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Opinión

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Y el ganador es... el Partido Abstencionista

Ninguno de los 2,181 individuos que compitieron el domingo pasado por un cargo de elección popular que haya ganado puede presumir de tener en su favor a la mayoría de los votantes que le corresponden. Un cálculo conservador indica que en todos los casos los abstencionistas superaron 50% de los ciudadanos registrados en el padrón. Un ejemplo: Chihua­hua donde el Instituto Estatal Electoral dio a conocer que la afluencia de votantes fue de 35.98%, lo que significa que no se presentó a votar 64.02% de los empadronados.

El abstencionismo electoral nacional es producto de la abulia producida por el siempre ganan los mismos , que se volvió frase clásica durante los primeros 70 años del PRI. Al parecer, los 12 años del PAN no pudieron acabar con la indiferencia o el desinterés por los comicios, cosa que, por lo visto, ya forma parte de nuestra idiosincrasia.

En su ensayo: El abstencionismo en México , Tatyana Oñate Garza nos hace saber que en las elecciones del 5 de julio del 2009, el abstencionismo fue de 55.39%, cifra que nos ubicó en el lugar 118 de una lista de 154 países según la International Foundation for Electoral Systems y otras dos instituciones gringas de ésas que andan buscando la paja en el ojo ajeno.

Abstención activa

Según el especialista en el tema electoral, el costarricense José Thompson, existe un grado de abstencionismo que no es una mera cuestión de indiferencia, sino que es fomentado por algunas causas, como el escepticismo hacia la limpieza en los procesos electorales; la hostilidad hacia la representación partidaria, y la falta de credibilidad en la honestidad de la clase política. Esto, en nuestro país, ha dado origen al voto nulo o voto en blanco, que hay que diferenciar de la ausencia de las urnas y excluirlo del abstencionismo porque implica la voluntad de participar en la elección concurriendo a las casillas para emitir una protesta que sustituye al voto que cuenta y que, en teoría, debería ser, en la medida de su abundancia, una llamada de atención para la clase política sobre la aversión que una franja pensante de la sociedad siente por ella.

Pero, como ya comprobamos los que promovimos y logramos, a nivel nacional, un porcentaje de 5.39 de votos nulos o en blanco en la elección del 2009, a la clase política no la conmueve ni le preocupa nada que no atente de manera directa contra sus prerrogativas. El voto nulo o en blanco en ese sentido es inocuo, lo que lo convierte en una especie de abstención activa.

Al hablar del tema referente a la nulidad del voto, se impone citar la modalidad de abstencionismo activo creada por el ingenio de los mexicanos en el proceso electoral que culminó el domingo: los candidatos animales. El más emblemático de ellos: el gato Morris, candidato a la alcaldía de Xalapa, al que sus creadores en su cuenta de Facebook ya lo calificaron como El Gato con Votos porque, según informan, logró arañar 7,500 votos nulos a su nombre.

Una idea gratuita

Por el número de ciudadanos inscritos en el padrón electoral, aproximadamente, 87 millones, se podría decir que la gran mayoría de ciudadanos mexicanos ejercemos el derecho de votar. Sin embargo, el exiguo número de votantes en cada elección afirma lo contrario. La profusión de empadronados es por la gran utilidad que tiene la credencial de elector, llamada popularmente IFE, y que con el pasaporte, es el único documento oficial que sirve como identificación. (En una ocasión, recogí de un corralón de la Dirección de Tránsito mi coche, que había sido llevado por una grúa. Me pidieron identificarme y lo hice con mi licencia de automovilista, emitida por la Dirección de Tránsito. Tiene que identificarse con su IFE o con su pasaporte -me dijo el empleado que me atendía- la licencia de automovilista no es documento oficial porque por una lana se la damos a cualquiera con el nombre que desee . Surrealismo mexicano en su máxima expresión).

De vuelta al tema, ya que la credencial de elector no ha servido para incrementar la participación de los ciudadanos en los comicios, urge crear un mecanismo para aumentar la concurrencia de la sociedad a las urnas.

Yo me atrevo a sugerir una idea que sirve para este objetivo: concebí una figura a la que he llamado Plebiscito Paralelo, que consiste en poner a la consideración de los votantes un personaje o un tema de atención popular y someterlo de manera paralela al sufragio. Un ejemplo, además de votar por el Diputado de equis distrito, los electores podrán decir qué telenovela -se les pedirá que cada televisora denomine una- es su favorita para aumentarle 150 capítulos.

Les aseguro que si en los comicios del domingo se hubiera recurrido al Plebiscito Paralelo de poner a votación, además de lo que estaba en juego en cada entidad, la permanencia del Chepo de la Torre en la Selección Nacional de Futbol, el abstencionismo hubiera sido nulo.

Ríanse de mi invento, así se rieron de Groucho Marx, y ya ven la de chistes que inventó.

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