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La vulnerabilidad digital de los adultos mayores

Raúl Martínez Solares | Economía conductual
“Cuanto más viejo me hago, más claramente recuerdo cosas que nunca sucedieron.” Mark Twain.
La creciente presencia digital en cada faceta de nuestra vida cotidiana lleva a que nuestra información esté expuesta mucho más allá de lo que realmente pensamos. Capturamos nuestros datos en una página como a cada vez que compartimos nuestros biométricos para saber qué princesa de Disney me parezco, cada vez que llena un cuestionario en línea con mis datos están ahí, tanto para un uso positivo y útil como para potencialmente de una manera negativa.
Así, estamos expuestos a una nueva forma de vulnerabilidad y esta es más notoria en aquellos que por distintas razones desconocen la profundidad de los riesgos en el entorno digital, la complejidad que adoptan los ataques cibernéticos (incluso con vídeos y grabaciones falsas de las personas que conocemos), mismos que so creados por quienes cotidianamente buscan formas de hacerse de nuestros recursos o nuestra identidad.
En este contexto, un grupo que es particularmente vulnerable es el de los adultos mayores. Dos estudios ayudan a entender las causas de este fenómeno desde diferentes perspectivas.
En el artículo “The psychology of the internet fraud victimization of older adults: A systematic review”, de Shang et al., se analizan los factores psicológicos que explican la susceptibilidad de las personas mayores a caer en alguna forma de engaño digital. Mientras que en el artículo “Escala de actitudes hacia las personas mayores como aprendices y usuarias de tecnologías”, de Castro et al., se analizan las percepciones sociales que condicionan la relación con las tecnologías en el entorno digital.
El primer estudio, que lleva a cabo una revisión sistemática a partir del análisis de 21 estudios, llega a la conclusión de que, pese a que no hay evidencia concluyente de que los adultos mayores sean proporcionalmente más víctimas de fraudes digitales que otros grupos, sí existen rasgos cognitivos y emocionales en los adultos mayores que aumentan su exposición a ese tipo de riesgo.
Entre los principales factores se encuentran, en primer término, el deterioro cognitivo (aun cuando este sea leve) y una reducción de la memoria episódica. La disminución en la velocidad de procesamiento de información y en la capacidad de resolver problemas, limita la detección de señales de engaño.
Un segundo factor se relaciona con la salud mental y el potencial aislamiento social. La depresión y la soledad constituyen factores de riesgo y por ello los adultos mayores con síntomas depresivos o con redes sociales o familiares de apoyo limitadas, tienen hasta tres veces más probabilidad de ser víctimas de fraudes.
Otro factor identificado son los rasgos de personalidad y de confianza que se refieren a la credulidad (la tendencia a creer sin evidencia suficiente). Este rasgo suele encontrarse en personas mayores con alta necesidad de pertenencia o con niveles elevados de amabilidad, lo que las hace más propensas a confiar en mensajes o interacciones fraudulentas.
Estos resultados sugieren que la vulnerabilidad no se deriva únicamente del envejecimiento biológico, sino de la interacción entre los factores cognitivos, emocionales y sociales.
En el segundo artículo señalado, se da un enfoque social al problema. Mediante la llamada Escala PAMTIC (con más de mil participantes de entre 18 y 82 años), en el estudio se identifican seis dimensiones que explican la inclusión o exclusión digital: competencias percibidas, estereotipos, beneficios esperados, recursos materiales y otros obstáculos del entorno.
El artículo concluye que los prejuicios sociales generalizados, sobre la supuesta incapacidad de las personas mayores para aprender el uso de tecnologías, generan una desmotivación para intentar aprender. El miedo o la vergüenza de aprender, cuando además son exacerbados por la impaciencia o el desinterés de familiares o conocidos más jóvenes, son importantes barreras a su aprendizaje tecnológico.
La vulnerabilidad frente al fraude digital no se limita a una cuestión individual, sino que se relaciona con una sociedad que asume que sus adultos mayores no pueden aprender, lo que perpetúa su exclusión y los deja desprotegidos ante los riesgos del entorno digital.
En México, con una población que inexorablemente aumenta la proporción de adultos mayores, el tema requiere atención. De acuerdo con algunas organizaciones especializadas, solo 4 de cada 10 adultos mayores se conectan regularmente a la red en México.
La vulnerabilidad de los adultos mayores ante el fraude cibernético no es inevitable, sino consecuencia de su exclusión tecnológica y de actitudes sociales que la refuerzan. Programas sociales que fortalezcan sus capacidades cognitivas y emocionales y programas de aprendizaje adaptados, sumados a la promoción de una cultura social que reconozca y valore su papel (y su contribución presente y pasada) son fundamentales no solo para evadir estos riesgos, sino para crecer como sociedad.

