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Opinión

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Trump, la polarización y el discurso violento

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En días pasados hemos sido testigos de un intento de asesinato contra el candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos Donald Trump. El hecho, nos conduce inexorablemente a preguntarnos hasta donde la polarización conduce al ser humano a tratar del aniquilamiento del “otro” que piensa distinto a él y que sostiene un modo de ver la vida de manera diferente. En una obra maravillosa de la literatura de áquel país llamada “Matar a un ruiseñor” (To Kill a Monkingbird) de Harper Lee, el personaje principal Atticus refiere que : “Nunca entiendes realmente a una persona hasta que consideras las cosas desde su punto de vista... hasta que te metes en su piel y caminas con ella".

En ese sentido la libertad de expresión supone en el natural ejercicio dialógico justamente ello, no sólo escuchar, no sólo hablar, sino entender al otro con el que dialogamos, con el que conversamos, con el que debatimos e incluso con el que discutimos los asuntos públicos. Es por ello que la Corte Suprema de aquel país ha reforzado el papel de la eliminación del discurso violento como una forma soportada en la democracia de aquel país, inspirando a otros sistemas en el mundo, al menos democráticos, a su erradicación. Veamos algunos ejemplos: 

Un caso fundamental es Watts v. United States. En este caso, Robert Watts, un manifestante, fue condenado bajo una ley federal que prohibía las amenazas contra el presidente después de que, en un mitin político, señalara que: "Si me meten en el ejército y me dan un rifle, la primera persona a la que quiero apuntar es a L.B.J." (refiriéndose al presidente Lyndon B. Johnson). La Corte Suprema revocó la condena de Watts, sosteniendo que su declaración era una hipérbole política y no una amenaza verdadera. La decisión subrayó la importancia de distinguir entre el discurso político vehemente y las amenazas reales. La Corte estableció que para que una declaración se considere una "verdadera amenaza", debe ser una expresión de intención seria de cometer un acto de violencia ilegal contra un individuo o un grupo de individuos. Este caso es relevante pues resalta que no todas las declaraciones violentas o hiperbólicas en el contexto político constituyen amenazas verdaderas que pueden ser legalmente penalizadas. Sin embargo, también señala que las amenazas serias y creíbles pueden ser perseguidas bajo la ley.

Otra decisión muy importante es Brandenburg v. Ohio pues en este caso, la Corte de Estados Unidos revisó una condena bajo una ley de Ohio que prohibía abogar por la violencia como medio de reforma política. Clarence Brandenburg, un líder del Ku Klux Klan, había pronunciado un discurso en una reunión de dicho grupo, y fue condenado bajo la referida ley. La Corte, sin embargo, falló a su favor, estableciendo que la incitación a la acción ilegal no puede ser castigada a menos que esté dirigida a incitar o producir una acción inminente y sea probable que lo logre. Este fallo reforzó la protección de la libertad de expresión, incluso para discursos altamente ofensivos, siempre y cuando no inciten a una acción inmediata y específica.

Un tercer caso relevante es Elonis v. United States en el cual, la Corte Suprema consideró si una persona puede ser condenada por amenazas hechas en redes sociales sin evidencia de intención real de concretar el acto. Anthony Elonis había publicado declaraciones violentas en Facebook sobre su exesposa, su empleador y otros, y fue condenado bajo una ley federal que prohíbe las amenazas. La Corte sostuvo que para que una declaración constituya una amenaza criminal, debe haber una intención subjetiva de amenazar. Este fallo enfatizó la importancia de la intención detrás de las palabras y no solo su contenido.

Como podemos observar en los tres casos de la Corte Suprema de aquel país hay una implícita negación de la violencia como forma de articulación de la libertad de expresión. En los casos citados observamos cómo no se protege la intencionalidad de causar daño o de concretar la amenaza que se realiza a través de actos concretos que la materialicen.

A pesar de ello observamos que el discurso de odio, proveniente de la polarización política crece. Ello se convierte en un llamado a todos los países a repensar el papel que juega la desinformación, que juegan los algoritmos segmentadores y las llamadas “burbujas de filtro” en las posiciones políticas radicales de algunas personas. La política nunca debe ser considerada un espacio de violencia pues ello sería una contradicción en sí misma. La política nos diferencia como especie, nos permite resolver nuestros problemas dialogando, escuchándonos, haciéndonos cada vez más humanos y cada vez menos animales.

*El autor es doctor en Derecho. Actualmente es Decano de la Escuela de Gobierno y Economía de la Universidad Panamericana, fue director de la Licenciatura en Gobierno de la Panamericana. Es integrantes del Sistema Nacional de investigadores de México. Preside la Asociación Cooperación Iberoamericana de Transparencia y Acceso a la Información. Autor, coautor y coordinador de 15 libros en materia de libertades informativas.

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