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Opinión

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Pigs in the wing

Portugal y Grecia deben evaluar separarse de la unión monetaria; su tamaño, desarrollo y estructura de mercados difieren de los promedios europeos.

Pigs es el título de una famosa canción de Pink Floyd, también es el acrónimo de moda en los mercados financieros que describe la mala situación económica por la que atraviesan Portugal, Irlanda, Grecia y España, países miembros de la comunidad europea y de la región del euro.

No hace mucho la percepción en los mercados de estos países era radicalmente distinta, sus tasas de crecimiento eran relativamente elevadas, el crédito abundante y barato, basado en inversión extranjera que le apostó a la convergencia de estas economías a los estándares europeos.

En particular destaca el llamado convergente-trade de los mercados de bonos. Los spreads de crédito soberano y corporativo cayeron consistentemente al mismo tiempo que la economía acumulaba peligrosos desequilibrios internos que fueron ignorados con los argumentos usuales en estos casos de, esta vez es diferente. Al final, las decisiones de consumo-ahorro-inversión de estas economías fueron distorsionadas por una estructura de precios relativos insostenible, especialmente en el balance riesgo-rendimiento.

El desequilibrio interno se caracteriza por la presencia de un tipo de cambio real sobrevaluado, déficit gemelos del presupuesto público y de la cuenta corriente de la balanza de pagos, y excesivo endeudamiento interno y externo.

Excluyendo a Irlanda, el grupo de países también se caracteriza por preservar estructuras de mercados de producto y de trabajo no competitivos y bajas tasas de ahorro doméstico. La solución del problema es clara al menos en el libro de texto. Hay que devaluar para generar demanda externa, debe reducirse el gasto público y privado, preferiblemente en consumo, la deuda interna y externa debe ser reestructurada y debe ponerse en marcha un ambicioso programa de reformas estructurales en los mercados de producto y trabajo para crear ganancias de productividad y oportunidades de inversión.

Pero mientras se mantengan en la unión monetaria europea, la devaluación no es una opción para estos países. En circunstancias parecidas en el pasado los bancos centrales de Portugal, Grecia, Italia y España, el llamado Club Med, adoptaron políticas monetarias expansivas que frecuentemente generaban inflación y devaluaciones de sus monedas de entonces el escudo, la lira, la dracma y la peseta. Hoy, en cambio, la política monetaria la hace en Frankfurt el Banco Central Europeo, que diseña su política con base en el balance de riesgo de toda la región.

¿Qué queda entonces? Queda la ruta incierta y altamente costosa de la reducción del gasto público y el privado, las reformas estructurales, la deflación de costo, la baja en los salarios y márgenes de ganancias inducidas por una prolongada recesión, y la reestructuración de la deuda; todo esto bajo el paraguas de un acuerdo en stand by con el Fondo Monetario Internacional y/o un grupo de países europeos encabezados por Alemania y Francia. Dada la velocidad a la que se deteriora la situación en la región y su contagio a otros mercados, estos acuerdos deben anunciarse a la mayor brevedad, comenzando por el caso más complicado, el de Grecia.

Portugal y Grecia deben evaluar seriamente la posibilidad de separarse de la unión monetaria; es evidente que su tamaño, desarrollo y estructura de mercados difieren sustancialmente de los promedios europeos, por lo cual podría convenirles recuperar el control de sus políticas monetarias. Aunque impensable hace apenas unos meses, el escudo y la dracma podrían estar de vuelta.

rfeliz@eleconomista.com.mx

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