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Todo fuera como eso: Los idus que se han ido
A Thorton Wilder le importa poco colgarse el título de narrador histórico y más bien subordina los hechos que algún día, juran los libros, sucedieron, a una suerte de verdad artística de muy efectiva estructura literaria
Comienza la novela con el asesinato de Julio César en el Senado, en la hora tercia del fatídico día 15 de marzo. Los idus de marzo, como justamente tituló su autor, Thorton Wilder, a tan magna obra. Apta para leer antes de la primavera. Perfecta para reflexionar, para bordear temas que, aunque incómodos, son esenciales para la vida.
Considerada como la gran novela sobre el Imperio Romano, Los idus de marzo es otra cosa. Si bien es cierto que recrea el marco social y cronológico de los acontecimientos previos al asesinato de Julio César y escribe sobre Cicerón, Cornelio Nepote, Cleopatra, Catulo y muchas otras estimulantes figuras, a Wilder le importa poco colgarse el título de narrador histórico y más bien subordina los hechos que algún día, juran los libros, sucedieron, a una suerte de verdad artística y de muy efectiva estructura literaria. Sus recursos como narrador epistolar apuntalan su intención psicológica, con medios lingüísticos extraordinariamente poéticos, desarrolla un entramado sutil de las relaciones espirituales de los últimos días de la República romana y, de paso, comparte sus ideas sobre el amor, la muerte y la traición. Los tres temas de toda la literatura.
Pero la historia verdadera- o en su defecto la que cuenta la leyenda- fue así; en el año de 44 a. C. abatido por una docena de puñaladas, Julio César, emperador de Roma, murió en la sede del senado sin poder creer que uno de los asesinos era Bruto, su hijo adoptivo. En el calendario romano esta fecha correspondía a los llamados idus de marzo. Los idus, en general, eran días de buenos augurios que tenían lugar todos los días 15 de marzo, mayo, julio y octubre y en el día 13 del resto de los meses. La fecha, que cambió de significado y de sentido después del asesinato de Julio César fue considerada por los siglos de los siglos por venir- como de mala suerte. Ya después, mucho antes de Thorton Wilder, los escritores se dieron vuelo con la muerte sangrienta del emperador más poderoso de la antigüedad. Según el autor griego Plutarco, César había sido advertido del peligro, pero había desestimado todas las advertencias Y William Shakespeare, en su obra Julio César, coincide con el griego. El sofista Artemidoro falla en su intento de prevenirle y Calpurnia, su mujer, advertida por un sueño, suplica en vano a César que no vaya al Capitolio en los Idus de marzo. El final ya lo sabemos.
En Los Idus de Marzo de Wilder, el tejido de la trama narrativa es distinto. Julio César queda retratado como un hombre que dando un paso adelante de su tiempo, no se arredra contra la incomprensión y el mundo de intrigas y odios que despiertan sus acciones. Acostumbrado a inspirar aborrecimientos, acepta que tres de los cuatro hombres a quienes más respeta en Roma, lo miren con mortal enemistad. No tiene miedo. Porque no logra ver en el fondo de su alma. Y mucho menos, como dijo el clásico, que hay puñales en las sonrisas de los hombres y cuanto más cercanos son, más sangrientos. Al leer este libro, no se puede dejar de lado -casi dolorosamente que Julio César escribió alguna vez, sin saber de la profecía de sus palabras, que los cobardes agonizan muchas veces antes de morir y los valientes ni se enteran de su muerte.
Todo fuera como eso. En este año y ahora mismo los idus de marzo ya se fueron. Puede ya leer este gran libro.