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Ya llegó el que andaba ausente
En Castel Gandolfo, pequeña población italiana, situada en la región del Lacio, a orillas del lago Albano, al sureste de Roma, está situada la Residencia Papal de veraneo; el lugar donde los pontífices de la Iglesia Católica vacacionan. Cuentan que en una ocasión Juan XXII se disponía a pasar el verano en dicho lugar, entró a la recámara papal y descubrió que arriba de la cama, colgaba de la pared un crucifijo -marca INRI-.
Descubrirlo y llamar a su secretario fue una acción continua. Quita el crucifijo de ahí -ordenó Su Santidad- no quiero nada que me recuerde el despacho .
La anécdota me sirve para compararme con el llamado Papa bueno, obvio que no en el ejercicio de la bondad, mucho menos en lo piadoso, pero sí en la manera de pasar las vacaciones: sin nada que me recuerde el despacho .
La semana pasada, tal y como lo anuncié -urbi et orbi- tomé unas vacaciones. Viaje, en compañía de mi mujer, a un lugar donde no tuvimos acceso, por voluntad propia, a ningún medio noticioso. Es decir, a nada que me recordará mi trabajo.
Lo que usted recién leyó lo escribí el domingo 22 de julio. Era la introducción de mi columna que se publicaría el martes 24. Cuando me senté a trabajar sentía una molestia en la cintura. Tengo que pedir vacaciones para descansar de las vacaciones -pensé, atribuyendo la molestia al ajetreo del viaje. No le di importancia al malestar. Me puse a leer algunos periódicos del sábado y domingo. El tema del momento: La masacre en el condado de Aurora, Colorado, Estados Unidos. Contemplé la posibilidad de hacer una parodia de la sociedad estadounidense capaz de producir engendros como James Holmes, el joven universitario, estudiante de Medicina, que armado de un rifle de asalto AR-15, una escopeta Remington y una pistola Glock, calibre 40, -tenía otra igual en su auto, ambas las compró aprovechando una oferta de 2X1 vigente, hasta agotar existencias, en la armería de la esquina de su casa- asesinó a 12 personas e hirió a 59 en el estreno de la película The Dark Knight Rises, la última de Batman. La sátira la pensé a la manera del periódico virtual gringo The Onion (La Cebolla), cuya réplica mexicana se ha presentado en dos ocasiones en esta columna con el nombre de El Chayote.
El encabezado principal de El Chayote sería: Sólo así tuvo sus 15 minutos de fama. Enseguida en el cuerpo del texto se explicaría que el joven Holmes cansado de solicitar una oportunidad, sin recibirla, para participar en los programas de concurso en la televisión desde The Price is Right hasta Who Wants to be a Millonaire y tras ser rechazado en la audición del reality show Americas Got Talent -su imitación de un spree killer no convenció al jurado- recurrió al asesinato masivo para salir en la televisión.
El estudiante de la Universidad de Colorado (según Wikipedia dejó de asistir a la universidad en junio del 2012, según nuestras fuentes en ese mes la universidad cerró por vacaciones) desmintió categóricamente la versión de que disparó contra los asistentes al cine en señal de protesta por lo malo de la película. La calidad del filme es lo de menos -declaró Holmes-, lo verdaderamente excitante fue que la sala estaba llena de público. Mi intención original era llamar la atención, tener mis 15 minutos de fama que pregonó Warhol; adicionalmente, ya entrado en gastos -entered in expenses-, me propuse romper el récord impuesto por el sudcoreano Cho Seung-Hui el 16 de abril del 2007 en el Virginia Tech, en Blacksburg, Virginia, cuando asesinó a 32 personas e hirió a 29 y luego se quitó la vida. Sólo lo superé en el número de heridos, no así en el de muertos, lo lamento. Yo no me suicidé como él porque al percatarme que eran 12 los muertos pensé que conmigo serían 13 y soy supersticioso .
