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Arte e Ideas

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Rodolfo Usigli, vigente

"El gesticulador", de Usigli, una obra capital en el teatro mexicano (primera que se monta en el nuevo Foro Cultural Chapultepec) cuenta con actuaciones relevantes a cargo de Juan Ferrara, Verónica Langer, Jorge Ávalos y Joaquín Garrido. Lo más impactante de la puesta en escena la encontramos a nivel temático y moral.

Fue en 1947 cuando el llamado alemanismo sufrió su más fuerte crítica, desde el arte, no de vanguardia, sino un arte cargado de realismo con el estreno de la obra de teatro "El gesticulador", de Rodolfo Usigli, una obra capital en el teatro mexicano, montaje que no duró más de dos semanas en escena luego de ser cancelada por el gobierno de Miguel Alemán.

Hoy como ayer, la crítica hacia los sistemas políticos inoperantes es más que pertinente. Por eso, la actual puesta en escena de El gesticulador (primera que se monta en el nuevo Foro Cultural Chapultepec), llama la atención de inmediato. Lo mínimo que se le puede exigir a este costoso montaje es estar a la altura crítica y dramática de la obra de Usigli. La obra cumple (el texto es infalible) pero algunos detalles la hacen cojear en su resolución.

Las actuaciones son relevantes: Juan Ferrara (César Rubio) es muy convincente; Verónica Langer (Elena, esposa de Rubio) maneja los tiempos y el tono con maestría; Jorge Ávalos (licenciado Estrella) pone el talento fino; Joaquín Garrido (general Navarro) da mucha fuerza, y los jóvenes José María Mantilla (Mario) y Damayanti Quintanar (Julia), entregan cuentas favorables. En cambio, la escenografía es inadecuada para el contexto en que se sitúa la obra.

El argumento usted lo conoce: un profesor de Historia se hace pasar por un héroe revolucionario perdido, César Rubio, (por obra de la casualidad tiene el mismo nombre) y al encarnar el papel del revolucionario alimenta las ilusiones populares convirtiéndose en el candidato del partido oficial.

Lo más impactante de la puesta en escena la encontramos a nivel temático y moral: el público reacciona porque ve en los personajes una máscara que quisiera no reconocer pero que en el fondo se sabe de memoria.

El gesticulador es testimonio de una época que inició con el entierro de la Revolución, un entierro sin tiempo y que por tal motivo no termina, una crítica sin concesiones que hay que leer como la autopsia de un animal masacrado a balazos como los miles de hombres que en México mueren hoy en día. El espíritu de Usigli pervive como la crítica directa y no displicente contra un sistema caduco y un discurso que se sustenta en la mentira.

aflores@eleconomista.com.mx

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