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Opinión

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Presunto Culpable: la celebración

El documental Presunto Culpable fue premiado con un Emmy por la Academia de Televisión, Artes y Ciencias de Estados Unidos. Los Premios Emmy, equivalentes a los Oscar cinematográficos son otorgados anualmente como un reconocimiento a la excelencia de los programas presentados en la televisión gringa. El origen del nombre del galardón no tiene nada que ver con Emmy-lio Azcárraga.

Presunto Culpable narra las vicisitudes del joven José Antonio Zúñiga Rodríguez, quien fue detenido y sentenciado a 20 años de prisión por un homicidio que no cometió. Para su fortuna, los abogados y cineastas Layda Negrete y Roberto Hernández supieron del caso y tras revisar las anomalías del proceso, decidieron difundir el asunto de manera mediática. Con la ayuda gratuita del penalista Rafael Heredia apelaron la sentencia y obtuvieron un permiso para grabar a José Antonio en el reclusorio, así como la nueva audiencia que solicitaron con base en una irregularidad en la anterior: el abogado defensor de oficio litigaba con una cédula profesional falsa. (Lo sorprendente de lo hasta aquí narrado es la insólita generosidad de Layda, Roberto y el abogado Heredia, lo demás forma parte de los usos y las costumbres de nuestro sistema de impartición de justicia).

El documental fue estrenado el 18 de febrero de este año en 130 salas cinematográficas del país. Se calcula que a través de este sistema de exhibición lo hemos visto casi 2 millones de personas. El pasado 24 de septiembre fue presentado en televisión abierta, fue visto por más de 30 millones de televidentes. Antes, en julio del 2010, apareció en la televisión estadounidense, razón por la cual fue nominado en tres categorías para ser distinguido con el Emmy: Mejor Documental, Mejor Investigación Excepcional y Mejor Periodismo de Investigación. Fue en esta última categoría en la que le otorgaron el galardón.

Somos millones los mexicanos que hemos visto, supongo que con indignación, Presunto Culpable. Sin embargo, la reacción de la sociedad no se ha hecho sentir para que el corrupto y obsoleto aparato judicial que padecemos sea transformado de manera inmediata y radical.

Para terminar con esta nota introductoria hago mías las palabras que con respecto a la precitada película dijo Alejandro González Iñárritu: Si después de verla no sacudimos nuestro sistema de justicia, entonces todos somos culpables .

Una fiesta surrealista

Como sabemos, los mexicanos tenemos -entre otras- dos características que nos distinguen del resto de la humanidad: somos proclives a festejar, de manera desmesurada, triunfos y alegrías; además, lo que en otros países se llama surrealismo -vivir entre lo imaginario y lo irracional-, en el nuestro es costumbrismo.

Estas particularidades de nuestra idiosincrasia, conjugadas con la obtención del Emmy, originaron esta crónica imaginaria que pongo a su consideración, una festividad de carácter nacional que a continuación reseño:

Por la mañana, los abogados y cineastas Layda Negrete y Roberto Hernández, en compañía de Antonio Zúñiga, protagonista del filme, Eva Gutiérrez, esposa de éste -contrajeron nupcias en el reclusorio-, y el pequeño hijo de ambos, fueron recibidos en Los Pinos por el Presidente de la República, quien felicitó a los autores del documental por el galardón y los exhortó a dar el fuá para lograr que México obtenga más premios, de los cuales todos nos sintamos orgullosos . Con la iniciativa de ley de seguridad -expresó el Mandatario- que envié al Congreso van ustedes a tener oportunidad de filmar no uno ni dos, sino muchos Presuntos Culpables . A Toño -así lo llamó cariñosamente- le recomendó contemplar sus 804 días en la cárcel como algo positivo en su vida. Tal vez si no hubieras estado tras las rejas, no te habrías casado con Eva que te quiere tanto y no hubieran concebido a ese niño que aquí vemos, en estos jardines de la casa de todos los mexicanos, dando sus primeros pasos (de breakdance).

Por cierto, el Estado Mayor aplacó al chamaco que ya había apachurrado dos rosales con un top rock y se disponía a ejecutar un freeze sobre unas margaritas.

