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Jornada laboral de 40 horas en México, ¿menos horas, más tecnología e IA?

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OpiniónEl Economista

La reducción de la jornada laboral semanal de 48 a 40 horas podría representar un cambio estructural significativo para la economía mexicana, con implicaciones que trascienden las modificaciones constitucionales, impactando la productividad total de los factores, el empleo, las inversiones en capital humano y físico, así como la composición sectorial de la fuerza laboral.

Esta reforma se alinea con la aspiración de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) de promover una jornada laboral humana y sostenible, en concordancia con el precepto de Trabajo Decente. Aunque desde 1919 la OIT estableció un máximo de 48 horas semanales, ya desde 1935 con el Convenio n.º 47 y posteriormente en la recomendación 116 de 1962, la jornada de 40 horas se ha planteado como una meta clave para el progreso social y bienestar de los trabajadores. En este sentido, se argumenta que reducir la jornada laboral podría aumentar la productividad al disminuir la fatiga, los errores, el ausentismo y los conflictos laborales y familiares, favoreciendo trabajadores más saludables y menores costos asociados a la salud. Adicionalmente, jornadas laborales más reducidas pueden mantener o incluso incrementar la productividad, al favorecer una mayor eficiencia y concentración durante las horas de trabajo. Esto coincide con lo señalado por la OCDE, que indica que los países más productivos suelen registrar menos horas laborales semanales.

No obstante, existen riesgos potenciales para México derivados de problemáticas estructurales del mercado laboral, principalmente la alta informalidad y la heterogeneidad en las horas trabajadas. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del primer trimestre del 2025 actualmente, 61.4% de los asalariados formales y 55.4% de los informales trabajan más de 40 horas semanales, por lo que podrían verse afectados por la reforma. Incluso 24.7% del total de asalariados labora más de 48 horas superando el marco legal vigente. Por otro lado, 35.7% de los trabajadores informales y 15.1% de los formales trabajan menos de 40 horas semanales. Esta diversidad sugiere que los efectos de la reforma no serían homogéneos, lo que podría llevar a que más trabajadores laboren fuera del marco legal.

En este contexto, ¿la tecnología y particularmente la inteligencia artificial (IA) podrían desempeñar un rol clave? La IA está transformando sustancialmente la forma de trabajar al incrementar la productividad, automatizando tareas repetitivas, optimizando procesos organizacionales y acelerando actividades intelectuales. Esto permitiría que jornadas laborales más cortas mantengan o incluso superen los niveles previos de producción. Por ejemplo, en Europa se estima que una adopción estratégica de la IA podría aumentar la productividad en un 3% a 7% acumulado en diez años, mientras que en Japón se proyecta un aumento del 0.6% en la productividad laboral, especialmente entre trabajadores altamente calificados.

En el caso de México, los resultados preliminares del Censo Económico 2024 del INEGI muestran importantes brechas en la adopción tecnológica, incluida la inteligencia artificial (IA). Apenas 22.3% de las microempresas emplea equipos de cómputo y solo 20.4% utiliza tecnologías digitales. Esta adopción incompleta también se observa en las PyMEs, donde el uso de tecnologías digitales alcanza 78.6%, frente al 89.3% en las grandes empresas. En cuanto a herramientas avanzadas como el análisis de datos masivos, únicamente 3.8% de las microempresas las utiliza, en contraste con el 37.2% de las PyMEs y 60% de las grandes empresas. La brecha es aún mayor en el caso de la IA: solo el 0.1% de las microempresas, 7.4% de las PyMEs y apenas el 17.0% de las grandes empresas la emplean.

Ante este panorama, es crucial fomentar inversiones orientadas a reducir estas brechas tecnológicas lo cual podría facilitar una transición hacia jornadas laborales más eficientes, incrementando así la productividad de la economía e impulsar el crecimiento potencial de la economía mexicana en el mediano y largo plazo.

*El autor es economista senior de BBVA México.

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