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Y ahora, dos embajadores critican reformas

En este fin de sexenio se están planteando, sobre todo, dos visiones respecto al futuro de la economía. Por un lado, los que auguran que vamos a una situación catastrófica debido a las reformas obradoristas, entre las que destacan la judicial y la electoral. Otros, señalan que lo que estamos viendo no es sino un comportamiento normal de una transición sexenal. Suponen que una vez asentado el nuevo gobierno las cosas tenderán a tranquilizarse.
Vamos por partes. Es evidente que las reformas judicial y electoral van en detrimento de la separación de Poderes, fortalecen al ya poderoso Poder Ejecutivo, contribuyen a la limitación de los derechos de las minorías, nos regresan a los tiempos del partido hegemónico, ponen en riesgo los derechos humanos de las y los mexicanos. Esto no está a discusión, lo han señalado prácticamente todos los actores políticos y económicos que no están cercanos al poder.
La discusión está en otra parte. El tema es si los inversionistas traerán sus recursos a un país poco democrático o sin democracia, con un Poder Judicial y Legislativo supeditados a la Presidencia, militarista y con la presencia de un crimen organizado que controla grandes extensiones del país.
Agencias como Fitch Ratings alertaron sobre la reforma judicial y su impacto negativo: “Creemos que las reformas propuestas afectarían negativamente el perfil institucional general de México…”. Por su parte, Morgan Stanley de plano degradó la calificación de México disminuyendo su atractivo para nuevas inversiones: “Bajamos la calificación de México a infraponderada tras la propuesta de reforma judicial que el Ejecutivo envió al Congreso.”.
Por supuesto, no son los únicos actores económicos con esa preocupación. Bancos, calificadoras, agencias, medios especializados y actores diversos se han expresado en el mismo sentido. El último fue tal vez el Consejo Coordinador Empresarial, un organismo cupular que fue sumiso todo el sexenio y casi al terminar se atrevió a dar una opinión tibia. Tarde y mal y así le fue.
Todos estos señalamientos acerca de lo nocivo de las reformas las ha minimizado el presidente López, como suele hacerlo. Las ha calificado de “politiquerías” y ha dicho que no hay que hacerles caso. Claudia Sheinbaum, más cauta, ha afirmado que la reforma judicial será mejor para las inversiones. Lo de siempre.
Pero si estas advertencias las han minimizado, las de los embajadores de Estados Unidos, el amigable Ken Salazar, y Canadá, Graeme C. Clark, están en otro nivel. AMLO ya no pudo llamarlas “politiquerías”, pero, como era de esperarse, en la mañanera del viernes 23 de agosto se envolvió en su nacionalismo de escuela primaria y acusó injerencismo: “Han habido actos de falta de respeto a nuestra soberanía como esta declaración desafortunada, imprudente de Ken Salazar, de ayer, pero pues ya se hizo una nota diplomática, un extrañamiento y yo desde luego sostengo lo que dio a conocer la Secretaría de Relaciones Exteriores porque no aceptamos injerencismos…”
¿Estados Unidos y Canadá están preocupados por nuestra democracia? Sí y no. Les preocupa que extinguido el pluralismo e reinstaurado el país del partido único esto deje a sus inversiones expuestas a los caprichos de gobernantes. Por supuesto, el radicalismo verbal de López Obrador y su proclividad a las dictaduras latinoamericanas también les preocupa.
En un análisis publicado por Reforma, Citibanamex hizo una confesión de realismo económico y político: “…los mercados no otorgan mucha importancia al régimen político de un país, es decir, a la robustez de su democracia o rasgos de autoritarismo; en cambio, privilegian la estabilidad política y las políticas económicas previsibles para el corto y mediano plazo.
“Dada la moderación en las reacciones del mercado, es posible que quienes ya descuenten las reformas consideren que, aunque éstas debiliten la democracia, no implicarán políticas económicas antimercado ni debilitarán el marco macroeconómico.”
Esta es la respuesta: a las inversiones no les interesa o les importa muy poco si hay democracia o no, les interesa que exista estabilidad política y reglas claras, vengan de donde vengan. Esto significa que el mercado no será el gran vengador del fracaso de la oposición.
Lo más probable es que las inversiones estén siendo cautas hasta ver de qué se va a tratar por parte de la señora Sheinbaum y el tamaño de la oposición y la inconformidad de sectores importantes de la oposición. No veo a la nueva presidenta espantando a la gallina de los huevos de oro; tampoco creo que la oposición o la inconformidad social sean un problema.
Creo que los inversionistas están más preocupados por el manejo de la deuda y la disminución del déficit y la tentación de la 4T de seguir repartiendo billete a diestra y siniestra con fuentes de recursos más limitadas, que de lo que podamos hacer los que nos oponemos a estos gobiernos.