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Opinión

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Umberto Eco: El hombre que lo sabía todo

Umberto Eco no lo sabía todo, al contrario, siempre afirmó debes obligarte a no aprenderlo todo o no aprenderás nada. La cultura es saber cómo olvidar . Hablaba de discriminar, al contrario del Funes de Borges. De elegir qué recuerda uno, qué aprende, sobre qué quiere pensar.

Pero parecía que lo sabía todo. Su pasión por la cultura popular y la interpretación de lo que llegara a sus manos lo distinguió de la gran mayoría de los intelectuales de su tiempo. Parecía (y era muy factible), que Eco fuera capaz de conversar sobre lo que fuera, y hacerlo con solvencia.

Nació en Alessandria en 1932, hijo de un contador. La familia de su padre era tan numerosa, que apenas salía con los gastos y no era capaz de comprar libros. En su juventud, su padre, que amaba leer, peregrinaba por los kioscos de la ciudad, avanzando páginas hasta que el dueño lo echaba. Luego iba al siguiente y continuaba donde se había quedado.

Sin embargo, fue su abuelo quien inadvertidamente más influyó en el joven Umberto. Gran lector, había adquirido, después de retirarse, la pasión por empastar libros. A su muerte, muchos libros sin encuadernar, ediciones populares ilustradas de novelas del XIX abandonadas por sus clientes, quedaron arrumbados en el sótano de la casa donde vivía su nieto de seis años.

Un día lo mandaron a buscar algo y abrió por curiosidad una de las cajas, descubriendo ese tesoro de libros. Además de las novelas, su abuelo había coleccionado revistas de viajes e historias en países exóticos. El joven Umberto empezó a visitar ese sótano con frecuencia. Pasó su adolescencia sumergido en cómics y novelas de aventuras. Años después se decidió por los estudios de filosofía y literatura.

Aunque su carrera académica empezó antes, y llevaba varios libros publicados. Eco se volvió conocido a nivel mundial tras la publicación en 1980 de su primera novela: El nombre de la rosa. Quizá el libro más universalmente conocido de esa década, junto a Cien años de soledad.

Dos años antes, una amiga le había comentado que estaría supervisando la edición de una colección de novelitas detectivescas escritas por aficionados. Eco le dijo que no había manera de que él escribiera una novela de detectives pero que si algún día escribía una, sería un libro de quinientas páginas cuyos protagonistas fueran monjes medievales. Cuando regresó a casa no fue capaz de quitarse una idea de la cabeza: un monje envenenado.

La fama repentina, y persecución mediática lo incomodaban, y aunque no se ajustaba a los tiempos de la industria editorial (trabajó durante ocho años su segunda novela) cuestionaba su dedicación a la misma: A veces no sé si escribo porque quiero o porque es lo que se espera de mí .

Como académico, fue uno de los pioneros de la semiología. El estudio e interpretación de los signos. Nadie sabe lo que es . Veía el mundo como una red de signos que era necesario interpretar. No había texto que mereciera su desprecio. Desde la revista Mad, las novelas de James Bond, las series de televisión, las fotografías de Marilyn Monroe, el mobiliario o el más exquisito arte sacro.

Su segunda pasión era leer novelas, preferentemente policiacas, por las noches. La novela detectivesca es el barómetro de la producción literaria de cualquier país . Y añadía, medio en serio, medio en broma: Esa literatura se pregunta la duda existencial de la filosofía, ¿quién lo hizo? .

Amaba la literatura estadounidense (Vonnegut, DeLillo, Roth y Auster), aunque solía mencionar como influencias a Joyce y Borges para callar a sus entrevistadores. En el fondo, casi todos me han influido .

Eco tenía una de las más legendarias bibliotecas personales, con más de cincuenta mil libros. Coleccionaba libros raros de los temas en que no creía: Kabbalah, Alquimia, Magia, todos los libros que mienten .

Hablaba varios lenguajes, supervisaba y leía las traducciones de sus libros a todos los idiomas posibles, siempre consciente de las limitaciones y concesiones que había que hacer al traducir. En sus ratos libres, para relajarse, afirmaba leer diccionarios. Siempre les digo a los jóvenes que lean libros, porque es una manera ideal de desarrollar una gran memoria y una personalidad múltiple. Y entonces, al final de tu vida, has vivido muchas vidas, qué gran privilegio .

Para Eco, hay dos cosas fundamentales que nos distinguen de los animales: el humor y el lenguaje. El lenguaje está formado de signos, dependemos de este para pensar, para ver e interpretar el mundo . El humor siempre lo fascinó. El hombre es el único animal que ríe porque sabemos que tenemos que morir. Es nuestra forma de no tomar a la muerte demasiado en serio, de no tomar demasiado en serio nuestra vida .

Umberto Eco murió el pasado viernes 19, a los 84 años de edad. Es difícil no lamentar su partida, percibir el vacío que deja en el mundo, de pronto más oscuro. Nos queda su prolífica y lúcida obra. En una entrevista para The Paris Review, Lila Azam le preguntó por qué escribía: Escribir es un acto de amor. Escribes para darle algo a alguien más. Para comunicarte. Para compartir .

Twitter: @rgarciamainou

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