La columna del columnista
En esta tónica había yo maquinado el desarrollo de mi colaboración para el martes de hace dos semanas. Pero... lo que cuatro horas antes, cuando comencé a trabajar, sólo era una molestia en la cintura se había transformado en dolor. Cuando me levanté de la silla el dolor se volvió suplicio. Nunca en mi vida había yo sentido algo similar: un ardor, un pinchazo hondo, un sufrimiento indescriptible que nacía en la parte baja de la columna vertebral. Apenas caminé dos pasos y sentí desmayarme del tormento.
A rastras llegué al sofá de mi estudio donde me tendí y busqué la postura en la que menos me doliera. Acostado y de lado, casi en posición fetal, amainaba el dolor tremendo. No pude dormir, pero a cambio de eso, de manera inusual, me dieron repetidas ganas de hacer pipí. Cada ida al baño la tortura se repetía. Tenía yo que arrastrarme hasta llegar a mi escritorio de donde me agarraba para levantarme, -si trataba de hacerlo de un lugar más bajo, por decir el sofá o la mesa de centro, el dolor lo hacía imposible-. Ya puesto de pie semejaba una gallina: cada pisada me costaba un huevo.
El lunes hablé con Luis Miguel González, director editorial de El Economista, le narré el desastroso estado en el que me encontraba. Me dijo que no me preocupara, que me aliviará, que hiciera de cuenta que mis vacaciones se prolongaban. Ese día por la tarde fui al médico, un acto heroico. Para entonces el dolor de cintura era muy intenso, ocupaba la parte derecha de la espalda baja y se prolongaba hasta la nalga del mismo lado adormeciendo el muslo y la pantorrilla. Además de doloroso, caminar era prácticamente imposible. Mi hijo el mayor -no es militar sino mi primogénito- me ayudó a llegar al consultorio del doctor.
Después de someterme a un punzante y dolorido examen, el facultativo emitió su diagnóstico: Lo que tiene es totalmente curable, pero necesita disciplina de su parte. Cuando menos dos semanas con el menor movimiento posible y otras dos, mínimo, de terapia. Tiene usted ciática, esto es: un disco ha resaltado de su posición normal en la columna vertebral y está aplicando presión en el nervio ciático que está inflamado.
Regresé al lecho del dolor, nunca tan bien aplicado el lugar común. He seguido rigurosamente las instrucciones del médico, tomado y aplicado los medicamentos. Jamás en mi vida había yo estado dos semanas acostado. Imposible leer porque la postura boca arriba hace que me duela y en la posición en la que el cuerpo registra menor dolencia subir los brazos para sostener el libro o los periódicos me cansa de inmediato. Ir al baño es mi martirio, al agua caliente de la regadera atenúa un poco el dolor. Dos semanas a pura televisión. Estoy hasta la madre de series policiacas y me persigue un infomercial de brasieres tan persuasivo que de pronto siento que los pechos se me están desarrollando. ¿Ya seré talla 30 copa A?
Un amigo me habla para invitarme a desayunar. No puedo -le digo-, estoy en cama con la ciática. Me pregunta: ¿china o japonesa?
Este fin de semana me sentí mejor, al fin pude sentarme y, por lo tanto, leer y escribir. Sin forzar el cuerpo para restablecerme totalmente, poco a poco, he ido escribiendo esta colaboración. Apenas el sábado volví a leer periódicos. Así supe que murió Gore Vidal, el Carlos Monsiváis de los gringos, autor de aforismos que parecen hechos para las actuales circunstancias políticas de México. Aquí les van tres botones de muestra con los que pongo punto final a mi reaparición como columnista de columna -vertebral- indispuesta: A medida que la era de la televisión avanza, los Reagan serán la regla y no la excepción. Resultar perfecto en la televisión es todo cuanto un Presidente necesita en estos días . Al parecer, una democracia es un lugar donde se celebran numerosas elecciones con grandes gastos, sin temas y con candidatos intercambiables .
Se supone que la democracia te da la sensación de elegir, como Analgésico X o Analgésico Y. Sin embargo, ambos son sólo aspirina .