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Poder y derecho, dos caras de la misma moneda
Los poderes reales en el país son el aparato gubernamental y la empresa; hay paralelamente el poder del crimen organizado, organizaciones no gubernamentales, entre otras, que influyen en la formulación de políticas públicas.
La fórmula moderna y democrática para tener sociedades satisfechas y gobiernos eficaces la ofrece el maestro italiano de Ciencia Política, Norberto Bobbio, que define el derecho y el poder como dos caras de la misma moneda, al reconocer lo siguiente: “Sólo el poder puede crear derecho y sólo el derecho puede limitar el poder (...) El Estado despótico es el tipo ideal del Estado de quien observa desde el punto de vista del poder; en el extremo opuesto está el Estado democrático, que es el tipo ideal de Estado de quien observa desde el punto de vista del derecho”.
Liberalismo acotado para evitar desastres. En ese contexto es pertinente la observación de otro maestro italiano de la Ciencia Política, Giovanni Sartori, que en el balance de las ideas políticas concluye: “El liberalismo sigue siendo la única ingeniería de la historia que no nos ha traicionado”.
En México, el poder creó el partido oficial para absorber a las organizaciones políticas nacientes y controlarlas. Su éxito fue fundar instituciones, apoyar a la clase empresarial, articular una economía mixta y canalizar recursos crecientes al apoyo social.
Con el paso del tiempo, la economía mixta fue sustituida por el neoliberalismo y el apoyo social fue clientelar y decreciente.
El Partido Revolucionario Institucional (PRI) como organización política privilegió la disciplina al poder, y la ideología fue marginada a la República del discurso. El politólogo mexicano Luis Pérez define la influencia del PRI en los partidos políticos en los siguientes términos: “Es el contagio de las malas prácticas de un sistema político que se resiste a morir”.
Hoy, los poderes reales en el país son el aparato gubernamental y la empresa. Hay paralelamente el poder de las mafias del narcotráfico y del crimen organizado, la iglesia católica, los caciques políticos y culturales, los medios de comunicación y las organizaciones no gubernamentales, mismas que influyen de diversas maneras en la formulación de políticas públicas.
La sociedad es una creación de la voluntad política. Éste es el motivo por el que las naciones modernas como Holanda y los Países Bajos, Gran Bretaña, Estados Unidos y Francia nacieron de las revoluciones. También ocurrió en México.
En las narrativas de la evolución social de nuestro país, durante el gobierno actual, su nivel de aprobación está en 18%, el más bajo del que se tenga registro. Contribuyeron a este resultado la pobreza, la desigualdad, la inseguridad y la corrupción.
La pobreza afectó, según el dato al 2016, a 53.4 millones de personas. Se requería de un mayor crecimiento económico, que no ocurrió a pesar de la intención de tenerlo. Estamos anclados en el estancamiento estabilizador.
La desigualdad se advierte en varios indicadores. Voy a utilizar uno. La población urbana que no pudo alcanzar con su ingreso la canasta básica fue de 34 por ciento. Y en el caso de la población rural, de 51 por ciento.
En inseguridad, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), el porcentaje que declaró sentirse inseguro en su ciudad fue de 80%, de acuerdo con el dato de junio pasado. La fosa común encontrada en Veracruz revive el terror.
En la reciente encuesta de la Gestión Gubernamental, la tasa de prevalencia de la corrupción alcanzó 48% frente a 40% en el 2013.
AMLO, por el abrumador triunfo electoral, tiene una enorme responsabilidad social. Sus retos son Estado de Derecho y legitimidad de gestión.
