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Opinión

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Asaltos en el Ajusco

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Bruno Donatello

Según el vocero de la organización Montañistas Unidos, los casos de asaltos y violencia en contra de los practicantes del excursionismo se “han incrementado”.

Para celebrar mi cumpleaños 72, decidí emprender una excursión con el fin de escalar la montaña Ajusco, al sur de la Cuidad de México. Ya en la parte alta del cerro, nos extraviamos –por culpa mía– sin poder encontrar camino posible para descender. En el trance, me imaginé una serie de desgracias que nos pudieran ocurrir. Muchas, salvo la posibilidad de que nos asaltaran unos maleantes. Pero esa posibilidad no imaginada, es ahora muy real. Lo comprobé en un reportaje del domingo pasado, bajo la cabeza de “Asuelan robos a senderistas” (Reforma).

Además del cerro Ajusco, en el reportaje mencionado se señalaron otros destinos favoritos de los deportistas de montaña, a quienes en términos mas modernos se les llama “senderistas”. Entre esos sitios, el volcán Telapón, en las faldas del Iztaccíhuatl, el monte Tláloc y el Nevado de Toluca, en el Estado de México. Según el señor Fernando Veytía, vocero de la organización Montañistas Unidos, los casos de asaltos y violencia en contra de quienes practican el senderismo “se han incrementado”.

El vocero Veytía hizo referencia a “casos de asaltos y violencia”. Quisiera poner hincapié en este segundo aspecto de la “violencia”. Según esa fuente, “se han registrado casos de robos con violencia, e incluso lesiones con armas de fuego…”. En particular, en el destino más peligroso que es el ya referido volcán Telapón, en Ixtapaluca, Estado de México, “ha habido incidentes violentos, asaltos a mano armada, inclusive a una persona le dieron un balazo”.

El asunto de las amenazas que penden sobre los que practican el excursionismo –los “senderistas”– podría ser un caso particular, casi anecdótico, si no fuera por que es expresión de un fenómeno general muy preocupante: el terrible deterioro que ha sufrido la seguridad pública durante el transcurso del gobierno de la 4T. O sea, la estrategia de “abrazos, no balazos”.

Me pregunto con toda seriedad, si el delincuente que disparó sobre un senderista, hiriéndolo, en el volcán Telepón, es merecedor de abrazos. Y lo mismo vale para los casos documentados de agresores contra excursionistas que “escaparon hacia comunidades cercanas”. Semejante a un episodio reciente que me relató mi hijo. Un matrimonio joven, ante la pérdida del empleo por el marido, decidió abrir un pequeño restaurante por los rumbos de la colonia Roma. Frente a las amenazas de los delincuentes que empezaron a extorsionarlos exigiéndoles el pago de derecho de piso, terminaron cerrando. ¿Abrazos, no balazos?

bdonatello@eleconomista.com.mx

Columnista

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