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Opinión

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Nada para nadie

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Hannia Novell

Las encuestas sólo son fotografías del momento, se sabe. Desde que iniciaron las campañas, en las trincheras de Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez han insistido en autoproclamar su victoria, inobjetable, en los ejercicios demoscópicos publicados por los medios de comunicación tradicionales y las redes sociales.

En lugar de utilizar las encuestas como un mecanismo para acercarse a la sociedad y conocer qué piensa la ciudadanía e, incluso, diseñar mensajes de comunicación, los partidos políticos, candidatos y gobiernos las han utilizado como propaganda pura y generar lo que los especialistas denominan efectos de opinión.

Lo que pretende cada uno de los equipos de campaña es influir entre los electores para que se enganchen con el ganador o promover el voto útil. Seguramente usted, como millones de mexicanos, ha recibido por WhatsApp o un amigo suyo ha publicado en Facebook mensajes que han llamado su atención. En todos ellos, las protagonistas son las encuestas.

Por un lado, le muestran gráficas en blanco y negro, es decir, claras y contundentes. Sin tendencias, porcentajes ni variable alguna que pueda provocar confusiones. Le aseguran que la opción A lleva la delantera y si usted vota por el equipo F, sólo desperdiciará su voto: mejor súmese a la campaña ganadora.

Así es como los consultores convencen a los partidos que los contratan. Les aseguran que la publicación reiterada de encuestas donde se muestran como ganadores, aunque no sea cierto, va a provocar que los votantes indecisos simpaticen con el ganador y harán crecer su ventaja.

Por otro lado, también le presentan gráficas de muy fácil comprensión, pero con intenciones diferentes. Le advierten que el equipo B casi alcanza a la campaña Q y si usted vota por la opción J, va a desperdiciar su voto: mejor haga que su voto incline la balanza.

Los estrategas de las campañas les aseguran a sus clientes que pueden cambiar el estado de ánimo de los electores y, con facilidad, lograrán sumarlos a su causa. Sin embargo, los efectos de la publicación de encuestas con fines propagandísticos son más variables.

Por ejemplo, ¿qué tal que la persona que mira la publicación decide que no apoyará al puntero ni a su principal adversario, sino que votará por una tercera opción? No gana el estratega que buscó ganar el voto indeciso, ni el propagandista que apeló al voto útil.

¿El Instituto Nacional Electoral regula el mercado de las casas encuestadoras? No. Señala reglas para su publicación, pero la realidad es que las encuestas casi no son financiadas por los medios de comunicación ni por instancias neutrales. Las encuestas domiciliarias, telefónicas y en redes sociales son pagadas por partidos y por candidatos. El que paga, manda. Aunque con honrosas excepciones, donde las casas encuestadoras si están certificadas.

En las elecciones presidenciales de 2016 y en las de 2018 en México hubo fallas diversas en las estimaciones. Las empresas y los encargados de las mediciones han señalado, a manera de justificación, que las encuestas no coinciden con los resultados finales porque hay un voto oculto, los electores cambiaron de preferencia (swing), los electores se sienten inseguros en el lugar donde los entrevistas y aseguran que votarán por A, aunque en realidad lo harán por C.

Sin embargo, hay que reconocer que más allá de la pregunta ¿Por quién va usted a votar?, conviene mirar las otras preguntas, para conocer las prioridades, preocupaciones y opiniones de los electores. Aún no hay nada para nadie. La encuesta, la única encuesta válida es la de la elección del 2 de junio. Salgamos a votar.

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Hannia Novell

Reportera y conductora de @ADN40 corresponsal, escritora Hannia Novell a las 5 Radio 105.3 FM columnista de PoliticoMX, EjeCentral y El Economista.

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