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Opinión

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Felipe Calderón Espinosa

Yo recuerdo que los desfiles conmemorativos de la Revolución Mexicana eran ciento por ciento deportivos. Con esto no quiero decir que no marcharan elementos militares. Pero no lo hacían como tales, es decir, de uniforme y armados. Desfilaban, eso sí, elementos del Ejército destacados en alguna actividad deportiva. Pero esta vez, como símbolo del sexenio que se extingue, en el precitado desfile imperó lo castrense sobre lo civil.

Como luego sucede en el teatro con espectáculos que requieren de un numeroso elenco y que, al fracasar en taquilla, se dice que había más personas arriba del escenario que en la sala, así sucedió con la marcha conmemorativa de la Revolución: hubo tramos en los que eran más los marchistas que los espectadores.

Lo anterior sucedió porque la parada cívico-militar aludida debió efectuarse la víspera; es decir, el 19 -lunes-, que fue el día feriado para la celebración de la fecha patria, según la modalidad -copiada de los gringos y adoptada para evitar los puentes y propiciar el turismo interno- de trasladar las fechas conmemorativas al fin o al principio de semana que esté más cercano a las mismas.

Por cierto, a esta forma de celebración -ajena a nuestra confortable idiosincrasia- los peritos mexicanos en actividades de pontazgo con fines recreativos -ingenieros en puentes vacacionales- ya le dieron la vuelta y ahora resulta que, además del viernes o del lunes cercano a la festividad, extienden el ocio hasta el mero día de la conmemoración, logrando con esto inconmensurables pasarelas donde la hueva nacional se viste de gloria.

Ráfaga de estiércol

El de antes de ayer fue el último aniversario del inicio de la Revolución Mexicana presidido por el presidente Felipe Calderón. Mal comienza la semana para quien ahorca el lunes. O dicho de otro modo: no le espera un buen día al Jefe cuyo subalterno confunde su apellido materno.

En el primer evento del día: la ceremonia de entrega de reconocimientos a los militares y marinos recién ascendidos, el orador del evento, general Rubén Venzor Arellano, cometió el error de cambiarle el apellido materno al Primer Mandatario, al referirse a él como Felipe de Jesús Calderón Espinosa, lo que suscitó una exclamación de desaprobación entre los asistentes. No obstante esto, el militar -al que sus cuates, en son de guasa, ya le cambiaron de nombre: en lugar de Rubén le llaman Burrén- no rectificó su error.

Para continuar la cadena de pifias, el general Noé Sandoval, a lomos de un brioso cuaco, solicito la autorización del Presidente para dar inicio al desfile cívico-militar-deportivo y se equivocó al decir que éste era con motivo del 101 aniversario de la Revolución.

El desfile fue variado, aunque, reitero, de predominancia militar: vuelo acrobático con aviones de combate F-5, tablas gimnásticas a cargo de los miembros de la Policía Militar y la representación espectacular de distintos pasajes revolucionarios: batallas entre villistas y carrancistas; escenificación de las firmas del Plan de San Luis, el Plan de Ayala, el Plan de Guadalupe y la configuración de la Constitución de 1917; todo ello, enmarcado en carros alegóricos y en mosaicos humanos.

También desfiló una representación de atle­tas que compitieron en los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Londres, así como deportistas ganadores de medallas en los Juegos Panamericanos de Guadalajara. Charros y chinas poblanas se unieron a la celebración.

Durante una acrobacia de los miembros del Arma de Caballería del Ejército, un grupo se accidentó exactamente frente a Palacio Nacional, dos soldados fueron sacados en camilla. Sin embargo, el general Noé Sandoval al dar el parte oficial del desfile al Presidente -aprovechó para enmendar su error sobre la edad de la revolución- manifestó: Sin novedad . Esto es, no reportó a los dos soldados heridos. Ni siquiera los consideró daños colaterales.

Al descender sobre la plancha del Zócalo, dos helicópteros de la Marina provocaron una ráfaga de estiércol -aproximadamente pasó por ahí un millar de caballos-. (La revolución se hizo a caballo y los caballos se hicieron durante el desfile).

