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Opinión

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Aumento al salario mínimo, un costo repartido

La pandemia de Covid-19 distorsionó todo, incluida la dinámica inflacionaria. Sin embargo, se nota que hay subíndices inflacionarios claramente influidos por un aumento en el poder de compra de los deciles más bajos.

@campossuarez

@campossuarez

Se convirtió en un lugar común, durante mucho tiempo, decir que un incremento en los salarios mínimos implicaría una presión inflacionaria adicional, al ser un precio importante de la economía. 

Cuando este régimen ordenó que ese salario subiera, con o sin aval empresarial, en porcentajes superiores al Índice Nacional de Precios al Consumidor se convirtió en un mantra repetir que sólo en la mente de los neoliberales subiría la inflación.

A la luz de un sexenio de aumentos de este salario en los niveles que hemos visto, dos cosas, la primera fue un acierto presionar o decretar esos incrementos. Y, la segunda, sí tuvo un impacto inflacionario, en determinados rubros, que se ha pagado de forma colectiva.

La iniciativa fue de Coparmex con aquella campaña de la Nueva Cultura Salarial, no se puede regatear a ese sindicato patronal el impulso de ese esfuerzo por mejorar algo que claramente había sido un desatino de, al menos, cuatro administraciones anteriores.

Esta discusión, que avanzó lenta el sexenio pasado, dio paso a la creación de la Unidad de Medida y Actualización (UMA).

Fue el 30 de junio del 2017, antes de caer en las manos de López Obrador, cuando Coparmex presentó su iniciativa de recuperación de los salarios mínimos a la Conasami, la comisión tripartita que discute esos temas.

La salida política que le dio el gobierno de Peña Nieto fue aumentar el salario en los términos porcentuales de siempre, 3.9%, pero agregar $5 (¡cinco pesos!) de lo que eufemísticamente llamaron Monto Independiente de Recuperación.

Con el cambio de régimen quedó claro que un aumento al mínimo implicaba electores contentos y el expresidente López Obrador hizo suya la iniciativa de Coparmex, claro, borró el nombre del sindicato patronal y empezó el despegue de ese salario.

La inflación general acumulada del sexenio pasado fue de 33% y los salarios mínimos se elevaron 110 por ciento. Sólo que así no se mide el impacto en precios, porque un mini salario compra poco.

Hay en la medición del impacto real en precios de este incremento un factor disruptivo que afecta este análisis, de hecho, que afectó cualquier aspecto de la vida humana en este planeta.

La pandemia de Covid-19 distorsionó todo, incluida la dinámica inflacionaria. Sin embargo, se nota que hay subíndices inflacionarios claramente influidos por un aumento en el poder de compra de los deciles más bajos.

Básicamente, alimentos, bebidas y uno muy particular que mide el Inegi bajo el concepto de Restaurantes, fondas, torterías y taquerías.

Depurar de la pandemia los efectos de las presiones inflacionarias derivadas del aumento de los mínimos es complejo, pero hay algo cierto, el grupo de trabajadores que reciben un mínimo tuvo el gran beneficio y el impacto se repartió entre todos, lo cual hace cierta justicia.

Ahora que de nueva cuenta se acuerda, por consenso unánime, ese es el término oficial, un aumento de 12% a los salarios mínimos queda claro que fue un error político de los gobiernos previos al régimen actual no ser más atrevidos con ese gran pendiente social y que esa medida, que dejó muy bien parado a López Obrador, sí tuvo impacto inflacionario, pero que se pudo asumir por todo el conjunto de la economía.

Su trayectoria profesional ha estado dedicada a diferentes medios. Actualmente es columnista del diario El Economista y conductor de noticieros en Televisa. Es titular del espacio noticioso de las 14 horas en Foro TV.

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