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Inteligencia artificial, contexto y ética (1 de 3)

En una serie de tres artículos abordaré el tema de la inteligencia artificial, en cuanto a sus bases generales, estado actual y prospectiva y, particularmente, algunas ideas sobre sus implicaciones éticas.
I. Inteligencia artificial: situar el tema
¿Qué es la inteligencia? La inteligencia es definida como la capacidad de entender, de resolver problemas; además, como conocimiento, habilidad o destreza (DLE RAE).
También se la conceptualiza, a manera de finalidad práctica, como “la habilidad global de un individuo para actuar con intención, pensar racionalmente y lidiar de manera eficaz con su medio ambiente” (Wechsler, 1939). Sentido que comparten Humpreys y Binet). Esta óptica la estimo relevante por cuanto trasciende la mera intelectualidad personal y se abre al mundo físico y social.
Etimológicamente, “inteligencia” proviene del latín “intellegere” compuesta por inter (entre) y legere (escoger) lo que alude a la característica básica del razonamiento de poder diferenciar, a partir de lo cual puede procederse a ordenar, seleccionar, decidir.
Reduccionismo. Solemos limitar nuestra idea acerca de la inteligencia a los procesos de razonamiento de tipo abstracto, o asociada con logros o grados académicos. Por ejemplo, el matemático, cuya excelencia es grandemente apreciada. De la misma manera, al ejercicio de las ciencias, como en los grandes físicos de nuestro tiempo. A quienes poseen estas capacidades de escudriñar, discernir, descubrir, los consideramos por antonomasia “inteligentes”.
Cuando se trata de otras disciplinas o actividades, si bien reconocemos la inteligencia existente, con frecuencia empleamos palabras diferentes, como “genialidad” “habilidad”, etcétera. En algún sentido, se tiende a limitar el calificativo de “inteligente” a formas de razonamiento especialmente complejas para la mayoría.
Ello lleva, generalmente, a reducir el significado de la inteligencia a procesos de razonamiento abstracto y a su aplicación enfocada a la solución de problemas, particularmente si son de tipo científico-tecnológico. Esta reducción de lo que entendemos por inteligencia humana es parcialmente errónea por incompleta.
Tipos de inteligencia. Howard Gardner nos alertó contra ese reduccionismo intelectualista de la inteligencia que se observaba y al que se pretendía dar objetividad en la medición del coeficiente intelectual (IQ). Expuso en su Teoría de las Inteligencias Múltiples (1983) 8 tipos: lingüística, lógico-matemática, espacial, musical, corporal-cinestésica, intrapersonal, interpersonal y naturalista. Todos tenemos más de una, algunas más desarrolladas. Una gran científica, una sobresaliente deportista o una destacada artista pueden tener el mismo coeficiente intelectual y cada una ser excelsa en actividad diferente.
La inteligencia es siempre social. Como se ha indicado, varios estudiosos apuntan a definir la inteligencia como una capacidad de adaptación al entorno o a las circunstancias. Esto es, la inteligencia de cada persona solo tiene sentido si se la considera en su contexto e implicaciones sociales. La inteligencia, aun la del individuo, es siempre una inteligencia social, producto de su entorno y referida a éste.
Incluso el razonamiento abstracto de un matemático o de un físico, por no decir los modelos de un economista, están precedidos necesariamente de un bagaje cultural de la sociedad, y los productos de tales inteligencias se dirigen a ella, aunque no siempre de una manera tan directa o evidente.
