Fracasos

El gobierno del presidente López pasará a la historia, además de por haber destruido instituciones, por haber sido un sexenio en el cual la política pública estuvo plagada de estrepitosos fracasos. La ideología obtusa, retrógrada y estatista de un presidente lleno de ocurrencias encabezando un gobierno de incompetentes ha tenido un significativo costo en el bienestar de la población. Más aun, las erróneas decisiones que se han tomado en varios ámbitos impactarán negativamente en el bienestar de las generaciones por venir. Destacan tres fracasos que se dieron precisamente en las áreas en las cuales el presidente basó gran parte de su política pública: salud, infraestructura y energía. En cuanto a la política de salud el presidente, en lugar de corregir las fallas existentes, decidió que parte de lo que existía había que destruirlo y reemplazarlo. Así, canceló el seguro popular y lo sustituyó por el engendro del Insabi, con lo cual dejó sin cobertura de servicios públicos de salud a 30 millones de mexicanos.

Por otra parte, con acusaciones de corrupción que nunca se comprobaron junto con un significativo recorte presupuestal, decidió cancelar la adquisición centralizada de medicamentos para todo el sector público que hacía el IMSS y transfirió esta función a la Oficialía Mayor de la Secretaría de Hacienda y, ante el fracaso, a Birmex. El resultado ha sido una notoria y permanente falta de medicamentos la cual se trató de solucionar con la ocurrencia de una megafarmacia, experimentó inútil y muy costoso. Adicionalmente, el recorte presupuestal también se ha traducido en una falta de equipamiento e insumos en los hospitales y clínicas del sector público. Mención especial es el criminal manejo de la pandemia que dejó 800,000 muertes en exceso, de los cuales 300,000 son atribuibles a pésimas decisiones del presidente y de los funcionarios del sector salud.

El segundo rubro en donde ha habido un fracaso es el relativo a las obras de infraestructura. El AIFA, aeropuerto digno para una ciudad de tamaño medio, a dos años de su inauguración sigue significativamente subutilizado. La refinería de Dos Bocas ha tenido hasta ahora un sobrecosto de más de 10,000 millones de dólares y no hay para cuándo inicie operaciones; además, se estima que con los 18,000 millones del dólares invertidos en este proyecto se podía haber adquirido casi la totalidad de la capacidad de refinación instalada en Texas. El Tren Maya que también ha tenido un sobrecosto que a la fecha asciende a 350,000 millones de pesos, además de haber causado una significativa destrucción ambiental no ha sido terminado y sufre de fallas continuamente. Finalmente, el ferrocarril del istmo de Tehuantepec no competirá con el canal de Panamá y difícilmente se convertirá en un polo de desarrollo ante la falta de trabajadores con un elevado capital humano así como de gas natural y electricidad.

Estos caprichos presidenciales tienen una tasa de rentabilidad social negativa, por lo que destruyen parte de la riqueza nacional. Adicionalmente a lo anterior, estas cuatro obras a la cual hay que agregar la ocurrencia de revivir la línea aérea mexicana, serán deficitarias por varios años, por lo que requerirán de significativos subsidios gubernamentales para poder operar. Esto implicará una presión sobre las finanzas públicas, además de quitarles recursos a rubros importantes como educación y salud.

El tercer gran fracaso es lo relativo a la política energética, tanto en materia de hidrocarburos como de electricidad. La obsesión del presidente López por emular a Lázaro Cárdenas en petróleo y a Adolfo López Mateos en electricidad, con una obsesión por regresar a un pasado glorioso que sólo existe en su cabeza y con una marcada aversión a la participación privada en el sector energético, ha derivado en dos empresas públicas cada vez más ineficientes y costosas y un sector energético que no está a la altura de lo que Mexico requiere para tener un proceso sostenido y alto de crecimiento económico.

En petróleo, el presidente le apostó todo a Pemex y una de sus primeras decisiones, además de nombrar a un inexperto e incompetente agrónomo como su director, fue cancelar las rondas petroleras excluyendo al sector privado de futuras participaciones en exploración y extracción de petróleo y gas. Su apuesta por Pemex ha llevado al gobierno a inyectarle mediante aportaciones al capital, transferencias y reducción de la carga fiscal 1.2 billones de pesos. A pesar de ello, su deuda documentada sigue siendo de más de 100,000 millones de dólares a lo qué hay que agregar 135,000 millones de pesos de deuda a proveedores y sin posibilidades de liquidar esta última. Además, hay tres datos que resaltan: la producción de petróleo es la menor desde la década de los setenta del siglo pasado, el hecho de que por cada barril que se refina en México se pierden 32 dólares y que se produce casi lo mismo de combustóleo que de gasolina. El “rescate de Pemex”: un rotundo fracaso.

En electricidad hay una historia similar. López y Bartlett apostaron todo por la cara, notoriamente ineficiente y contaminante CFE. Lo primero fue cancelar las subastas eléctricas seguido de la instrucción a la CRE de imponer barreras a la participación privada en generación llegando al punto de evitar que plantas ya concluidas de generación eólica y solar se conectarán a la red de transmisión, desincentivando nuevas inversiones. Por su parte la CFE, monopolista en transmisión y distribución no invirtió montos significativos en su expansión. La falta de nueva generación y de su distribución implica que no habrá suficiente energía eléctrica hacia el futuro cercano, lo que inhibe la inversión y el crecimiento. Apostar a la CFE, otro rotundo fracaso. El sexenio de López ha sido uno de destrucción institucional acompañado de notables y muy costosos fracasos de política pública; en suma, un desastre.

X: @econoclasta