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¿Votar?

Ezra Shabot | Línea directa
El voto libre y contado es la máxima expresión de una democracia. Votar para elegir a miembros del Poder Judicial es confundir las funciones de los tres niveles de gobierno. Si la interpretación de la ley y la impartición de justicia es función exclusiva de jueces, magistrados y ministros, éstos no pueden ocupar un cargo que los comprometa a seguir el mandato de los electores.
En todo caso, la elección del próximo domingo no se enmarca en ninguna de las modalidades incluidas en un sistema democrático. Se trata de unos comicios supuestamente ajenos a los partidos políticos y en donde éstos participan de forma abierta. Los votos no serán contados por los ciudadanos y la complejidad de la boleta asegura a Morena, el partido con más estructura corporativa, un triunfo de sus candidatos comprometidos con obedecer los dictados del Ejecutivo.
Es por ellos que en las zonas donde el crimen organizado controla todo, sus candidatos serán los ganadores y por supuesto estarán a disposición de sus dueños sin importar si existen otras estructuras legales.
Ante este escenario la pregunta que se hace el ciudadano común y corriente sobre si acudir o no a la urnas el 1 de junio tiene una respuesta clara. Ni la autoridad electoral, léase el INE o el Tribunal tienen capacidad de validar estos comicios, ni los votantes la certeza de que su voto tendrá un valor real en el conteo de las urnas. Estamos regresando a las épocas donde las elecciones eran únicamente un formalismo para legitimar la decisión presidencial tomada con anterioridad.
Hemos perdido no únicamente la posibilidad de contar con un cuerpo profesional de impartidores de justicia, sino prácticamente estamos ante la destrucción de una autoridad electoral cooptada por la presidenta, e incapaz de contradecir las órdenes provenientes de Palacio Nacional. En este sentido realmente no importa si uno vota o no lo hace. La decisión sobre quién obtiene el puesto de juzgador está en los llamados “acordeones” diseñados por Morena y que responden a la voluntad presidencial.
En todo caso la prueba de fuego de esta farsa electoral es para la propia Claudia. En unos días sabremos si fue capaz de operar el reparto de posiciones de manera tal que ella sea quien controle el poder judicial, o si los pequeños caudillos y criminales regionales se convierten en los ganadores de esta apuesta suicida de la 4T.
De una u otra forma, el Estado de derecho está a punto de colapsar para constituirnos en una jungla salvaje donde impere la ley del más fuerte, y un caos difícil de revertir.
Votar es perder el tiempo y validar la destrucción de la República.