Por la tarde, toda la palomilla, comerciantes del tianguis La Polvorilla, donde Antonio tenía su puesto y que fueron testigos -a los que el juez no quiso escuchar- de que en el día y en la hora del homicidio que se le imputó a Rodríguez Zuñiga, éste atendía su changarro de controles de juegos de video, organizaron un pachangón al que fueron invitados todos, absolutamente todos, los protagonistas de la película.

A Layda Negrete, Roberto Hernández y a Geoffrey Smith -codirector- los recibieron con una valla de honor y les arrojaron confeti y serpentinas. Eva les entregó un ramo de flores. En seguida hizo su arribo triunfal el distinguido abogado don Rafael Heredia, los amigos de Toño se desgañitaron voceando: Éste es, éste es el que se chingó al juez, éste es . El penalista agradeció y enseguida los cuates le ofrecieron serpientes bien frívolas -cervezas frías- y lo que guste tomar mi lic. porque usted es bandera .

Apenas se están acomodando los invitados de honor cuando llega uno de los invitados de horror. Al grito de una, dos, tres: que chingue a su madre el juez es recibido el carismático licenciado don Héctor Palomares Medina. La banda repite el estribillo: Una, dos, tres, que chingue a su madre el juez . La impasibilidad de Palomares ante la porra que lo saluda denota algo que sabemos: los jueces no oyen a los jodidos.

Un poco retrasada pero sonriente, con cara de haber hecho su chamba, comparece la agente del Ministerio Público, Marisela Miranda Galván. La enardecida tropa de tianguistas masculinos brama: A la MP, a la MP, nos la vamos a coger, a la MP etc, etc . Brincos diera la pinche vieja -dice un vendedor de ropa usada que añora estrenar algo. Le piden a la licenciada Miranda que diga unas palabras. Las traigo escritas en un disquete -se justifica la MP- se los doy y luego lo leen .

Como algo especial para Toño y sus amigos, el Director del Reclusorio permitió que los 15 presos con los que éste compartía celda asistieran al evento. Los 15 reclusos rodean al juez Palomares y lo miran fijamente. Asustado, temiendo lo peor, el Juez les pregunta: ¿Por qué se me quedan viendo? Nomás por la pura curiosidad de por primera vez en la vida ver a un juez -le dice uno de ellos que lleva 10 años encerrado-.

La fiesta se alborota cuando llegan el comandante José Manuel Ortega Saavedra, seguido por los agentes Arrona Salmerón y Garibay Cabello, que traen a Víctor Daniel Reyes Bravo, su testigo favorito. Los alaridos de culeros, culeros son acallados por el abogado Heredia, que irónico le pregunta al Comandante: ¿Cómo dio con el lugar de la fiesta? Porque ustedes son tan ineptos que no dan con la pista de un circo? Sin captar el sarcasmo, el Comandante con la mirada interroga a sus subalternos: No recuerdo . No recuerdo -dicen ambos, contestación clásica-. Aquí el joven Reyes Bravo -Ortega Saavedra señala al testigo que pone cara de ¿yo, otra vez?- que le sabe todo a su defendido nos trajo . Se acerca Toño: Comandante, ¿me recuerda soy al que injustamente detuvo? No lo recuerdo -dice el policía mal fajado- así como a ti, agarro muchos, imagínate si tuviera que acordarme de todos. No soy base de datos . Luego, alguien le muestra un retrato hablado que ni por asomo se parece a Zúñiga Rodríguez. Es igualito -suelta la risa el Comandante-. Nadie le hace coro, la carcajada se torna en lamento: No te pude chingar, no te pude chingar . Luego intenta -como lo hizo cuando lo tuvo detenido- golpear a Zúñiga en el pecho. Se apaga la luz y el jefe policiaco se paraliza. Un reflector ilumina a Antonio, se escucha música de breakdance y la voz del expresunto culpable canta: Me chingaste pinche ojete y por eso/ dos años de mi vida estuve preso/. En el país la impunidad es absoluta/ por gente como tú, hijo de puta/. Por eso frente a frente te lo digo/ que la justicia te pondrá pronto un castigo./ Te lo digo de verdad sin disimulo/ que chingues a tu madre por el culo.

Oí por ahí

El Barcelona y el América: equipos de futbol semejantes. El Barcelona con Messi. El América con mes-y-medio sin ganar.

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