Entonces, la inteligencia no debe ser limitativamente apreciada como una especie de razonamiento puro o abstracto, perteneciente solo a cada individuo. Mucho menos relacionada exclusivamente con cuestiones científicas o tecnológicamente utilitarias. Es inteligente cada individuo que se adapta a su entorno y adapta el entorno a la consecución de sus objetivos, lo que no tienen que versar exclusivamente con las ciencias o artes. Son inteligentes el campesino, el artesano, el habitante de selvas, desiertos o hielos, así como sus pueblos que, aplicando conocimiento heredado durante siglos, persisten y perviven; como los son también las niñas y jóvenes que avanzan día a día en su educación formal. Unos y otras mantienen su viabilidad individual y contribuyen a la colectiva
De lo anterior se colige que, aunque la inteligencia humana se liga usualmente al individuo, siempre tiene también una dimensión social y, acaso, es ésta la más relevante, pues hace posible aquélla. La inteligencia individual, que por fines prácticos conviene medir y tener en cuenta, es parte de una inteligencia humana colectiva, social, se trate de agregados mínimos, como la pareja, la familia, o agrupaciones diversas, como nuestros vecinos, trabajo, asociaciones y, por supuesto, cuerpos políticos, como los municipios, entidades o el país. En todos los casos, la inteligencia humana, individual y colectiva, se avoca a resolver situaciones y responder a un entorno cambiante, para lograr, en lo personal y en lo grupal, estabilidad, permanencia y desarrollo.
La inteligencia artificial (IA). Se considera a Alan Turing (Reino Unido, 1912-1954) como el Padre de la Inteligencia Artificial, cuya Teoría de la Computación sugería que una máquina podía simular la deducción matemática y el razonamiento formal mediante el uso del código o lenguaje binario, que utiliza “0” y “1”, donde “0” es apagado (no pasa energía eléctrica) y “1” es encendido (sí pasa energía) en bulbos (hace muchos años), transistores (después) y, actualmente, microprocesadores (chips). La combinación de 0s y 1s forma símbolos (como letras y números) con los que se dan instrucciones a las computadoras. Fue Turing (el de la película El Código Enigma) quien en 1950 planteó en la Revista Mind la pregunta “¿pueden pensar las máquinas?” y después la replanteó a si “las máquinas pueden o no mostrar comportamiento inteligente”.
John McCarthy (EUA 1927-2011) acuñó el término “inteligencia artificial” en 1956 y coincidió con otros pioneros en que “la Inteligencia Artificial no es, por definición, una simulación de la inteligencia humana”. Sobre esta diferenciación cabe abundar.
La inteligencia artificial, en la actualidad, no simula, ni pretende hacerlo, la inteligencia humana entendida como un atributo o bien colectivo, complejo, con dimensiones individuales y grupales, pero que siempre, para el género humano y para cada individuo en la sociedad, opera como una cualidad integral y coherente respecto de tales dimensiones, en línea con ser un atributo otorgado por la evolución de nuestra especie y por los logros de nuestra civilización.
Noción y aplicación. Precisado lo anterior, puede abordarse la noción de inteligencia artificial (IA) como un conjunto de algoritmos que se programan en una computadora para emular algunas capacidades cognitivas y de razonamiento de los seres humanos. El algoritmo, a su vez, es un conjunto ordenado de pasos, una secuencia de operaciones, para la solución de un problema.
Insisto en que la imitación de la inteligencia humana se refiere en la IA a funciones y procesos particulares de razonamiento para fines específicos, mayormente utilitarios, sin que, en modo alguno, asuma (ni es su objetivo) abarcar la complejidad multidimensional e integral de la inteligencia humana como atributo de nuestra especie, ni su naturaleza y finalidad social amplias.
La IA la vemos aplicada en múltiples campos. De forma cotidiana, por ejemplo, en asistentes como Alexa o Siri, el traductor o la búsqueda avanzada de Google, los programas creativos como el Chat GPT, las recomendaciones que nos hace Netflix, o en variados juegos, destacadamente el ajedrez, donde la IA y su rama Aprendizaje de Máquinas (Machine Learning) derrotaron al campeón mundial de ajedrez ya en 1997 (Deep Blue vs. Kasparov).
Conforme a Stuart Rusell y Peter Norving se tienen varios tipos de inteligencia artificial: Desde sistemas que imitan el pensamiento, enfocados a toma de decisiones; sistemas que asemejan el actuar humano, mayormente robots; sistemas racionales, del tipo de sistemas expertos para emular la percepción y el consecuente actuar lógico, y sistemas de actuar racional para imitar el comportamiento humano percibido en entornos.
En el siguiente artículo abordaré el estado de cosas y tendencias de la IA.

