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Cambio en la UNAM
Antes que nada, como siempre, es mejor comenzar con un descargo de responsabilidad: soy investigador de la UNAM desde hace años, así que estoy interesado en lo que sucede dentro de la institución donde estudié y hoy investigo y enseño. Dicho lo anterior, les ofrezco un breve recuento del estado de cosas: el Rector de la universidad termina su encargo a fines de este año y, dado que cumple dos periodos al frente de la rectoría, la Junta de Gobierno debe escoger a un nuevo Rector, por normativa. El proceso de selección comenzará el lunes 21 de agosto, cuando se publique la convocatoria correspondiente. Ya varios universitarios han levantado la mano abiertamente para competir por el cargo; de otros tantos suenan sus nombres. Hay perfiles de continuidad y perfiles de cambio.
Entre los debates que se vienen, hay quienes quieren poner sobre la mesa, por ejemplo, la forma en la que escogemos Rector, que para muchos parece poco democrática, debido a que la elección recae en los quince miembros de la Junta, que a su vez son elegidos por el Consejo Universitario y, en algunos casos, por la propia Junta. Para ofrecer una comparación, los integrantes de dicho órgano se eligen, más o menos, como los magistrados de la Suprema Corte, que no son votados directamente. Una diferencia, eso sí, es el desequilibro que tiene de origen la conformación del Consejo Universitario (como si los secretarios de estado tuvieran voto en el Senado), donde la jerarquía universitaria está, me parece, sobrerepresentada. En ese sentido es un Consejo con los dados cargados hacia el poder. Esto otorga estabilidad pero sacrifica legitimidad. Sin duda, a los universitarios nos tocará revisar el procedimiento de elección de Consejeros Universitarios, Miembros de la Junta y del Rector. Sin embargo, no creo que sea asunto especialmente urgente. La UNAM tiene temas más importantes que resolver. Uno entre muchos es el de rendición de cuentas de aquellos que ocupan puestos académico administrativos, como las direcciones de los Centros de investigación. A sus directores, cosa que no sucede en Institutos y Facultades, los escoge el Rector, no la Junta, y en sentido práctico es solo el Rector quien los puede llamar a cuentas. Pero para que los integrantes de los Centros tengan la posibilidad de exponerle al Rector sus impresiones con respecto a la forma en que se dirigen sus dependencias, la cosa es complicada: hay intermediarios que comunican las preocupaciones como mejor entienden, lo que las diluye. Reunirse con el Rector es algo que difícilmente sucede y así, los directores autoritarios y arbitrarios (los que lo son), avanzan impunes durante sus gestiones.
Desde mi perspectiva, la tan mentada democratización universitaria no pasa solo por cambiar los métodos de elección del Rector y los miembros de la Junta, sino, de manera más importante, por darle mayor peso a las decisiones de los cuerpos colegiados, e incluso dotarlos de más atribuciones. Piensen ustedes que hay dependencias académicas que cuentan con Consejos Internos nombrados, esos sí, por voto directo que, sin embargo, son meros órganos de opinión, según la legislación universitaria. Es decir, lo que deciden se puede o no tomar en cuenta por los arbitrarios y autoritarios directores (los que lo son, insisto). La UNAM es muy grande como para que una sola persona, el Rector, pueda atender los asuntos de sus Centros (por seguir con el ejemplo). Necesitamos imaginar otras formas de tomar decisiones al interior de las distintas dependencias, donde pese lo académico y no los vínculos políticos.
Red social X: @munozoliveira