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Nostalgia del caviar: La violencia de género y el Covid-19

Foto: Archivo
El gobierno federal tiene un doble discurso, contradictorio, acerca de las mujeres y las políticas de género. Por un lado, se encuentra el discurso del presidente López Obrador, que resulta ser misógino y paternalista: las marchas de protesta de las feministas –dice- han sido para tratar de afectar a su gobierno (la más reciente mención fue en la mañanera del 11 de agosto) o bien, cada vez que le preguntan sobre la violencia de género, saca a relucir que su gobierno protege a las mujeres mejor que los gobiernos del pasado, algo que no se constata en los hechos. Una de sus fórmulas favoritas es negar la realidad como cuando, en una mañanera de abril, le preguntaron acerca de las más de 115,000 llamadas en marzo relacionadas con violencia de género. López Obrador simplemente negó que los datos fueran reales.
El otro discurso gubernamental está a cargo de la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, y la titular de INMUJERES, Nadine Gasman, quienes han aceptado la gravedad en el incremento de la violencia de género en los tiempos del Covid-19 y han anunciado una serie de acciones que indicarían que se ha tratado de atender el tema. Sin embargo, han aceptado un recorte presupuestal que condena a los esfuerzos institucionales a una mínima acción y sus “políticas” están ejemplificadas en la campaña “cuenta hasta diez” que parece diseñada por un patriarca del siglo XIX o por AMLO.
Ambos discursos tienen en común que conciben a las mujeres como objetos de protección únicamente, en el viejo estilo de los gobernantes priistas y panistas. El resultado de este doble discurso en tiempos de pandemia ha sido desastroso para las mujeres.
El Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) ha dado a conocer datos correspondientes al mes de junio acerca de la violencia contra las mujeres, es decir, en el mes de la “nueva normalidad”. Durante los meses de cuarentena hubo suficientes evidencias de que la violencia contra las mujeres y los menores de edad se había incrementado de manera preocupante. En un país donde se normaliza la violencia, en especial en contra de estos dos grupos, el hecho de que exista un aumento debería haber sido una señal para que el gobierno federal y los estatales tomaran cartas en el asunto en un tema en el que, en general, han estado ausentes.
No fue así, pero si los gobiernos esperaban que terminada la parte más dura de la cuarentena las cosas regresaran a la normalidad (es decir, a la “violencia normal”) se equivocaron. Los datos arrojan que los feminicidios, homicidios culposos, lesiones dolosas y/o culposas, secuestro y trata de personas siguen al alza. En los meses de abril y mayo se registraron 74 feminicidios en cada mes, en junio esta cifra subió a 99.
El tema no es exclusivo de México, por desgracia. Desde las primeras semanas de la pandemia en China, el resto de Asia y Europa, se comenzaron a detectar aumentos en la violencia doméstica. En abril pasado, la OMS y la OPS circularon un documento titulado “Covid-19 y violencia contra la mujer. Lo que el sector y el sistema de salud pueden hacer”. En él señalan que la violencia contra la mujer se agrava durante las emergencias, siendo la violencia de pareja la forma más común. Las más vulnerables son las mujeres mayores y aquellas que padecen alguna discapacidad, lo mismo que desplazadas y refugiadas.
En algunos lugares ya en abril se habían triplicado los casos con respecto al año anterior. Las causas no son un misterio: estrés, perturbación de las redes sociales y de protección y un menor acceso a los servicios. Las mujeres que ya estaban en una relación de maltrato quedaron encerradas con el maltratador, lo que agravó más su situación. La pérdida o un menor contacto con familiares y amigos que podrían prestarles apoyo y protegerlas de la violencia, las dejó más expuestas.
Por si fuera poco, con el cierre de escuelas y la cuarentena las mujeres llevaron y llevan la sobrecarga de trabajo y en muchos casos han visto mermados sus ingresos, sobre todo en los hogares cuya jefatura recae en una mujer. A medida que los recursos disminuyen, las mujeres pueden estar expuestas a un mayor riesgo de explotación económica. De acuerdo a la ONU, la cuarentena dificultó el obtener anticonceptivos, con lo que se prevé un gran número de embarazos no deseados.
Las consecuencias de una ausencia de políticas públicas de género y la prevalencia de criterios misóginos en la sociedad han exacerbado la violencia de género, una violencia que ya existía. El pasado 12 de junio, Olga Sánchez Cordero dijo que: “la nueva normalidad será feminista o no será”. Simplemente, fueron palabras de un discurso vacío.