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Lecciones (cambiarias) de nuestra historia

En suma, existen en el actual panorama cambiario de México tres ingredientes que puedan dar lugar a una mezcla explosiva. ¡Que no se vaya a decir que no hubo la advertencia!
Nos lo explicó con claridad y en términos didácticos un joven economista (con mucho potencial) con quien trabajábamos en Hacienda. Según Martín Werner (destacado profesionista posteriormente), en el mercado cambiario los capitales se comportan “en manada”. Entran y salen de los países en corridas masivas, tipo estampida. Si ése es el caso, más vale procurar que no se desate una fuga multitudinaria. Y, además, ahí están las lecciones de la historia.
El fenómeno se constató durante la etapa final de los sexenios de Echeverría (1976) y López Portillo (1982). Previamente a esos episodios cambiarios, la terquedad gubernamental de aplicar expansionismo inflacionista con el mantenimiento de una paridad fija provocó una apreciación muy importante del tipo de cambio real. A continuación, la fuga masiva que se desató terminó por imponerse. Demagógicamente, López Portillo intentó echarles la culpa a los bancos.
Durante el sexenio de Salinas de Gortari, se produjo una gran atracción de capitales del exterior. Entraron masivamente y también dieron lugar a una apreciación importante del tipo de cambio real, el cual no pudo sostenerse ante el embate de una cadena de acontecimientos traumáticos a lo largo del año 1994. Y el golpe de gracia devaluatorio se materializó ya iniciado el gobierno siguiente de Zedillo, en lo que ha venido a conocerse como Error de diciembre.
El factor causal de la apreciación del tipo de cambio real durante el gobierno de López Obrador después de la pandemia ha sido el amplio diferencial entre las tasas de interés internas y externas. Muchos capitales han entrado, pero igualmente podrían salir en estampida si se les provoca. Y ya desatada la oleada inicial, podría sumarse a la corrida una fracción importante de la captación bancaria y de las inversiones en el mercado de dinero y de capitales. Hay el agravante adicional de que la mayoría de los observadores han manifestado que en el largo plazo el tipo de cambio del peso mexicano (el precio del dólar en moneda nacional) tendrá que ajustarse de manera inexorable.
En suma, existen en el actual panorama cambiario de México tres ingredientes que pueden dar lugar a una mezcla explosiva. Primeramente, una apreciación muy marcada del tipo de cambio real cuya percepción no se ha corregido. Segundo, una importante masa crítica de recursos volátiles acumulados en las entrañas de la economía mexicana. Y un ambiente político y social muy caldeado, que podría convertirse en la chispa para el estallido. Una bomba de tiempo lista para explotar. ¡Que no se vaya a decir que no hubo la advertencia!
