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Envejecimiento o longevidad

La semana pasada el Consejo Nacional de Población (CONAPO) publicó las proyecciones de población a nivel municipal de 1990 a 2040. El texto de presentación aclara “…es un ejercicio de reconstrucción y proyecciones de población para los 2,475 municipios… la reconstrucción es a partir de cifras de los censos de población y vivienda de 1990 a 2020, de los conteos de población y vivienda de 1995 y 2005, así como de la Encuesta Intercensal de 2015…el ejercicio de proyección se hace de 2021 a 2040…” Por el momento la Dirección de Análisis Estadístico e Informática del CONAPO deja disponibles para el público las bases de datos de la población municipal por edad e indicadores demográficos y advierte que próximamente publicarán los insumos metodológicos. Reconstrucción y proyecciones de la población de los municipios de México 1990-2040 | Consejo Nacional de Población | Gobierno | gob.mx (www.gob.mx)
Con las proyecciones de población a nivel municipal disponibles se pueden responder preguntas de interés general, por ejemplo: ¿Cuáles son los municipios más poblados de México? o ¿Cuántos municipios hay en el país que ni siquiera llegan a sumar mil habitantes?, pero quizás, como dicen las autoras de informe de CONAPO “…dada la importancia que ha adquirido la población de 60 años y más…estas cifras son esenciales para profundizar en el tema del envejecimiento demográfico a nivel de áreas pequeñas…”, es decir, ¿en cuáles municipios se concentran los adultos mayores de este país?, ¿en cuales municipios es más alta la proporción de adultos mayores? O ¿Cuál es el municipio con el índice de envejecimiento más elevado?
Antes de pasar a la “cuantifrenia” acostumbrada me quiero detener en los conceptos mencionados en el título. El CONAPO usa el término envejecimiento demográfico que se refiere al proceso de cambio en la estructura de edades a nivel poblacional, al aumento en el número y proporción de personas de 60 años y más, sin embargo, utiliza poco en su narrativa el término longevidad. En lenguaje coloquial se usa la palabra envejecimiento para describir el proceso natural de deterioro que experimentan todos los seres superiores, incluyendo a los humanos. Al aumentar la edad, la mayoría de los cuerpos presenta cambios moleculares y celulares en su estructura lo que conduce a la diminución de ciertas funciones y un incremento en la vulnerabilidad a enfermarse. Se trata de un proceso inevitable y está influido por factores genéticos, ambientales y de estilo de vida. En contraste, la longevidad tiene que ver con la duración de la vida de una persona o de una comunidad; de un individuo o de una especie. Se trata de la capacidad de vivir de los seres vivos. Al igual que el envejecimiento, la longevidad está influenciada por la genética, los antecedentes de salud y enfermedad, los estilos de vida y el entorno. Aunque ambos conceptos estan relacionados no significan lo mismo.
En salud pública el concepto de envejecimiento ayuda a la formulación de políticas y programas y el concepto de longevidad a evaluar el éxito de esos programas. Sin embargo la narrativa confunde los términos y se dice que aumenta la longevidad de la población en la medida que aumenta la esperanza de vida y estrictamente hablando eso es inexacto pues lo que está midiendo la esperanza de vida al nacer es la experiencia de mortalidad en un año determinado e indirectamente los sobrevivientes de una cohorte ficticia. La longevidad aumenta en la medida que la mediana de edad de la población aumenta; en la medida que hay más personas después de los 60, 70 y 80 años. Si se observan las cifras de CONAPO en 1950 habitaban México 28.5 millones de personas de los cuales 4.8% tenían 60 años y más; en cambio, en 2024 la población total aumentó 5 veces, a 132.3 millones, pero la población mayor de 60 años creció 12 veces, de 1.3 a 16.4 millones y ahora representa 12.4%. Es claro que hay una proporción más grande de población mayor (envejecimiento), pero también que la población mexicana es más longeva pues más personas viven más años.
