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Opinión

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Lo mejor del año es que ya se acabó

El año es una medida de tiempo, equivale a 12 meses, a 52 semanas, a 365 días, a 8,760 horas, a 525,600 minutos, a 31 millones 536,000 segundos. Cuando el año es bisiesto, cada cuatro años regulares, éste se compone de 366 días. Este día de más se le aplica a febrero, el mes mocho, según la copla nemotécnica –para recordar el número de días de cada mes- que dice: Treinta días tiene noviembre con abril, junio y septiembre. Los demás traen treinta y uno, menos febrero mocho que sólo trae veintiocho (aplausos). Otra regla nemotécnica para saber el número de días de cada mes es la de hacer con la mano un puño con los nudillos de los dedos hacia arriba. Los nudillos, sobresalientes representan los meses de 31 días y los huecos entre los nudillos los meses de menos de 31 días. El primer nudillo (se recomienda que sea el del dedo meñique) representa a enero, el hueco siguiente a febrero y así sucesivamente hasta llegar al nudillo del índice que representa a julio. A partir de éste se repite la operación en orden descendente considerando el nudillo de julio como también representativo de agosto. Para evitar la duplicidad del nudillo del índice que corresponde a julio y agosto, algunos autores de esta sencilla –de practicar y difícil de explicar- técnica memorística para saber la cantidad de días correspondientes a cada mes, recomiendan hacer el ejercicio con ambas manos, de tal suerte que al nudillo del índice de la mano izquierda (correspondiente a julio) siga el nudillo de la mano derecha (correspondiente a agosto). A esta variedad yo me opongo por la sencilla razón de que, si se utilizan ambas manos para reunir huecos y nudillos, con qué dedo se efectúa la operación de contar.

Nota del autor: Si hubiere algún lector que no entendiera las modalidades nemotécnicas descritas o no le satisfacieran, siempre queda la posibilidad de recurrir a un calendario. Los hay de bolsillo, de pared, con imágenes religiosas, por lo general, cortesía de la Carnicería Alicia o de la Tortillería la Reina, (desgraciadamente, ya no se editan los calendarios con ilustraciones del extraordinario artista Jesús Helguera que exaltaban a la raza prehispánica). En lo particular, sólo por esta vez y de manera harto machista, recomiendo a los lectores el Calendario H para hombres, donde el mes de mayo –mes de las mamacitas- está representado por la figura asombrosamente armónica y bella de Malillani Marín, cuyo cuerpo produce en el varón que lo contempla, a semejanza de la técnica memoriosa ya descrita de la mano empuñada donde sobresalen los nudillos, que sobresalga una parte del cuerpo que está más abajo.

El calendario gregoriano

Así denominado porque su promotor fue el Papa Gregorio XIII en el Concilio de Trento (1582), ¿y qué vino a sustituir al calendario juliano que imperaba desde el año 46 antes de la era cristiana?

El calendario juliano, llamado así en honor del Emperador romano Julio César, fue una reforma con objeto de adaptar las estaciones anuales y las fiestas romanas al momento astronómico en que sucedían. Anterior al calendario juliano, los romanos usaban un calendario de 304 días distribuidos en 10 meses (seis meses de 30 días y cuatro de 31 días). Con el año de 304 días, si bien el aguinaldo se cobraba antes, había un desfase en el tiempo con relación al año solar de 365 días que habían puesto en práctica los egipcios más de 2,000 años antes. El año de 304 días provocó que el invierno fuera fechado en el otoño astronómico, lo cual provocó el enojo de Julio César, a quien le urgía la llegada de la primavera al ser esta la estación en la que visitaba a su amante Cleopatra debido a que Marco Antonio, esposo y hermano de Cleopatra, aprovechaba el buen clima primaveral para salir de cacería. (Se cuenta que en una de esas ocasiones, Marco Antonio regresó de su temporada de caza trayendo como galardón la cabeza de un ciervo de gran cornamenta. Mira lo que te traje -le dijo a Cleopatra mostrando el trofeo cinegético- , es tu vivo retrato , fue el comentario de la veleidosa egipcia.

