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La Tour D'Europe

Hannia Novell | Columna Invitada
La austeridad fue un traje prestado que los militantes de Morena usaron mientras les sirvió para legitimar su poder ante una base social empobrecida, cansada de políticos corruptos y del derroche descarado de gobiernos anteriores.
Fue una máscara, una herramienta para consolidar un relato político que buscaba dividir al país entre los buenos y los malos, entre los ricos y los pobres, entre los de arriba y los de abajo.
Ahora, con el control del aparato del poder en sus manos, los nuevos de arriba se parecen demasiado a los viejos y se comportan como la élite que decían combatir, con cinismo y doble moral.
Se toman selfies en terrazas madrileñas con vista al Palacio Real, se broncean en yates frente a las playas de Ibiza o descorchan champagne en los callejones de Lisboa.
Todos han caído en la tentación y el discurso de austeridad ha perdido sentido. El heredero del expresidente, Andrés Manuel López Beltrán, fue captado en el restaurante del Hotel Okura Tokyo, en Japón; Ricardo Monreal, en la cafetería del hotel Rosewood Villa Magna, en Madrid; y Mario Delgado en el hotel Pousada de Lisboa, en Portugal.
No se trata de determinar si tienen derecho a vacacionar, sino del cinismo de predicar austeridad mientras se vive en la opulencia. Hoy, los destinos favoritos de los morenistas no son La Habana ni Caracas. Son Roma, París, Madrid, Lisboa. No despegan desde el AIFA ni vuelan en Mexicana. No duermen en los hoteles del Ejército ni se trasladan en los vehículos austeros. El socialismo terminó en una boutique de la Gran Vía o en una reservación en el Nobu Hotel Ibiza Bay.
El mensaje que envía la cúpula del partido Morena es devastador para la llamada Cuarta Transformación. Cada viaje, cada comentario desde el privilegio, le roba el alma al proyecto de la 4T y erosiona la idea de que gobiernan con y para el pueblo.
Pero también, cada foto le brinda a la Presidenta Claudia Sheinbaum la grandiosa oportunidad de tomar el control del Gobierno y hacer a un lado las imposiciones que le heredó Andrés Manuel López Obrador, como las corcholatas que le han jugado las contras en el Poder Legislativo, los personajes incómodos en el gabinete y los dirigentes partidistas que se asumen como los verdaderos herederos del movimiento de la transformación.
En Palacio Nacional no se ha visto incomodidad ni indignación. Hasta parece que la Presidenta disfruta la exhibición pública de los excesos de sus compañeros de partido. Con templanza, sin gritos ni sombrerazos, Sheinbaum dice que el poder se ejerce con humildad.
Y también con sangre fría. ¿Quién mejor que el Instituto Nacional de Migración para identificar qué funcionario salió del país, si salió en vuelo privado o en la primera clase de un vuelo comercial, si viajó acompañado de la familia, solo o con algún otro personaje de interés?
¿Los proveedores del Gobierno tienen alguna relación con los viajes y la estancia en el extranjero de la crema y nata del Gobierno morenista? ¿Quién ha tomado las fotografías del pecado?
Hay grupos de élite que podrían estar realizando este seguimiento, que en otros tiempos se llamaría espionaje político. La pregunta es si este marcaje personal es obra de colaboradores de confianza de Omar García Harfuch en la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, de integrantes del círculo cercano al General Ricardo Trevilla en el Ejército mexicano o es una tarea a cargo de Francisco Almazán del Centro Nacional de Inteligencia. ¿Quién será? Piensa mal y acertarás.

