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Nadie quiere el lugar de Theresa May

Hoy, nadie quiere ser primer ministro de Reino Unido, porque el Brexit contiene veneno. Y por si existiera alguna duda: a nadie le conviene convertirse en primer ministro teniendo poco margen para renegociar un acuerdo con la Unión Europea a dos meses y medio de que ocurra el momento catártico del divorcio. Ni una prórroga de tres meses aliviaría la situación para un nuevo gobernante.
Partiendo de estas premisas, Theresa May logrará hoy sortear la moción de confianza que le tiene preparada el líder de los laboristas, Jeremy Corbyn. ¿Qué desea Corbyn? Debilitar aún más a May.
(Si tú lees este texto sabiendo que la moción de confianza de Corbyn triunfó, lo mejor es que suspendas la lectura en este momento.)
Todos, en Westminster, huelen a sangre. Pero también todos saben que, bajo las condiciones actuales del Brexit sin acuerdo, su vida útil al frente del número 10 de Downing Street podría ser muy reducida.
Ayer, Andy Burnham, laborista en la Cámara de los Comunes entre el 2001 y el 2017, y ministro del Interior en la sombra durante el referéndum del Brexit, escribió en The Washington Post tres pasos inmediatos que deberían seguir May y el Parlamento británico: una moción para impedir que haya Brexit sin acuerdo; negociar con la Unión Europea una prórroga de la fecha fatal (29 de marzo); y nombrar a un grupo de líderes políticos, de ser posible, referentes en la sociedad, para hacer las veces de caja de resonancia sobre lo pactado entre May y Bruselas.
La fisura del acuerdo negociado por Theresa May fue clara desde el principio de la negociación: la cláusula backstop que refiere el futuro inmediato de la frontera entre las dos Irlandas. Para los que votaron a favor del divorcio no existe la certeza de que el Reino Unido decida de manera soberana el futuro fronterizo de Irlanda del Norte. Quienes votaron en contra del Brexit creen que perderán sus derechos y sinergias sociales y comerciales si la República de Irlanda queda desconectada del Reino Unido. Si May sabía del disgusto de ambos ¿por qué no reformuló la negociación?
Ni la carta firmada el lunes por la mañana por los presidentes de la Comisión Europea y del Consejo Europeo, Jean-Claude Juncker y Donald Tusk, respectivamente, en la que transmiten certeza a los parlamentarios británicos sobre la sobreviviencia de la unión aduanera mientras se negocia un acuerdo comercial, pudo tranquilizar a los bandos polarizados.
Muchos británicos desearían viajar sobre el túnel del tiempo para llegar hacia las 7 de la mañana del 23 de junio del 2016. Día del referéndum del Brexit. Divorciarse o no de la Unión Europea, ésa es la cuestión.
Decía Bertolt Brecht que “el mejor aliado del fascismo es siempre una clase media con miedo”. ¿En dónde quedaría Nigel Farage, el gran excitador del Brexit del 2016, frente a un nuevo referéndum? Sus apestosas mentiras ya han quedado ventiladas.
De haber un Brexit sin acuerdo, el caos. Sólo así se podría azuzar un nuevo referéndum. El botón nuclear. No sería May quien lo pidiera.
Trump vivirá su segundo referéndum en el 2020.

