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Prohibido mentir

L.M. Oliveira
Otro caso de ataque a la libertad de expresión. Esta vez por parte de una escritora, Sabina Berman, que si bien no es funcionaria pública, lleva años defendiendo a la Cuarta Transformación. No sé si podamos nombrarla como intelectual del régimen o decirlo sea una mentira. El asunto es relevante por lo que propuso: “Nos conviene a todos ponerle límites a la libertad de publicar. Igual que imprimir dinero en tu garaje y luego hacerlo pasar por bueno es un delito y amerita cárcel, como sociedad necesitamos acordar reglas y sanciones para que la prensa no mienta”.
Quiero aportar algo al debate público que ella misma propone. Para empezar, es importante señalar que no es fácil determinar qué de lo que se publica es una mentira. Para llevar a cabo esa determinación debemos establecer qué entendemos por mentira. Va una propuesta ortodoxa: mentir es afirmar algo que se sabe falso, con intención de engañar. Para probar que algo es mentira, entonces, habría que mostrar que el supuesto mentiroso sabía que lo que dijo es falso y que además lo dijo para engañar. Está difícil. Más aún en el oficio periodístico, en donde el periodista confía en sus fuentes, ya sean documentos que parecen verdaderos, o el dicho de una persona que antes ha sido confiable. ¿Qué pasa si lo que publica resulta falso porque la fuente resultó estar equivocada? ¿Mintió el periodista? Otro caso: supongamos que el periodista se equivoca, reporta mal una cifra, ¿mintió? El asunto se complica más todavía porque los periodistas suelen publicar información en desarrollo, donde puede pasar que se publiquen datos preliminares que después resultan falsos.
A estas complicaciones, que son apenas unas cuantas, debemos sumar un tema difícil, ¿cuál será el tribunal que determine qué es mentira y qué no? ¿Lo votaríamos, igual que a los jueces? Vaya peligro, podríamos terminar con un tribunal partidista que juzgue como mentira todo lo que ataca al poder. Y esa puerta va directo a la censura.
Quizá lo que deberíamos hacer, en lugar de intentar censurar las mentiras de la prensa, es fortalecer la calidad del periodismo. Para ello, entre otras cosas, debemos dotarlo de mecanismos de verificación. Y para que la prensa pueda cumplir mejor su función, necesita acceso a información veraz; justo ahí, tras la desaparición del INAI y el surgimiento de Transparencia para el pueblo, estamos en retroceso. Y es que según Artículo 19 el nuevo organismo ha desechado el 99.6 por ciento de recursos de revisión que ha atendido.
A quienes sí debemos castigar si mienten es a los funcionarios públicos. Al mentir sobre lo público violan el derecho constitucional de acceso a la información y una larga serie de normas vigentes.
Es bueno tener cuidado con las confusiones entre categorías. El daño que causa la impresión de billetes falsos no se puede comparar con el daño de las mentiras en la prensa: el primero es automático; el segundo es indirecto, debatible y no siempre doloso. Es un argumento tramposo.
Por último, quiero invitar a los lectores a la presentación de mi libro “El grito sagrado, un ensayo sobre la libertad” que se llevará a cabo el 2 de septiembre en la Gandhi de Miguel Ángel de Quevedo, a las 19:00. Me acompaña el doctor Garza Onofre. Hablaremos de este y otros temas.

