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Opinión

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¿El 54-46 petrolero?

El 80% de las reservas 3P de gas y petróleo de México está asignado a Pemex, una petrolera en crisis financiera con un portafolio virtualmente inmanejable (de más de 200 campos). Siendo sinceros, la probabilidad de que el potencial de varias docenas de ellos esté siendo desaprovechado por falta de atención y recursos es bastante alta. 

Ese no es, ni cerca, el dato más alarmante de subutilización petrolera mexicana. Siete por ciento de las mismas reservas 3P (probadas, posibles, probables) ni siquiera están asignadas a un operador -ni Pemex ni ningún otro-. Si se licitaran, tendrían una posibilidad razonable de aprovecharse en el corto plazo. Ya fueron descubiertos en yacimientos considerados comercialmente viables. Pero, hoy, su probabilidad de desarrollarse y producirse es cero.

Hacia adelante, los números siguen empeorando. De acuerdo con el último reporte de la Comisión Nacional de Hidrocarburos, publicado en 2021, el 53% de los recursos prospectivos del país (casi 60,000 millones de barriles de petróleo crudo equivalente) tampoco están ni siquiera asignados. En nombre de la soberanía, están completamente ociosos bajo resguardo de la CNH. Si se licitarán a operadores, por definición representarían oportunidades para explorar: son recursos que, aunque no se han descubierto, se infiere que existen a partir de la información disponible (sísmica y otras). Pero mientras no tengan ni camino para tener un operador no tienen ni futuro ni valor. Su probabilidad de descubrirse formalmente, y eventualmente producirse, también es cero. Si se le asignaran a Pemex, por todo el lastre financiero y operativo que arrastra, también.

Éste es el punto: hay un enorme espacio para incrementar la participación privada en la exploración y producción petrolera de México sin transgredir lo que, de acuerdo con la retórica oficial, es el santo grial de la soberanía energética. La participación de privados –o de petroleras que no sean Pemex, para ser más precisos– está a leguas del 46% que han querido imponer como techo a lo netamente privado en la generación de energía eléctrica.

Del total de los recursos prospectivos asignados, hoy más del 76% están en manos de Pemex. Esto implica que el gobierno, manteniéndose congruente con sus objetivos y restricciones, podría licitar bloques de más 22,000 millones de barriles de petróleo crudo equivalente sin quitarle a Pemex ni media asignación. Así, Pemex, para aclarar, conservaría no menos del 54% de los recursos prospectivos totales.

Claro que, si esos recursos licitados avanzaran en el ciclo de exploración para convertirse en reservas, y los de Pemex de plano no, eventualmente cambiarían la participación de Pemex en las reservas. Pero el 40% de éxito exploratorio mexicano que el gobierno produce implica que, de 22,000 millones, probablemente sólo 8,800 se confirmarían como reservas 3P. La participación de la industria habría incrementado a apenas 38% del mismo tipo de reservas.

Pero las inversiones y el potencial de producción de México, hoy en caída, habrían crecido materialmente. Se construiría algo de alternativa a ser casi totalmente dependientes del gas de otros países. Por lo icónico del sector, también se enviaría una señal extraordinariamente nítida de la apertura del gobierno de México a la inversión privada.

Los excedentes de los recursos recaudados por la actividad incremental –al final, la participación fiscal total del gobierno mexicano (expresado como “government take”) en los contratos petroleros privados es de mucho más que el 54% –se podrían usar para pagar al menos parte de la reestructura y rescate de Pemex. Independientemente de considerar monetizar algunos de sus activos para empezar a salir del hoyo, es momento de pensar en fuentes de ingresos futuros para hacer frente a lo que parece que va a ser un costo que deje marcada a una generación, o dos.

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