El excremento fue a parar de manera directa al Palco Presidencial, el licenciado Calderón Espinosa -apellido de ese día- se sacudió el traje, doña Margarita aguantó como las buenas, sus dos hijos, de plano, se taparon la nariz y en sus caras se veía un gesto de mal olor y asco. ¿Metáfora del sexenio?

Retazos con hueso

Con el título que encabeza este párrafo, inauguro una nueva sección que publicaré cuando el tema o la nota que llame mi atención sólo alcance para hacer un comentario.

Felipe en España: durante la reciente visita de Felipe Calderón a la Vale Madre Patria -título provisional mientras dure su crisis- invitó, dada la afición de Juan Carlos I a la cacería de elefantes, al monarca a nuestro territorio donde tenemos dos elefantes blancos listos para su caza. Éstos son la Biblioteca José Vasconcelos, situada en Buenavista, Buenavista, Buenavista, magna obra foxista; y la Estela de Luz con la que el calderonato celebró el Bicentenario de la Independencia con 15 meses de retraso y 600 millones más de lo presupuestado.

El profe y su maestro: para mí que el profesor Humberto Moreira emuló a Genaro García Luna y el video -grabado por él- que presentó como prueba de que su subalterno Sergio Ricardo Fuentes lo engañó al aumentar, sin su autorización ni conocimiento, la deuda de cadenas productivas de 3,000 a 8,000 millones de pesos. Según le dijo a Ciro Gómez Leyva, nadie creía en su inocencia y con la presentación del video va a demostrar que siempre dije la verdad . Por eso, expresó: Invité a platicar a Sergio Fuentes, a que me explicara cómo había sido todo y grabar . Una pregunta para el ilustre profesor: ¿por qué no, con la misma agudeza empleada para grabarlo, se las ingenió para presentarlo ante la instancia judicial correspondiente? A mí, la grabación me huele a montaje. Fuentes no es verdugo de Moreira, sino su cómplice ¿Dónde está el señor Fuentes? Parece ser que en Hollywood, perfeccionando sus estudios de actuación.

Oí por ahí

Una mujer, aspirante a un puesto en una empresa, es sometida por el psicólogo industrial de la misma a un test.

Psicólogo: Usted está en una calle oscura y ve a lo lejos dos faros viniendo en su dirección. ¿Usted, qué piensa que es?

Mujer: Un coche.

Psicólogo: Sea más específica. ¿Qué tipo de coche? ¿Un BMW, un Dodge o un Volkswagen?

Mujer: Cómo quiere que lo sepa, si la calle está oscura.

Psicólogo: Hummm... Bueno, le haré otra pregunta. Usted está en la misma calle oscura y ve un solo faro viniendo en su dirección. ¿Usted, qué piensa que es?

Mujer: Una moto.

Psicólogo: Bueno, una moto, sí, pero sea más específica. ¿Qué tipo de moto? ¿Una Yamaha, una Honda, una Harley-Davidson?

Mujer: Es que, si la calle está oscura, ¿cómo voy a saber ese detalle?

Psicólogo: Hummm... Mire, una última pregunta: en la misma calle oscura usted ve ahora un farol, más pequeño, brilla con menor intensidad. ¿Usted, qué piensa que es?

Mujer: Una bicicleta.

Psicólogo: Sea más específica: ¿qué tipo de bicicleta una Benotto, una Shimano XT o una Bianchi?

Mujer: Lo siento, pero no sé.

Psicólogo: Lamento decirle que ha sido descalificada para el puesto.

La mujer, triste por el resultado, va a salir de la oficina del psicólogo, pero antes le dice a éste: Aunque haya yo sido descalificada, el test me ha parecido muy interesante. Antes de retirarme, puedo hacerle una pregunta en la misma línea de razonamiento.

Psicólogo: Claro que puede.

Mujer: En la misma calle oscura de la que usted habló, se encuentra una mujer muy maquillada, con una falta muy cortita, zapatos de tacón dorado, una blusa que le permite enseñar más de la mitad del busto, se contonea y mueve su bolso. ¿Qué piensa que es esa mujer?

Psicólogo: Una prostituta.

Mujer: Sea más específico. ¿Qué clase de prostituta, su hermana, su hija, su mujer o su puta madre?

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