez, por la pueril gestión de Bartomeu, pero el Barcelona es “más que un club”, y Messi tendría que explicar en una conferencia de prensa la ruta crítica que nos lleva a los culés al desasosiego. Una orfandad que durará más que lo que dura el nuevo coronavirus.

Ayer, el presidente catalán Quim Torra dedicó un tuit a Messi: “Cataluña será siempre tu casa. Muchas gracias por todo este tiempo de felicidad y de un futbol extraordinario. Hemos tenido la suerte de compartir unos años de nuestras vidas con el mejor jugador del mundo”. Con Messi, el Barcelona fue un ente supranacional y supraemocional.

faustopretelin@eleconomista.mx

Fue profesor investigador en el departamento de Estudios Internacionales del ITAM, publicó el libro Referéndum Twitter y fue editor y colaborador en diversos periódicos como 24 Horas, El Universal, Milenio. Ha publicado en revistas como Foreign Affairs, Le Monde Diplomatique, Life&Style, Chilango y Revuelta. Actualmente es editor y columnista en El Economista.

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