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Opinión

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¿Estamos solos en el universo?

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La respuesta más lógica y probable es: No estamos solos. Enrico Fermi, un destacado científico ganador del premio Nobel de Física (1938), y famoso por desarrollar el primer reactor nuclear, se hizo esa misma pregunta en 1950.

En física se denomina “problema de Fermi,” a los cálculos rápidos de cantidades que parecen imposibles de estimar. Se calcula que hay unas cien mil millones de galaxias. En cada una de esas galaxias se ha estimado que deben existir cien mil millones de estrellas. Y que hay aproximadamente un planeta por cada estrella.

“Seguro que algunas de esas estrellas tienen planetas que pueden soportar vida”, planteó Fermi a sus colegas Edward Teller, Herbert York y Emil Konopinski a mediados del siglo pasado. Así nació lo que los “ufólogos” (pseudo-disciplina que estudia a los objetos voladores no identificados) han denominado a la “paradoja de Fermi". Para muchos, la cuestión no es si hay vida o no en otras zonas del universo, sino simplemente si podremos tener contacto con alguna civilización extraterrestre avanzada en caso de existir. ¡O si ya lo tenemos!

Hallazgos recientes apuntan a que el brillante científico Fermi tenía razón. Hoy en día, se han detectado alrededor de 4000 exoplanetas; algunos de ellos potencialmente habitables -cuando menos teóricamente-.

Recientemente, el tema ha cobrado una nueva relevancia gracias a un reportaje publicado en el New York Times, acompañado por vídeos desclasificados y luego “filtrados” a ese medio. A este reportaje le han seguido otros en el Washington Post, Politico y 60 Minutes, así como muchos otros de menor importancia y seriedad.

A pesar de que el tema ha pasado a primer plano en los principales medios de comunicación durante los últimos años, la falta de relatos de primera mano o documentación física disponible para respaldar las teorías ha sido un obstáculo para llegar a una afirmación contundente sobre lo que son en realidad.

Históricamente, la enorme cobertura mediática sobre el tema comenzó con la recuperación de desechos metálicos de un globo espía en un rancho cercano al Campo Aéreo del Ejército de Estados Unidos, en Roswell, Arizona, en 1947, en los albores de la guerra fría. Al respecto, muchos “teóricos de la conspiración” han afirmado que se trataba de una nave extraterrestre.

Posteriormente, se detectó una enorme cantidad de avistamientos -la mayoría con una explicación lógica- desatando todo un frenesí mediático que ha perdurado por décadas.

El primer esfuerzo “oficial” para aclarar ante el público el fenómeno de los llamados Ovnis fue el proyecto “Libro Azul” (1947-1969) que recopiló y clasificó una serie de estudios por parte de la Fuerza Aérea de Estados Unidos. A este le siguieron otros, -algunos públicos, otros privados, así como clasificados o “secretos” y varios más de carácter público- (por ejemplo, “Aquarius” o los paneles “Condon” y “Robertson”, por citar algunos). Todos ellos, han arrojado algunas interesantes conclusiones a lo largo de varias décadas:

  • El fenómeno es real y ha sido estudiado por diversas entidades gubernamentales -y privadas- en Estados Unidos durante décadas. De manera oficial y pública, así como secreta y clasificada.
  • Existen las llamadas operaciones “black budget” o de “presupuesto oculto”, no disponibles al escrutinio público, lo que significa que su existencia y detalles no se divulgan. La información sobre estos programas ha quedado restringida bajo el argumento lógico de que se trata de asuntos de seguridad nacional.
  • Se infiere que estos programas de “presupuesto negro” son responsables del desarrollo de tecnologías avanzadas que no se conocen públicamente y permiten a los Estados Unidos los avances para la fabricación de naves muy desarrolladas que le permiten tener supremacía militar sobre otras potencias rivales. Y desde luego, no se descarta la posibilidad de la existencia -y avistamientos- de naves secretas creadas por otras potencias como Rusia o China.
  • La gran mayoría de los avistamientos tienen una explicación científica y terrenal: fenómenos meteorológicos y astronómicos, globos espías o de recopilación de datos atmosféricos, aparatos de navegación aérea convencional, pruebas de naves militares secretas, drones y otros.
  • Existe un grupo minoritario de avistamientos, y fenómenos “anormales” (como las supuestas “abducciones”) que son de carácter “psíquico” y/o “paranormal”. Sin embargo, se han encontrado para las mismas, explicaciones hipotéticas y razonamientos de carácter psicológico, psiquiátrico o en todo caso “parapsicológico”.
  • Hasta el momento, no hay evidencia que confirme que los avistamientos categorizados como "sin explicación", sean de vehículos extraterrestres.    

