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Opinión

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Una cuestión de elecciones

Hoy que ya es lunes hablar del ayer parece inútil. Todavía está el domingo en la memoria, pero el tiempo se nos terció hace tiempo. Estamos a la mitad del año y ya se nos cumplió el plazo. Las cuentas están claras, y a pesar de todos los pendientes y ambiciones, no es momento de abrir libros vetustos como aquel famoso “Diccionario de los políticos” de Juan Rico y Amat para buscar lo que dice bajo el rubro “Elecciones” y gozar casi malsanamente la definición: “el prólogo de una comedia; en la que como tal no se respetan las reglas de acción, tiempo y lugar. Desde que se preparan hasta que se terminan, la intriga y el movimiento están a la orden del día (...) es también el sepulcro de las ilusiones de unos y la cuna de las esperanzas de otros: ¡qué de proyectos han autorizado las elecciones! ¡Qué de desengaños han producido!”.

Podríamos seguirlo hojeando, lector querido, y repasar las críticas que hace de las estructuras que llevan al engaño lo mismo a liberales que a conservadores, igual a los de derecha que a los de izquierda. Leer como a los políticos los califica de “demagogos, retóricos, especialistas en el autoelogio y el drama teatral”. Y llegar, incluso, su exaltada afirmación que a la letra dice y pregunta: “¿No causan indignación y asco al mismo tiempo los viles medios de que se han valido hasta hoy los partidos políticos para falsear a cada instante las principales bases del gobierno representativo?”.

No es recomendable, porque tal vez cierta tristeza y definitiva rabia nos invada cuando lleguemos a la parte donde “elector” está definido como “una masa suave y blanda que se presta a toda clase de formas” y cuyo nombre es “un sarcasmo sangriento” porque es tan cándido y bonachón “que no se da cuenta que hace todo menos elegir”. Tal vez valdría esta libresca referencia como gozo o lamentación si es que le hace falta, lector querido. Si no pudo ejercer su voto, no se le dio la gana salir en la mañana, decidió no sufragar esperando sangre y lumbre o se sintió herido de muerte electoral. Bañado en lágrimas de alegría, pena o indolencia, vaya. Hoy no aplica. Es mejor recomenzar. Hoy, que empieza la semana, disfrutemos de aquel paraíso que perdimos hace mucho. Cuando lo que leíamos y escuchábamos no parecía candidatura. Y esté usted seguro que si de elegir se trata, es mucho mejor la poesía que la política. Y leer algunos textos de escritores legendarios. Autores que compusieron historias tan increíbles y bien escritas, que pudieron convertir a una cucaracha en la metáfora perfecta de la más profunda alienación del hombre.

Elegir a Franz Kafka, por ejemplo, porque justo un día como hoy cumpliría cien años de haber abandonado el mundo, nos dejó muchas más opciones que “La metamorfosis“, se desmarcó de los cánones de su tiempo, anticipó las zozobras espirituales, mentales y sociales del hombre del siglo XX y detonó interrogantes tanto literarias como filosóficas que siguen traspasando el tiempo hasta el día de hoy. El novelista y poeta Andrés Neuman explica mejor por qué hay que celebrar su centenario porque su obra hoy todavía nos toca:

“Así como Borges observó alguna vez que Kafka había inventado a sus predecesores, o sea, que había sido capaz de influir en el pasado, hoy la vigencia de Kafka parece funcionar también al revés. No es que su obra siga teniendo pleno sentido porque explica cada vez mejor la realidad que nos toca vivir, sino más bien que nuestra realidad insiste en volverse cada vez más kafkiana, en una especie de mímesis oscura. El mundo abusa de Kafka como una máquina de plagiar sus lógicas”.

De una manera absolutamente novedosa, puede usted, lector querido, sumergirse en el laberinto interminable de injusticias que padece Josef K en un proceso fatal, leer en una carta lo que muchos nunca le han dicho a su padre, encontrar otra manera de “hacer la América” y pensar en ella, obsesionarse con sus cuentos policiacos que muy bien podrían ser apuntes a la más profunda novela negra, compartir pensamientos que nadie hubiera imaginado salieran de su pluma o elegir entre sus cuadernos y algunos cuentos cortos para entender que no reflejan un universo de pesadilla, sino que explican por qué el mundo puede resultar un rompecabezas y así calificarse como kafkiano.

Cuestión de elecciones. Usted decide.

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