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El Día de la Victoria: ¿quién venció a los nazis?
El 8 de mayo debería ser uno de los días más importantes en todo el mundo. Es el Día de la Victoria, es decir, la rendición de Alemania frente a los aliados. ¿Quién no ha visto las imágenes de un Times Square totalmente lleno de gente que se besa, que grita y que festeja? El 8 de mayo se celebra la caída del régimen más vil, abyecto, brutal, degenerado e impío que jamás ha existido: los nazis. Esa noche en Berlín, el mariscal alemán Wilhelm Keitel presentó la rendición incondicional ante el general soviético Georgi Zhúkov.
El propósito de los nazis era matar a doce millones de judíos que vivían en Europa. Para ello crearon una fuerza, los Einsatzgruppen, escuadrones de exterminio que acabaron con la vida de más de un millón de judíos. Sólo en el episodio de Babi Yar, en Kiev, los nazis, en una sola operación, fusilaron a todos los judíos de la ciudad (más de treinta mil). Este sistema era lento y, para los estándares alemanes, poco eficiente. Requería una gran cantidad de soldados y muchas balas. Los nazis obligaban a los judíos a cavar zanjas y luego los fusilaban. Hay una anécdota según la cual Himmler presenciaba una de estas ejecuciones cuando una mujer judía se acercó corriendo hasta él para suplicar piedad para ella y su hija; un soldado nazi las asesinó en el acto y la sangre de estas víctimas manchó el uniforme de Himmler. Según se dice, el gerifalte nazi se desvaneció. Ahí surgió la idea del exterminio industrializado y masivo de todos los judíos de Europa, lo que se conoció como “La solución final”.
Increíble que el pueblo alemán haya permitido que un grupo de locos degenerados lo condujeran a su propia destrucción, más aún si consideramos que los alemanes eran (y son) uno de los pueblos más cultos y civilizados del mundo.
La eficacia alemana es por todos conocida: en unos cuantos años alcanzaron el 50% de su objetivo: más de seis millones de judíos exterminados. Y lo alcanzaron en situaciones muy adversas, porque desde mediados de 1942 los soviéticos demostraron que los nazis no eran invencibles: desde finales de ese año era previsible que perderían la guerra. Así que aun bajo la adversidad, el aparato nazi fue brutalmente eficaz.
El punto de quiebre de la segunda guerra mundial fue la invasión de la Unión Soviética. Claro que los británicos y los americanos contribuyeron a la victoria, pero quienes se llevaron el mayor desgaste y el mayor sacrificio fueron los soviéticos. Leningrado y Stalingrado fueron el principio del fin. 700 años después de que los caballeros de la Orden Teutónica fueran derrotados por Alexander Nevsky en su intento por apoderarse de Rusia (1242), las fuerzas nazis volvieron a fracasar.
El ejército alemán sometió a la población de Leningrado, cuyo sitio comenzó en agosto del 41, a un terrible cerco con el objetivo de matarla de hambre. Hitler pensaba que ocupando Leningrado tendría el control del Báltico norte. Por otro lado, al sur, Hitler envió al 6° ejército a tomar Stalingrado, porque controlando esta ciudad tendría acceso a los hidrocarburos del Cáucaso. La más sangrienta y despiadada de todas las batallas en la historia de la humanidad fue la llamada Batalla de Stalingrado. A fin de cuentas, los nazis no fueron capaces de controlar un frente que iba desde el Cáucaso hasta el Báltico. En suma, los alemanes no pudieron con los soviéticos. Paulus, comandante en jefe del 6° ejército, recibió la orden de Hitler de no capitular: “le prohíbo rendirse”, gritó. Hitler estaba fuera de la realidad. Paulus se rindió a los soviéticos el 31 de enero de 1943. Desde ese momento quedó claro que los aliados ganarían la guerra.
El 8 de mayo es un día muy importante para el mundo libre. Es la gran fiesta patriótica de los rusos, aunque ellos la celebran el día 9. Como sea, es un día para celebrar la luz, la libertad y la esperanza. Es un día para que nos quede claro que no deben existir nazis en el mundo.