Para 2024, CONAPO estima que de los 2,475 municipios 19 tienen más de un millón de habitantes y concentran 25.7 millones de personas. El más poblado es Tijuana con 2.1 millones de habitantes, le siguen León, Puebla e Iztapalapa con 1.8 millones y a continuación están Ecatepec, Juarez (Chih), Zapopan, Guadalajara con más de 1.2 millones. En contraste, se identifican 128 municipios con menos de mil habitantes, la mayoría localizados en Oaxaca. Sumándolos alcanzan 78 mil habitantes. Si se ordenan de menor a mayor los municipios según su población, la mitad de los municipios del país (1,238) se ubica con menos de 14 mil habitantes. Ahí se concentran 6.8 millones de personas, es decir 6% del total.
Es evidente que el mayor número personas mayores de 60 años esta localizado en los municipios con más habitantes. En los 19 municipios de más de 1 millón de habitantes se concentra 20.5% de las personas mayores; en los que tienen entre 100,000 y menos de 1 millón hay 46.5% del total, en otras palabras dos terceras partes de los mayores de 60 años viven en municipios de más de 100 mil habitantes y un tercio en municipios con menos habitantes. De acuerdo con el número de municipios, solo 10% están por arriba de los 100 mil habitantes.
Para informar sobre el envejecimiento demográfico de los municipios, CONAPO utiliza dos indicadores: a) la proporción de personas de 60 años y más con respecto al total de habitantes en un lugar y año determinado y, b) el índice de envejecimiento que expresa la relación entre la cantidad de personas de 60 años y más, y la población de menos de 15 años. Desafortunadamente aunque el primero es mas sencillo de entender, es más inestable que el segundo cuando se comparan municipios tan dispares en términos de tamaño de población.
En la gráfica se presenta la relación entre el índice de envejecimiento (IDE) y el tamaño del municipio en términos de habitantes para 2024. Por arriba del IDE de 100 (más adultos mayores que jóvenes) hay 232 municipios. La mayoría con menos de 14 mil habitantes y solo son 16 municipios por arriba de 100 mil habitantes con un IDE mayor a 100, nueve de ellos ubicados en la CDMX. El envejecimiento demográfico que menciona CONAPO para México presenta múltiples desafíos para las políticas públicas ahora y en el corto plazo. Uno de ellos es que en muchos de los municipios con menos habitantes y dispersos hay una proporción muy alta de adultos mayores (uno de cada cuatro habitantes). Es muy posible que en esos lugares hay que descartar a la migración de los jóvenes la que genera alteraciones tanto en la proporción de adultos mayores como en el IDE. En cambio en los municipios de más de 100 mil habitantes es más nítido tanto el envejecimiento como la longevidad de las poblaciones.
En la gráfica se observa que son 232 municipios con IE por arriba de 100, pero las proyecciones de CONAPO anuncian que para 2030 serán 579 los municipios con mayor número de adultos mayores que de jóvenes. Actualmente en las alcaldías Benito Juarez y Coyoacán hay dos adultos mayores por cada menor de 15 años, pero en seis años serán 3 adultos mayores por cada menor en ambas. Además, trece alcaldías superarán el IDE de 100. Es evidente que las políticas públicas en las zonas urbanas son diferentes a las zonas rurales dispersas. En las primeras hay que planear mejor la distribución de servicios de salud, escuelas y áreas de movilidad y acceso; en cambio, en las zonas remotas hay que vigilar, además de lo anterior, que el programa de pensiones a los adultos mayores este llegando a su destino. Los adultos mayores se arraigan a sus territorios, mientras que los adultos maduros y los menores migran. ¿Cuál es la base de la economía en esos municipios? Puede ser la pensión que otorga el gobierno, las remesas que reciben de sus parientes, el trabajo de los mayores o una combinación de ellas. Las proyecciones no ayudan a responder este interrogante, pero si delimita el universo sobre el cual las políticas publicas deben actuar y rendir cuentas.

*El autor es Profesor Titular del Dpto. de Salud Pública, Fac de Medicina, UNAM y Profesor Emérito del Dpto. de Ciencias de la Medición de la Salud, Universidad de Washington.
Las opiniones vertidas en este artículo no representan la posición de las instituciones en donde trabaja el autor.