Sin embargo, más recientemente, en julio de 2023, David Grusch, un supuesto ex-oficial de la Fuerza Aérea de Estados Unidos y ex oficial de inteligencia, declaró ante el Congreso de ese país que “fuentes anónimas” le informaron que el Gobierno estadounidense está en posesión de naves espaciales "no humanas" así cómo de "restos biológicos".

Por más espectaculares y amarillistas que resulten estas últimas declaraciones, existen investigaciones periodísticas serias que sugieren que hay esfuerzos encubiertos de la CIA para fabricar “folklore” extraterrestre con el fin de desviar la atención -de lo verdaderamente relevante- que son los proyectos aeroespaciales clasificados. Y esta práctica viene sucediendo desde 1947, a partir del “incidente Roswell”. (Lea Mirage Men, a journey of disinformation paranoia and UFO´s, de Mark Pilimigton, 2010). 

A final de cuentas, resulta lógico inferir que, en un entorno de competencia geopolítica y militar, conviene a Estados Unidos sembrar la posibilidad de duda entre las potencias rivales que cuentan con tecnología de otros mundos como una táctica disuasiva. De hecho, David Grush no es el primer actor en hacer afirmaciones de este tipo. Richard Doty (otro supuesto agente encubierto de la CIA, que aparece en cantidad de documentales “OVNI”), ha infiltrado a grupos de ufología desde hace décadas (haciendo afirmaciones parecidas, incluso de haber presenciado autopsias extraterrestres de primera mano) y los ha alimentado con supuestos documentos “ultrasecretos” muy elaborados, pero de calidad fraudulenta que ya ha quedado probada.

Se imagina el lector una civilización con tecnología tan avanzada que pueda viajar a velocidades que superan la de la luz, y en contraposición con la teoría de la relatividad de Einstein. A través de galaxias, sistemas solares, y campos de asteroides. Todo lo anterior, ¿para luego estrellar accidentalmente su nave en el desierto de Nuevo México? ¿Dónde no hay nada? ¿Justo a unos kilómetros de una base militar? Es absurdo pensar que así fue.

No es casualidad que la mayoría de los avistamientos hayan sucedido -justamente- cerca o en los alrededores de bases militares. Y que los testigos más creíbles sean -casualmente- militares o pilotos de la fuerza aérea. El fenómeno es real, y las naves muy avanzadas -efectivamente- pero de origen terrestre.

Mucha tecnología actual -por citar un ejemplo, a los drones- estaba clasificada y ya existía en el siglo pasado para misiones secretas de carácter militar. Ahora ya se encuentra disponible para los civiles, pero ¿qué hubiera pensado usted si en 1985 hubiera visto un dron del tamaño de una casa volando por la atmósfera sin alas, sin hacer ruido, sin tripulación y moviéndose de manera muy distinta a un avión? ¡Seguramente que avistó un OVNI!

Por lo pronto, el gobierno estadounidense alega razones de seguridad nacional para no revelar más información de manera oficial y pública. Pero al parecer, varios congresistas llegaron al punto en que no están dispuestos a escuchar más excusas después de la mediática -y “reveladora”- comparecencia de Grush.

En otro esfuerzo de “relaciones públicas” por parte del gobierno estadounidense, que no se recuerda desde el proyecto “Libro Azul”, se ha encargado a Bill Nelson, actual director de la NASA, la elaboración de un informe público que se dará a conocer en este mes.

Twitter: @EduardoTurrentM

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