Retomo el tema: Sosígenes de Alejandría, asesor de Julio César, fue el que recomendó la modificación del calendario de 304 días por el de 365 para adecuarlo astronómicamente, agregando dos meses, uno de 33 y otro de 34 días al anterior anuario y se estimo considerar por cada cuatro años de 365 días un año de 366 llamado bisiesto. Por cierto, para corregir los desfases del almanaque anterior, el año 46 antes de Cristo duró 445 días ante el beneplácito de los empresarios que con este pretexto retardaron el reparto de utilidades.

Como consecuencia del calendario juliano -11 minutos más largo que el año solar (trópico) que no se compensaba del todo con la anexión de los años bisiestos-, la fecha del equinoccio de primavera se fue anticipando cada vez más hasta que en el año 1582 tuvo lugar el 11 de marzo, en vez del día 21 como había sucedido en la época del Concilio de Nicea en el año 325, en el cual se había decretado celebrar la Pascua el domingo siguiente al equinoccio de primavera (en el hemisferio norte, de otoño en el hemisferio sur). Así pues, la reforma del Papa Gregorio XIII, aconsejado por el astrónomo Aloysius Lilius, fue la de ajustar el momento astral en que debería celebrarse la Pascua y, en relación con ésta, las demás fiestas religiosas móviles. Lo que importaba, pues, era la regularidad del año litúrgico, para lo cual era preciso introducir determinadas correcciones en el calendario civil. Así se hizo.

Para evitar en el futuro el desplazamiento del mentado equinoccio (y que Benito Juárez naciera justamente en un día del fenómeno astronómico que rige el calendario eclesiástico), en el Concilio de Trento se decretó, además de los años comunes y bisiestos, los años seculares –finales de un siglo-. Y que éstos sólo serían bisiestos aquellos cuyas centenas sean divisibles por cuatro. De esta manera el año 1900 no fue bisiesto y no lo será el 2100 y sí lo fue el 2000, y lo será el 2400.

El calendario gregoriano se compone de ciclos de 400 años; 146,097 días que da un número exacto de semanas: 20,781, de tal modo que en cada ciclo no sólo se repite el número de años comunes y bisiesto, sino que el ciclo semanal también es exacto, esta congruencia da lugar a que tomando un grupo de 400 años seguidos, el siguiente ciclo con igual cantidad de años será exactamente análogo.

Según lo anterior, el calendario gregoriano marca que en 400 años habrá, además de los cuatro seculares que ya mencioné, 303 años comunes y 97 bisiestos.

Un pequeño problema que tiene el calendario gregoriano es un error de 26 segundos de atraso cada año, lo cual indica que al usarlo durante 3,320 años –llevamos 428 de practicarlo- habremos perdido un día. ¿A qué día de la semana corresponderá la pérdida? Tarea para las vacaciones de fin de año: auxiliándose de lápiz, papel y una calculadora, el lector resolverá cuál será el día perdido. (Hago votos para que éste sea un lunes, que es el día que me da más hueva hacer mi columna de los martes).

Otros años, otras culturas

Aunque su origen está en la Iglesia Católica, el calendario gregoriano, poco a poco, fue adoptado en países que no seguían la doctrina católica y al paso del tiempo es considerado el calendario civil de todo el mundo.

Sin embargo, por ejemplo, en Irán, existe el calendario persa que fue puesto en práctica –internamente- en 1925, se inicia el 21 de marzo de cada año. Pasado mañana, 1 de enero del 2011, según los persas será el día 11 del mes de 1378. (Las culturas, como las mujeres, también se quitan los años).

De pasada diré que el próximo 28 de septiembre del 2011, para la cultura multinacional judía será el inicio del año 5772. El próximo 3 de febrero del año que está en la antesala será el inicio del año 4709 para los chinos.

Y aquí cabe el chiste del gallego que felicita el 31 de diciembre a un chino por el Año Nuevo.

El oriental le hace la aclaración que en su cultura no es Año Nuevo y que ellos están viviendo en el año 4,689 –el chiste tiene 20 años-.

¡Coño! –, dice con asombro el gallego- ¿y qué tal os ha salido el Mustang?

Este textoservidor se tomará unas, si no merecidas, sí necesarias, vacaciones. Regresaré a las páginas de El Economista el próximo 11 de enero. Felicidades.

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