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Potencial y realidad del 5G

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OpiniónEl Economista

José F. Otero

Como siempre ha sido el caso desde que se comenzó a utilizar el apelativo de "generación"; para denominar a una nueva tecnología móvil, su última entrega, la tecnología 5G, ha sido aclamada como la próxima gran revolución en conectividad. Comerciales, discursos, estudios y hasta “espejitos” prometen velocidades ultrarrápidas, baja latencia y la capacidad de conectar una multitud de dispositivos simultáneamente.

Lo importante es saber que, en países como China, Alemania y Corea del Sur, ya se han implementado soluciones avanzadas que aprovechan las capacidades de esta tecnología. Esto podría dar la impresión de que, si en México y el resto de América Latina no se avanza rápidamente con 5G, el retroceso sería inminente, como si regresáramos al mundo de los Picapiedra… y no precisamente para pedir taquitos de brontosaurio.

La adopción de 5G enfrenta desafíos significativos que van más allá de la infraestructura tecnológica. Por ejemplo, el bajo poder adquisitivo de una parte considerable de la población.

La implementación de 5G no solo depende de la disponibilidad de redes o espectro, sino también de la capacidad económica de los usuarios para acceder a dispositivos compatibles y servicios asociados. En muchos casos, el costo de un teléfono inteligente capaz de aprovechar las redes 5G supera el salario mensual de muchos consumidores.

Si se hiciera una encuesta entre usuarios de 5G, seguramente la mayoría no podría mencionar una ventaja clara respecto a su experiencia previa con LTE, no en velocidad, sino en el tipo de nuevas aplicaciones que antes no utilizaban. ¿Qué aplicación, accesible mediante 5G, no es soportada ya por 4G?

Hasta el momento, no existen aplicaciones de uso masivo que justifiquen una migración generalizada hacia esta nueva tecnología. Estas aún no se comercializan en América Latina. A diferencia de lo que ocurrió con 3G o 4G, el consumidor que no cuenta con 5G no siente que se está perdiendo de algo importante.

Obviamente, esta realidad trae como consecuencia una adopción pausada de líneas móviles 5G utilizadas por personas. Si se considera que la infraestructura necesaria para soportar 5G requiere inversiones significativas, se puede entender por qué algunos operadores móviles están reacios a expandir rápidamente la cobertura de sus redes, sobre todo en zonas rurales o remotas que aún carecen de conectividad básica. Implementar 5G en estas zonas sin haber consolidado previamente tecnologías como 4G es una inversión ineficiente y poco rentable.

Sin embargo, es importante reconocer que 5G tiene el potencial de impulsar el desarrollo económico y social en América Latina. Aplicaciones en telemedicina, educación a distancia y agricultura inteligente podrían beneficiar enormemente a comunidades marginadas. Ejemplos viables y adaptables a corto plazo en la región incluyen la educación virtual inmersiva en zonas urbanas y periurbanas, con pilotos realizados en Colombia y Perú usando realidad aumentada para formación técnica. No obstante, la tecnología necesaria para lograr esa inmersión precede al 5G. El problema no es técnico: es económico. Hay que poder pagar estos sistemas, su funcionamiento, el software, los dispositivos que se conectan a ellos y su mantenimiento.

Otro ejemplo que se suele citar es el uso de drones para control de cultivos y monitoreo ambiental, ya utilizado en Brasil y Argentina en el sector agroindustrial. Esta es, en efecto, una aplicación inmediata y rentable, pero para grandes extensiones de cultivo. Eso deja fuera a la gran mayoría de los agricultores en América Latina, quienes desgraciadamente viven al borde de la pobreza.

Intentar justificar el lanzamiento y expansión de 5G con base en sus beneficios para el mercado masivo no se sostiene frente a la realidad. Las grandes promesas de 5G como catalizador de la transformación digital al abaratar otras tecnologías aún no se han materializado. El problema es la falta de conocimiento sobre cuáles son las soluciones que realmente pueden impactar positivamente los diversos sectores productivos al ser adoptadas por grandes empresas.

Quizás una buena iniciativa de la nueva autoridad reguladora, la Agencia de Transformación Digital y Telecomunicaciones (ATDT), sería analizar cómo el uso de las tecnologías digitales podría incrementar la eficiencia y productividad de los distintos sectores verticales de la economía. Este análisis debería extenderse a todas las dependencias del gobierno, con el objetivo de acelerar procesos, aumentar la transparencia e incrementar la productividad.

La próxima vez que un profeta digital le diga que el 5G ofrece oportunidades emocionantes para transformar diversos sectores en América Latina, tómese la molestia de preguntarle cuáles soluciones concretas están siendo implementadas hoy en México u otro país de la región para beneficiar a la gran masa de usuarios. Y, cuando le responda porque seguramente lo hará, pregúntele si esa solución no se podría implementar también con 4G.

Nadie puede negar la necesidad de impulsar la llegada de nuevas tecnologías, pero es crucial adoptar un enfoque realista que considere las limitaciones económicas y estructurales del país al momento de desplegarlas. Solo mediante políticas inclusivas, tarifas asequibles, subsidios a dispositivos e infraestructura compartida se podrá cerrar la brecha digital y garantizar que los beneficios del 5G lleguen a todos.

José F. Otero

La experiencia de José Felipe Otero Muñoz incluye un trabajo en más de 100 proyectos de investigación y escribir numerosos estudios sobre la industria de telecomunicaciones regional Consultar sobre cuestiones de política pública y tecnologías de telecomunicaciones para el Senado de la República de México, el Banco Mundial, la Inter-American Investment Corporation, la Casa Blanca y otras instituciones gubernamentales

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