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Opinión

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Reforma marca ACME

Pablo Zárate

Ahora que está de moda sobreanalizar las implicaciones de los personajes de los Looney Tunes, finalmente pude llegar a la conclusión de que la simpatía que muchos sentimos por Wile E. Coyote es difícil de explicar. El Coyote no está en riesgo de ser cancelado por ser un auténtico acosador, como Pepe Le Pew. Pero eso no quita que sea un personaje artero y destructivo, que se despierta todos los días a pensar cómo hacerle el mayor daño posible a su presa. Es difícil justificarlo argumentando que, siendo un coyote, es razonable que quiera comerse un correcaminos. La mayoría de los artilugios ACME, de hecho, tienen poco que ver con la legítima captura de una presa para satisfacer necesidades alimenticias. ACME es una marca que, en línea con las estrategias y maquinaciones de su principal usuario (quizás también dueño, aunque nunca quede claro), caricaturiza los intentos de engaño y destrucción.

Quizás lo que haga del Coyote un personaje tan adorable y simpático es su permanente fracaso. Ningún episodio termina en tragedia porque el Coyote jamás se acerca a lograr su cometido.

Cualquier parecido con la vida real es mera coincidencia. Piensa, por ejemplo, en la saga de la Ley Combustóleo. Es cierto que arrancó con cierta dosis de malicia: una serie mentiras sobre un instrumento virtual (los CEL) para colar unos documentos cachirules para conseguir un beneficio particular. Pero, comparado con lo que venía, eran mentiritas piadosas –una varita de mecha corta de TNT ACME. Destructiva, pero nada que hiciera que el personaje perdiera para siempre cualquier posibilidad de simpatía.

El fracaso en el primer intento, a partir de las suspensiones otorgadas por los tribunales, evitó una tragedia. Afortunadamente, el protagonista fracasó. Pero, desafortunadamente, su peligrosidad quedó caricaturizada. Desde ahí, aunque suene a caricatura, cada vez ha vuelto corregido y aumentado. Se ha disfrazado de riesgo por pandemia para forzar un acuerdo en el Cenace; de confiabilidad, en el decreto Nahle; de autoridad, en forma de parálisis regulatoria; de legitimidad de mayorías, en la ley Combustóleo para atrapar para siempre a las energías limpias en el penúltimo lugar del orden de despacho; próximamente, se rumora, se aparecerá como deseo soberano, con la reforma constitucional marca ACME que está cocinando. Cada vez el plan es ridículamente más explosivo y malicioso.

De regreso a los Looney Tunes. Por su condición, el Coyote es incapaz de darse cuenta que –aún a ojos de su más fiel audiencia— se volvería un auténtico villano si se saliera con la suya. Sería un sádico depredador.

Lo grave es que parece que nosotros tampoco podemos darnos cuenta. Lo que representa el Coyote, a pesar de haber tenido la oportunidad de verlo planear tremendas tropelías cientos de veces en las caricaturas, nos sigue pareciendo adorable; una tenacidad digna de celebrar. ¿No han seguido las posturas políticas en torno a la Ley Combustóleo? Aunque se reconoce como tóxica, no es lo suficiente mala para afectar las simpatías de su proponente. ¿Será que, en la vida real, con nuestros líderes, confiamos en que –como en la tele que veíamos de niños– un plan así jamás podría ser lo suficientemente exitoso para terminar en tragedia?

@pzarater

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