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Opinión

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El independentismo catalán declina

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Ganaron con claridad los socialistas catalanes en las elecciones para formar al nuevo gobierno de la Generalitat, y el independentismo perdió la mayoría absoluta en el Parlament por primera vez desde 2012. Existe la posibilidad de ver formado una coalición tripartita de izquierda con la participación de los socialistas junto con Esquerra Republicana y los Comuns, pero por el momento tal escenario parece lejano. La derrota de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) fue colosal y sus consecuencias son impredecibles. El todavía el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, quien condujo a su partido al desastre al adelantar temerariamente las elecciones, descartó la posibilidad de una coalición de izquierdas, aunque los analistas no descartan un cambio de opinión de último minuto. Ello porque una repetición electoral sería aún más desastrosa para el ERC. Por su parte, la derecha antiindependentista también tuvo buenos resultados. El Partido Popular logró la cuarta posición en una región donde es profundamente impopular, lo cual era el objetivo de Alberto Núñez Feijóo. La extrema derecha de Vox no baja y mantiene su presencia parlamentaria. Otro satisfecho es el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, quien ve reivindicada en las urnas catalanas su tan polémica (en el resto de España) Ley de Amnistía. Cataluña se destensa dentro un nuevo marco político donde el llamado procés independentista ha quedado relegado a un segundo plano.

El otro personaje relevante de la jornada electoral fue el ex presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, quien se presentó como candidato en el exilio encabezando la lista de Junts per-Catalunya, el otro gran partido independentista. Arquitecto del referéndum ilegal y unilateral celebrado en octubre de 2017, Puigdemont huyó a Bélgica para evitar ser arrestado por su papel en la fallida secesión. Este megalómano irresponsable supo reinventarse como eurodiputado y líder de un supuesto “gobierno catalán en el exilio”. Se trata de un personaje muy digno de estos oscuros tiempos de populistas autoritarios, sin duda astutos (pero muy superficiales) y expertos en manipular a sociedades propensas a emocionarse con el discurso adolescente y simplón del victimismo nacionalista. Puigdemont hizo campaña con el relato cada vez más desgastado del mártir exiliado acosado por el “malvado” Estado español. Tras el resultado electoral, donde Junts quedó segundo, ahora procura restablecer un “bloque nacionalista” y colocar a la disminuida Ezquerra Republicana bajo su órbita. El plan consiste en tratar de chantajear a Pedro Sánchez, cuyo gobierno depende del voto favorable de los siete diputados de Junts en el Congreso español para garantizar su supervivencia.

Puigdemont atribuye el castigo en las urnas al independentismo a la desunión y a la falta de una estrategia compartida, y tiende ahora la mano al ERC para reconstruir unos puentes rotos desde hace tiempo. La llamada a la unidad pretende crear una coalición de gobierno minoritario encabezada por Puigdemont con los votos de Junts y el ERC en el Parlament e imaginar una abstención de los socialistas a cambio de la supervivencia del gobierno Sánchez. Pero el presidente del gobierno español salió fortalecido del lance electoral catalán y ya no parece estar dispuesto a ceder tan fácilmente a las coacciones el demagogo Puigdemont. Además, las grietas en el movimiento independentista catalán son profundas. Junts mantiene una línea dura, unilateral y de alto riesgo, mientras el ERC favorece un enfoque a más largo plazo y menos conflictivo.

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